viernes, 9 de febrero de 2018

Aquí no viven gordos


El sonido del chisme vespertino invade mi sueño.
-Esa señora ni sube las escaleras. Trabaja allí en la computadora todo el día y está muy gorda. Por aquí hacen ejercicio en las mañanas. Le voy a decir porque ¡imagínese!
Finjo que estoy dormida porque sé que mi esposo no lo está. También sé que ella, mi nueva casera, habla de mí con mis ahora vecinos, a quien nunca les he visto la cara. Pretendo que no escucho para no tener una conversación incómoda con mi pareja. Después de todo, ¿a quién le gusta ser el animal del circo de chismes de la vecindad?
Pero es inevitable. Estoy en un lugar pequeño en el que cada respiro se escucha en la habitación contigua. He escuchado a mis vecinos pelear, gemir de placer y cómo no, cagar. Estoy segura de que ellos también me han oído en las mismas.
Intento no molestarme; ver el lado positivo de la vida. Quizá mi casera realmente está preocupada. Es que tiene razón, estoy muy gorda.
Lo estoy desde que nací. En mis fotos de bebés salgo llena de rollitos, de esos que encantan tanto cuando apenas balbuceas, pero que se convierten en un problema cuando te conviertes en adolescente. "Eres gorda de nacimiento. Nunca vas a rebajar", me dijo una compañerita de clases cruel de turno. Aparentemente tenía razón porque a mis 30 años, peso más de 100 kilos y mido 1,63. Mi amor por los dulces y la afición de mi esposo de comer chatarra colaboran en la causa.
Intento no prestarle atención, más allá de lo obvio. Pretendo pasar desapercibida entre la gente (cosa difícil cuando eres tan redonda) y evito ciertos comentarios y chistes que pondrían en evidencia mi obesidad. A veces soy yo quien trae el tema al colación y me río al respecto: "soy puro tamaño, nada de fuerza", le decía a una vecina en estos días quien se echó a reír. La gorda graciosa es mejor que ser la gorda amargada. Misión cumplida.
Cuando finalmente finjo despertar, mi esposo me pregunta si he escuchado algo. "Nada, estaba dormida", miento. Él sale a cocinar y de inmediato es invadido por mi casera:
-Le iba a decir... su esposa está muy gordita. Aquí en la cancha hacen ejercicios todas la mañanas. No es bueno que esté así. Yo tengo más de sesenta y míreme lo delgada que soy.
Él regresa con el desayuno y ya no puedo mentir. Mi habitación queda justo frente a la cocina. No tengo salida.
Pero mi esposo decide ilustrarme mucho más. El día anterior estuvo hablando largo y tendido con la mujer en cuestión y ella le contó el aparente origen de su "gordofobia". Hace unos años, un hombre pasado de peso, que vivía alquilado en una casa vecina, murió de una infarto. El cadáver lo descubrieron varios días después. Como era de esperarse, la habitación apestaba y fue necesario transportar el cuerpo con todo y colchón. La pobre mujer quedó aterrorizada ante la idea de que algo así pudiera ocurrir en su casa.
-Aquí vivía una mujer que también trabajaba en casa. Nunca salía de esa habitación y estaba gorda. Respiré cuando se fue.
Se puede decir que entiendo su motivación, pero no deja de ser una patada en las pelotas que no tengo. Verán, en 30 años, ser gorda me ha valido muchos rechazos. Los chicos se cansaron de hacerlo una y otra vez, incluso cuando mi intención era solo una amistad. De hecho, mi apariencia también me valió la reprobación de la familia de un amigo, quien ese día decidió presentarme como su novia en una broma infantil. Aún recuerdo el "no, ella no", que pronunció una de sus tías tras mirarme de arriba a abajo con total asco. Qué decir de aquella pareja que, una vez finalizada la relación y en medio de un tumulto de insultos, me confesó que sus amigos siempre hablaban de mí y le preguntaban si no le daba asco acostarse conmigo.
Ser gorda también me valió burlas en mi primer día de pasantía en un periódico regional. Meses después, un compañero fotógrafo me lo confesó: "bueno... dijimos que eras muy gorda". Y aunque nunca me ha pasado (hasta ahora), mi peso probablemente me limite a obtener algún otro  trabajo porque buena presencia también significa estar delgada. Ni mencionemos a las tiendas de ropa que se han encargado de rechazarme desde que llegué a la veintena, lanzándome directo a la boutique de gorditas, donde la ropa siempre es la misma y cuesta más.
Pero, hasta ahora es la primera vez que una casera me rechaza por ser gorda. En mi ignorancia, pensé que en este tipo de relaciones, el pagar a tiempo era lo que importaba. Descubrí que, aparentemente, también debo tener la figura "perfecta" para poder alquilar un sitio, algo que es exclusivo para mi género, pues no solo mi esposo también tiene varios kilos demás, sino que me he topado con un vecino, quien anda barriga al aire por los pasillos. Ambos han pasado "lisos" ante la fobia de mi casera.
Ni modo. Justo cuando creía que solo debía huir de los amantes de Sascha Fitness y los gurús de Herbalife, desbloqueo un nuevo nivel. En esta residencia no se admiten gordos. ¡Qué empiecen las sentadillas!

lunes, 30 de mayo de 2016

Inconversa

Suena como el título de una popular trilogía de ciencia ficción y, visto desde cierta perspectiva, lo es. Me topé con la terminología hace pocos meses cuando inicié una relación sentimental con un chico cristiano. Ya había escuchado el término "mundano", pero "inconverso" era una palabra ajena a mi léxico. Resulta que yo era eso; una persona que "no sigue a Jesucristo".

Mi relación con Dios ha tenido sus altibajos. Nací en un hogar "católico", con grandes comillas, porque conocíamos las tradiciones y celebrábamos ciertas fechas, como cualquier otro venezolano, pero no éramos devotos. Mi acercamiento al catolicismo llegó como a los once años cuando me inscribieron en catequesis para hacer la comunión. A estas alturas de mi vida, creo que fue un asunto de presión social o de lo que mi madre conocía como "el deber ser". Después de todo, no asistíamos a la Iglesia. ¿Por qué tendríamos que seguir los sacramentos?

De una forma u otra, me volví asidua a la Iglesia. Mi hermana cantaba en el coro, mi otra hermana se hizo monaguilla. Yo, que no quería figurar demasiado, ayudaba vendiendo los cantos en la entrada. Pero un día sentí que no debía ir más. Quizá era la flojera de levantarme un domingo temprano, quizá era la gente que no me aportaba nada, quizá era que Dios no me llamaba... Pero así, sin más, dejé de ser la "extrema católica" a la "creo en Dios, pero no quiero ir a la Iglesia". Debe haber influido el hecho de saber que mi abuela vivía frente a la Iglesia y cuando estaba agonizando, mis tíos buscaron al sacerdote para que le hiciera la Unción de los Enfermos, pero él se negó. Tenía que dormir. Las necesidades humanas pesaban más que el descanso eterno de mi abuela.

A medida que fui creciendo, mi relación con Dios se hizo distante. En algún punto de la universidad, dejé de creer. La gente que me rodeaba me abrió la mente. Empecé a hacerme preguntas, a cuestionar ciertos asuntos. Fue un asunto progresivo: una especie de sentimiento interno que poco a poco se fue exteriorizando, aunque con miedo: ¿Me castigaría Dios por mi herejía al compartir memes en contra de su existencia? Pero el temor fue pasando y el asunto se volvió una convicción: DIOS NO EXISTE Y TODOS TIENEN QUE SABERLO. Me volví incluso tóxica. Pasé a ser conocida como "atea". Me sentía superior y rebelde. "Oh, ustedes estúpidos creyentes. ¡Cuán imbéciles son!". La idiota era yo.

Los años no pasan en vano y llegué al punto donde entendí que no era atea, sino agnóstica. Yo no creía en Dios, pero sí en el karma; en que todo lo que haces se te devuelve. He sido testigo y protagonista de eso. Entonces sí creía en algo. Creía en lo que podía ver. Veía el karma actuar. ¿Y Dios? A ese no lo veía.

Por las vueltas de la vida, empecé a cubrir la fuente "Ciudad" en una medio de comunicación. Fue la época en la que Benedicto XVI renunciaba a su papado. Cuando llegué a la redacción, tenía una encomienda: hacer un reportaje al respecto. Fue cuando me topé con Monseñor Mariano Parra y me inspiró una paz que hacía mucho tiempo no sentía. ¿Era Dios llamándome a través de él o era que el sacerdote era simpático y ya? 

Pedía hacer todas las pautas eclesiásticas. Disfruté la Semana Santa como nadie. El Domingo de Ramos fue uno de los rituales que más me agradaron. Regresar a la Iglesia, aunque fuera para sacar información, me sentaba bien. Sentí que, nuevamente, debía cambiar mi perspectiva. Me di cuenta que mi problema no era con Dios (aunque no estaba, ni estoy, segura de su existencia). Mi problema era con las instituciones, con las religiones que en lugar de unir, separan. Y eso lo viví en carne propia.

Mi relación con los cristianos/evangélicos nunca ha sido buena. "Son los peores. Se creen mejor que nadie", decía mi madre. "Son los peores", decían mis amigos. "Son los peores", decía la mayoría de las personas que conocía. Era como algo normal en mi entorno "mundano", así como que cuando te visitan los Testigos de Jehová tienes que alejarte de la puerta, o que Tom Cruise es un loco por formar parte de la cienciología.

Tuve algunos acercamientos extraños. Solía echarle broma a un amigo cristiano del liceo. Fingía que me gustaba porque era muy tímido y eso me daba risa. Un día me detuvo: "no podemos tener nada. No somos de la misma religión". También recuerdo el caso de un muy buen amigo, quien abandonó a su novia, nacida y criada en un hogar cristiano, porque la mamá de la chica le exigía que se convirtiera. Tendríamos trece años. Otro conocido cristiano sintió la necesidad de explicarme cómo mi afición a Harry Potter me acercaba al demonio, porque era una alegoría a la hechicería. "Mi novio era cristiano y me dijo que eso era puro chanceo", me comentó hace poco una amiga. 

El golpe más duro me lo llevé contigo (sé que estás leyendo). Él gustaba de mí en el colegio. Yo pasaba de él. Transcurrieron los años, erré, pequé, me estrellé contra la pared y él permaneció "puro y casto" (estoy exagerando). Salimos un par de veces. Se puede decir que lo intentamos, Yo quise intentarlo. Era un muchacho bueno, educado, centrado, emprendedor. ¡Yo me merecía algo así! Pero él pensó distinto; resulté ser muy mundana para él. "Yo no te juzgo. Eres tú misma quien te juzgas". Bonito juego mental. A fin de cuentas, nuestro amor adolescente no llegó ni a un beso porque yo era distinta. "Liberal, hedonista", me decía. "Mente abierta y me gusta la buena vida", replicaba. "Quiero ser predicador". Bueno, ya era demasiado. Una tiene que ubicarse y ciertamente no cumplo el perfil de la esposa de un predicador. Seríamos el ejemplo de cuchillo de palo en casa de herrero. 

Este nuevo hombre, mi novio, me aceptaba a pesar de que no seguía su religión. "Te busca porque consigue en ti lo que no puede conseguir en el culto", me dijo el anterior prospecto. Lo sentí tan: no eres mía, no puedes ser de nadie, o por lo menos nadie de mi religión. "¿Qué consigue? ¿Sexo? Número uno: yo se lo estoy permitiendo. Número dos: te aseguro que hay niñitas del templo mucho más recorridas que yo". Uy, de esto también tengo historias, pero no vienen al caso.

Estaba tan traumatizada por la relación fallida, que la religión se volvió centro de muchas preguntas al inicio del nuevo noviazgo. Yo lo conocí siendo mundano. Su entrega al templo me generaba mucha suspicacia. "¿Quieres que sea cristiana?". "¿Por qué me buscas a mí y no una de la Iglesia?". Preguntas lanzadas, preguntas contestadas. No era necesario convertirme. Sería "mejor" si así ocurriera, pero definitivamente no era un requisito. Las chicas de la Iglesia no eran de su tipo. Demasiado tontas. Demasiado creídas. Demasiado "todos se van a poner intensos a preguntarnos cuándo nos casamos". ¡Eureka!

El problema radicaba en que no había real libertad de salir y conocerse. Los asuntos debían "ponerse en orden" desde el principio. ¿Para qué compartir, salir, debatir, discutir? Eso era tomándole la mano a la muchacha en cuestión y firmando su sentencia matrimonial. Lo entendí. Era lógico que no quisiera lidiar con esa presión. Era ilógico que no pudiera disfrutar de un noviazgo normal. Asunto arreglado.

Le dije que jamás le pediría que dejara de ir a la iglesia. "Lo que no quiero es que vivas allá". Y no era un asunto de fe, sino de lógica. La gente tiene que trabajar. Cuando vas al supermercado no pagas con una tarjeta mágica de creencias. Si vives metido en una iglesia, ¿cómo pagas las cuentas? Y no me digan que "Dios proveerá". Ninguna figura sobrenatural provee nada si tú no actúas para conseguirlo.

Al principio me ocultó y discutimos por eso. "Si nos conseguimos con alguien de la Iglesia, ¿no me presentas como tu novia?". "No creo". Demonios, vengan a mí. Me sentía molesta, menospreciada y dolida. Luego tuve un subidón de autoestima. "He cometido errores, pero no soy una mala persona". Es que no lo era. Tengo mal carácter, a veces la pasión me atrapa, puedo ser impulsiva, pero de allí a ser "indigna" había largo trecho. 

Las cosas fueron avanzando y con ellas, las promesas de un futuro juntos. Matrimonio, hijos. Por petición suya hicimos pública la relación. Par de fotos en Facebook para marcar territorio (como si sirviera de algo) y el "en una relación con..." para terminar de "mear" el muro (como escuché una vez). Lo nuestro era oficial, pero faltaba algo. Uno conoce a los papás, a los amigos, y a la gente de la Iglesia. La idea no me mataba de la felicidad, pero si era importante para él, yo daría mi brazo a torcer. No iba a quemarme por pisar el templo.

Fuimos creo que dos o tres veces. Mucho gusto por aquí, mucho gusto por allá. La vida es bella. Soy mujer y periodista, y las preguntas iban a llegar en cualquier momento: "¿no te han dicho nada de mí en la Iglesia?". En primera instancia, el pastor veía con buenos ojos que él me llevara, a pesar de no pertenecer a la religión. En los bajos fondos, nuestra relación no estaba bien vista.

-Tuve que parar a fulanito (ni recuerdo el nombre, ni jamás me importo) porque dijo que iba a hablar contigo. Dijo que era un error estar en yugo desigual.

El término quedó rondando en mi mente. Esa mañana él acudió a la Iglesia y yo me quedé en su casa, porque no había llevado ropa adecuada. Me lancé a la computadora y empecé a leer al respecto. Una explicación era más espeluznante que la otra. "Si sientes mariposas por alguien que NO AMA a Dios; toma tres días de ayuno para que mueran de hambre". 2ºCorintios 6:14 "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión tiene la luz con las tinieblas?". Claramente yo era la injusticia y las tinieblas. 

Internet está plagada de artículos impresionantes sobre cómo un cristiano no puede estar con gente que no es de su religión, porque prácticamente, será el inicio del Apocalipsis. No sabía yo que con un beso abriría las puertas del infierno. Supuestos ejemplos de relaciones fallidas con "inconversos" pululaban. "Él era un bebedor, un golpeador, un drogadicto, un hijo del demonio y nos tuvimos que separar". Yo bebo poco, solo golpeaba a mi hermana cuando éramos niñas, nunca me he metido drogas, no sigo al demonio, pero no ser cristiana parecía meterme en ese saco del terror. 

La cosa no se limitaba al corazón, sino que abarcaba a las amistades. Aparentemente, si eres cristiano, solo puedes relacionarte con cristianos. "¡Por eso es que son tan mente cerrada! ¡No permiten la diversidad de opinión! ¡Pareciera una comunidad amish!". Él me explicó que eso era cosa de radicales. Aparentemente yo me topé con puros radicales.

Un día se le escapó que, apenas me presentó en "sociedad", varias chicas de la Iglesia llenaron sus muros de Facebook con indirectas para él. "No sé porqué los chicos cristianos se empeñan en formar relaciones con inconversas (...) les gusta andar entre la basura". ¿Perdón? ¿Estás eran las niñas que van cada semana congregarse? ¿Ellas se atrevían a juzgar nuestra relación aún sin conocerme? ¿Me llamaban basura? Quise pensar que era algo de adolescentes o solteras locas (ya habíamos visto a una que quería con él y ahora le lanzaba rayos láser de los ojos cuando nos veía tomados de la mano), pero el asunto fue más allá. Amigos y conocidos le habían hablado de las dificultades de estar en una relación con alguien que no perteneciera a la religión.

Por cosas del destino (¿Dios?), él dejó de congregarse. No entraré en detalles que pesan en la conciencia de cada quien, pero sí puedo dar fe que su alejamiento nunca tuvo que ver conmigo. Jamás le pedí que no se congregara. Lo conocí cristiano y así lo aceptaba. Claro, nadie ve sus propios errores y en lugar de identificar las fallas internas, fui señalada como la Yoko Ono de estos Beatles angelicales. Él no iba a la Iglesia por mí. Punto.

Así pasó que un día íbamos en un carro con un "hermano" de la Iglesia. "Creo que son figuraciones mías, pero el tipo me ve como con odio. Parece que tuviera la peste encima". "Bueno, puede ser". En un segundo encuentro, él mismo lo confirmó. "Sí, te mira mal. Él está muy entregado a la Iglesia. Es radical". 

Pero lo que más me impresionó fue un encuentro con uno de los principales de la Iglesia. Me saludó con educación y, como si se tratara de un muñeco en disputa, se llevó a mi entonces novio a un lado, hablando en suficiente voz alta para que yo escuchara "lejos de Dios no hay nada bueno". Nuevamente, pensé que me hacía ideas en la cabeza, pero ésta vez ni siquiera tuve que hacer el comentario. "Está celoso (...) Me dijo que sería lamentable que me alejara de la Iglesia por una mujer. Te trata con recelo". Pues sí, el hombre se había convertido en Regina George y se aseguró de que yo supiera quién mandaba. Era una batalla entre la fe y mi vagina, supongo. 29 años recién cumplidos y otro hombre me disputaba a mi pareja. Eso sí no lo vi venir. 

Lo más interesante del asunto es que siempre he respetado su religión. Al contrario de lo que la gente pensaba, a mí me convenía que él tuviera algo en qué entretenerse. Así me daba tiempo de trabajar, salir con mis amigas y seguir siendo yo. Claro, me frustraban algunas historias que escuchaba de ese sitio (una vez más, no es mi asunto divulgarlas), pero cada quien debe saber lo que hace con su vida. 

Me sorprendió que, tiempo después, él me pidiera que lo acompañara de vuelta. Sí él soportaba los malos tratos y las hipocresías, bien por él. Yo no estaba dispuesta a hacerlo. Si la familia de tu novio no te quiere (o viceversa), uno se las apaña, sonríe, hace el intento. Después de todo, es posible que debamos compartir toda la vida. Pero si la gente de la Iglesia no te quiere sin motivo alguno, ¿debía poner la otra mejilla? 

"¿Por qué me pides que vaya a un sitio donde no me quieren? No lo digo yo. ¡Tú lo viste!". "No se trata de la gente, se trata de Dios. No le pares a la gente". Y estaba de acuerdo, no se trata de la gente. Pero, ¿cómo podía ser hipócrita con estas personas? ¿Qué eso no está en contra de la palabra de Dios? "Evidentemente, nadie en la Iglesia te vería con buenos ojos. Era una batalla perdida. A menos que te conviertas a la fe", me dijo un amigo cristiano. Pero, ¿cómo podría yo convertirme a una religión que me consideraba la fuente de todos los males, al menos que fuera como ellos? ¿Cómo podría entregarme a una iglesia cuyos miembros tratan con recelo y asco a quien sea diferente? ¿Era ese el Dios / Jesucristo que quería conocer? ¿Era esa la persona que yo quería ser? Me negué. Mi relación con Dios es personal, exista él o no. No necesitaba de palabras aparentemente hermosas para "llenarme del Señor" que en realidad estaban llenas de malos sentimientos hacia quienes piensan y son diferentes. Si es ese el camino a la redención y la vida eterna, que las llamas del infierno esperen por mí.   

Sé que tengo muchos "amigos" y amigos (contactos y amigos) cristianos y, créanme que mi intención no es ponerlos en entredicho. Quizá me acercaron a la Iglesia incorrecta. Quizá en otros lugares se apela al respeto de ideologías y a la inclusión. Lo cierto es que esto me permitió tener una perspectiva más amplia de la religión. No se puede decir que no lo intenté. Refunfuñé, sentí cierta incomodidad, pero lo intenté. Y ¿qué recibí? Puñaladas por pensar diferente, cual película de ciencia ficción. Fui Tris, la Divergente. Soy Lilihana, la inconversa. “Jesucristo” en su máxima expresión. ¡Amén y amén!

lunes, 16 de mayo de 2016

It's all about my hair (no trouble?)

Desde que tengo uso de razón (bueno, no tanto) mi cabello ha sido el centro de grandes inseguridades, mucho más allá de mi evidente exceso de peso. Cuando era niña, lo tenía semi ondulado, de ese que se peinaba con facilidad, como en las películas, o al menos yo lo sentía así. Pero a medida que fui creciendo, mi cabello fue mutando en una cosa gigantesca y explosiva, imposible de manejar. Mi madre no sabía qué hacer.
-Ay hija, ¡ese cabello!
La pobre siempre intentó que estuviera bien peinada. En el kinder me obligaba a llevar una pollina que yo me quitaba tres segundos después y cuando mi cabello se volvió una maraña como la de Hermione Granger (la de los libros, porque Emma Watson sale peinadita en las películas), mi madre se frustró. Intentó de todo.
-Me dijeron que en Avon venden una crema buenísima.
-Vamos a hacerte la vuelta en las noches.
-Fulanita me dijo que se echa tal cosa...
Sus inseguridades pronto se volvieron mías. Odiaba mi cabello y pronto empecé a buscar maneras de que fuera más manejable. No ayuda en nada tener una hermana contemporánea con una cabellera lisa y negra, mientras la tuya, además, decidió llenarse de canas desde que tenías 15 años.
-Hay un producto que se llama Rena. ¡Es buenísimo!
-Fulanita me dijo que usara tal ampolla.
Nunca tuve un secador de cabello, nunca aprendí a planchármelo y mi mata de pelo tampoco me ayudaba. Una buena amiga fue una de las últimas que se atrevió a plancharme el cabello. Sé que era una tortura para ella: casi tres horas de calor. Nena, te agradezco la ayuda, pero ahora que lo veo en retrospectiva, tengo que decirte que también fue una tortura para mí.
Y así me convertía en esas mujeres "casabe", que corren en dirección opuesta a la lluvia, que no sudan y que no se mueven porque el cabello tiene que estar perfecto.
¿Perfecto? Sí, porque en este país y en esta cultura de misses, el cabello se lleva largo y liso. Eso es perfecto. Lo demás es un insulto al mundo.
En cierto punto, tiré la toalla. Me escudé en mi fractura y en el hecho de que pasar horas planchándome el cabello me hacía daño (cosa que no es mentira. Es que en este cuerpo hay que decidir secarse el cabello una misma o tener un brazo funcional). ¿Qué hice? Utilicé cuanta crema para peinar encontraba y me hacía un patuque horroroso que no lucía para nada. ¿Frizz? Uy, tengo tantas historias de ese mal... 
Nunca estuve cómoda. Cuando salía con alguien e intentaba tocarme el cabello, me volvía una ninja.
-¡No me toques el cabello!
Es que prefería que me tocaran la mano, las tetas o el culo, a que alguien se atreviera a meter la mano en esa cosa dura y grasosa que "adornaba" mi cabeza.
Fue entonces que vi la luz al final del túnel. Siempre dicen que no te cortes el cabello tras una ruptura amorosa. Yo no escuché. Me hablaron de un súper estilista y una noche me puse en sus manos.
-Córtame esto, ¡ya!
Pedro (el hombre es cuestión) estaba fascinado.
-¡Las mujeres nunca se dejan hacer estos cambios drásticos! ¡Un jefe me decía que cuando una cliente pide que le corten el cabello, hay que hacerlo y botarlo enseguida! Eso está lleno de malas energías.
Fui feliz. Había regresado a ese corte que usaba cuando era niña. mucho menos manejable, pero mucho más sencillo para mí. Cambié de levantarme con una maraña en la cabeza, a despertar, pasarme la mano en el cabello y listo. ¡LA GLORIA!
Fui probando con nuevos estilos y nuevos colores; unos más favorecedores que otros. Puedo decir que, ahora mismo, adoro mi cabello. Son unos rizos fáciles de manejar con espuma o crema, que se arreglan con un cintillo o unas pinzas en esos días en los que me dice: no, hoy no quiero colaborar contigo.
Pero son rizos, siguen siendo rizos, siguen siendo esas cosas con vida propia que en cualquier momento pueden atacar y colonizar el mundo... o al menos eso sigue creyendo mi madre. Ahora, que lo tengo un poco más largo (ya necesito retoque) vuelvo a escuchar esa frase:
-Lila, ¡ese cabello!
Y yo me veo en el espejo y ya no noto aquella maraña odiosa, sino unos rizos cortos que se ajustan entre una cinta. Por alguna razón, a ella le molestan. 
Es que mi pobre madre también es parte de esa malnacida cultura latina. Es liso o nada.
-Yo conozco mujeres que lo tienen rizado y se hacen la keratina y se lo secan...
No, esa no es mi madre, sino un chico con el que salgo. Porque para él, me veo más linda con el cabello largo y liso. Yo, que he tenido que lidiar con el monstruo, le respondo:
-¡No sabes lo que estás diciendo!
Honestamente, le agradezco los consejos de belleza. No tengo ningún problema de que una persona con la que ando me diga cómo le gustaría verme o me aconseje qué me queda mejor. Lo que no tolero, ni de él, ni de mi madre, ni de nadie, es esa manifestación perversa de que liso es lo mejor. Entonces, nosotras, las rizadas, tenemos que vivir rodeadas del calor del secador, el dolor de que te quemes el cuero cabelludo y el temor a que caigan unas cuantas gotas, porque perderás el glamour.
En esta, la era de la inclusión, es imperativo que los padres enseñen a sus hijos que la gente "viene" en diferentes tamaños, colores y tipos de cabello. Que el pelo rizado no es sinónimo de "horrible" y que el secador debe ser una elección y no una obligación. No se trata de andar despeinadas por la vida (aunque por allí hay una frase que dice que lo mejor de la vida te despeina), pero sí de entender que la belleza no es esa que nos imponen en los concursos que tanto adoran los latinos; sino que se puede ser diferente y que el cabello también es una manera de expresar tu individualidad, aunque el mensaje sea: soy rebelde y no me importa.
Lo más descorazonador es cuando he ido al salón de belleza y me he topado con madres que hacen que le sequen el cabello a sus hijas, que no tienen más de cinco años. ¿Es necesario inculcarle a una bebé que hay algo que está "mal" con ella y que si no se somete a procedimientos químicos o llenos de calor, no se ve bien? El cambio viene desde casa. Trabaja en el autoestima de tus hijos. ¡Libérate y acepta los rizos!

Este post fue escrito meses atrás. Ahora mismo, estoy en proceso de dejarme crecer el cabello. Veamos hasta dónde aguanto.

viernes, 8 de mayo de 2015

Anytime Fitness: El gimnasio para el profesional



¿Piensas abrir un gimnasio pero temes no tener la acogida necesaria para el éxito? En esta oportunidad te presento el caso de Anytime Fitness, la franquicia millonaria que logró superar a McDonalds y Subway.

Aquí Facilisto, para revelarte los secretos de Anytime Fitness. El año pasado, la revista Entrepeneur otorgó el puesto número 1 a esta franquicia, en su lista de Franchise 500. Actualmente, la compañía cuenta con 3000 gimnasios en todo el mundo y más de dos millones de socios.
Hoy te explicaremos cómo lo hicieron.



¿Quieres saber cómo funciona Anytime Fitness? Este vídeo te lo explica:



Chuck Runyon y Dave Morterven son los genios detrás de Anytime Fitness. En 2003 idearon un gimnasio diferente: estaría abierto al público las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Tendrían una cantidad controlada de socios de no más de 800 personas, a quienes se les daría una  llave electrónica para ingresar cuando lo necesitaran.
Conocer que el 70% de los usuarios de los gimnasios solo acude a la sala de máquinas y clases dirigidas, los hizo determinar que las instalaciones de este lugar serían más pequeñas que las de los gimnasios regulares. La idea fue revolucionaria.
¿Te interesa aprender las claves del éxito de esta empresa? Aquí te las presento.

Anytime Fitness va dirigido a un público determinado
Profesionales. Ese es el cliente promedio en Anytime Fitness. Son precisamente ellos, quienes deben cumplir con tareas cotidianas y gozan con poco tiempo para ejercitarse, quienes se benefician de un gimnasio con las puertas abiertas siempre.
He allí el motivo por lo que esta empresa permita que sus socios se ejerciten cuando lo deseen. Quizá no puedan hacer ejercicio de día, pero de noche les viene bien.
Busca un nicho y dirige tus estrategias a él. Posiciónate antes de abrir tus horizontes a nuevos mercados.

En todas partes
Anytime Fitness se encuentra en más de 12 países, con varios gimnasios distribuidos en muchas ciudades. Al adquirir la membresía, el cliente puede utilizar las instalaciones de cualquier parte del mundo.
Esto refleja un servicio de calidad, pensado para todo momento. No importa si viajas por negocios o por placer, no tienes excusa para ejercitarte y la empresa conoce tus necesidades.
Ofrece siempre algo más. Quizá puedas tener un stand de venta de artículos deportivos, que podría convertirse en una tienda particular.



Orientado al nuevo empresario
Los directivos de Anytime Fitness están conscientes de las necesidades del empresario naciente. Aseguran que el comprador de la franquicia solo debe tener amor por la salud. No es necesario contar con experiencia en el manejo de gimnasios.
El pago de la franquicia incluye el equipo de calidad, capacitación del personal, publicidad, ayuda en la apertura y desarrollo del club. Ofrecen oportunidades para que solo se cancele una parte de la franquicia y el resto se pague con financiamientos e incluso, los costos pueden disminuir si el equipo se alquila.
Según la experiencia, el retorno de la inversión se observa entre 18 y 24 meses después de la apertura. La lección es dar oportunidades a los jóvenes empresarios. En ellos está el futuro empresarial.

No solo a deportistas
La estrategia de esta empresa es dirigirse a la sociedad y no a los deportistas. Según cifras, solo el 13% de la población española está inscrito en un gimnasio. El número es menor en Argentina. 4% de sus ciudadanos tiene membresía para ejercitarse. En México, el porcentaje es de 2%.
¿Resulta rentable invertir en un gimnasio? La estrategia de Anytime Fitness ha funcionado porque ofrecen un ambiente cómodo, amigable y cercano al cliente. Además, apelan por vender otro tipo de medicina. Según estudios clínicos, la obesidad, accidentes cardiovasculares y la diabetes pueden prevenirse con ejercicio diario.

Hasta en el móvil
La compañía se ha diferenciado del resto al crear una aplicación para móviles. En ella se identifica al socio y sus objetivos personales (pérdida de peso, tonificación, etc.).
La aplicación da tips cuando no el cliente no está en el gimnasio: aconseja tipos de alimentos para consumir y el tamaño de sus porciones. Además, da apoyo técnico y de infraestructura.
Tú puedes hacer lo mismo. Apóyate en la tecnología para captar clientes. Hazles saber que te interesa su bienestar, brindándoles consejos. Si no te convencen la idea de una aplicación, utiliza las redes sociales para darte a conocer y mostrar a tus clientes cómo hacer valer las horas de ejercicio.


"Anytime Fitness busca ser una empresa social. He allí la clave de su éxito"



¿Qué te pareció la experiencia de Anytime Fitness? Atrévete a tener tu propio negocio, pero diferénciate del resto. Escucha a tus clientes y atiende sus necesidades. ¡Prepárate para ser la próxima franquicia que destrone a McDonalds! 


¡Ya sabes qué hacer para tener un gimnasio exitoso! 

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Muestra de texto SEO para blog de emprendimiento. 
La palabra clave es: Anytime Fitness.

Grupo avanza: una muestra de unión y tecnología


En una geografía montañosa como la española, impera el transporte terrestre y en los últimos 25 años, las alternativas de traslado por tierra van en aumento: trenes, autobuses y hasta sistemas de coches compartidos son algunas de las opciones de las que dispone el peatón. En este escenario ¿cómo Grupo Avanza se convirtió en el segundo operador de transporte interurbano de larga distancia en 2013? Conozcamos su historia.  

¡Hola, soy Facilisto!  
En 2012, Grupo Avanza logro un ROI (Retorno sobre la Inversión) de 82 y vendió 19 mil billetes más que el año anterior, implementando la tecnología; unos números bastante envidiables en el mercado del transporte terrestre.
Hoy te explicaremos cómo lo hicieron




La historia de Grupo Avanza inicia en 2002, cuando los directivos de Tuzca, Auto-RES y Vitrasa (empresas de traslado de viajeros por carretera) se unieron para crear uno de los complejos de transporte urbano más importantes de España.
Desde entonces, la empresa ha crecido de manera vertiginosa. Desde la compra de la compañía Autobuses Salamantinos y concesiones para operar la Estación de Autobuses de Marbella y el Transporte Urbano de Huesca, la historia de esta compañía es una clara muestra de cómo la unificación de criterios y fortalezas es clave para el éxito.
Actualmente cuentan con una flota de más de 1855 autobuses, poseen más de 5700 empleados. El grupo fue comprado en 2013 por la compañía mexicana ADO.
He aquí algunas lecciones que podemos aprender de Grupo Avanza.

Tomar lo mejor de cada uno es fundamental en Grupo Avanza
El conglomerado de Grupo Avanza inició con tres empresas, pero con el pasar de los años han absorbido muchas otras. En su haber cuentan la compra del Grupo CTA (Corporación Española de Transporte, SA); la incorporación del Grupo Alosa, ETASA (Empresa Turística de Autobuses) y Empresa Alacuber.
Cada uno de estos movimientos está orientado en tomar lo mejor de cada empresa: la concesiones de transporte que poseen, su flota de autobuses, su ubicación e incluso, su gestión de RRHH.
Es este último ámbito, es el Grupo Castilla el que se encargaba de este servicio para Auto-RES y tal era su éxito, que Grupo Avanza decidió tomarlo para la unión y el fortalecimiento de las empresas.

Escuchar y responder al cliente
Otro pilar de la empresa es lograr que la experiencia del cliente sea la mejor.
Gracias a la integración de GPS y GPRS en los autobuses de la flota, es posible saber la ubicación exacta de la unidad y su hora de llegada. En 2012 se colocaron 20 panales con esta información en las ciudades donde opera el Grupo Avanza.



Gestión inteligente del tráfico
Grupo Avanza procura una gestión inteligente del tráfico gracias a herramientas como el Sistema de Ayuda a la Explotación (SAE).
Esto, aunado al Sistema de Localización de Flota, genera una experiencia más agradable al cliente, porque tiene más conocimiento sobre el viaje que emprenderá.

Cubrir todas las áreas posibles
Poco a poco, Grupo Avanza ha aumentado sus rutas. En 2010 se calculó que transportaron a 253 millones de pasajeros y recorrieron cerca de 145 millones de kilómetros.
La compra de empresas más pequeñas (pero posicionadas) ha sido relevante en el camino a convertirse en un operador interurbano importante.

Invertir en SEM y marketing
Fue en 2012 que Grupo Avanza apostó por el SEM y marketing de afiliación para aumentar la exposición de su página web y con ello, mejorar la experiencia del usuario.
Tras un refrescamiento de la página y valiéndose de las redes de afiliación de la empresa contratada, la empresa logró vender 19 mil billetes más que el año anterior.
Se determinó que solo el 25% de las compras de boletos se realizaban vía web. Hoy, la compañía cuenta con un Sistema de Venta de Tráfico (SVT) en taquillas, quioscos, Internet y ventas telefónicas.

"Una flecha sola, puede ser rota fácilmente, pero muchas flechas son indestructibles". Gengis Kan


¿Qué te pareció la historia de Grupo Avanza? Recuerda que “en la unión está la fuerza” y que “dos cabezas piensan mejor que una”. Acércate a los mejores, escucha a tus clientes y ¡usa la tecnología para asegurarte el éxito!



¡Ya sabes qué hacer para aumentar tus ventas con labores de SEM y marketing de afiliación! 

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Descarga gratis al foso: el caso Softonic



¿Cómo un empresa que factura 50 millones de euros, se valora en 275 y tiene una planta de 450 trabajadores se ve obligada a despedir a la mitad de su fuerza laboral? Softonic parecía disfrutar las mieles del éxito en el campo de la descarga gratis, pero cayó al despeñadero en un abrir y cerrar de ojos.

¡Bienvenido, emprendedor!
En 2014, Softonic anunció que la suspensión de 207 de sus empleados, alegando descenso de tráfico a la web y cancelación de contratos. Ambos problemas eran consecuencia de cambios en las condiciones del mercado.
Hoy intentaré explicarte qué sucedió con este monstruo de la industria digital, porque de los errores ajenos también se aprende.


Softonic es la primera web de descarga gratis en español y sus inicios son fascinantes. En 1997, Tomas Diago era un joven que hacía prácticas en Intercom, una empresa considerada como una de las más grandes, si de negocios digitales se trata.
Diago notó que era necesario crear un fichero de descarga de ciertos programas, a fin de hacer más sencillas las funciones de de todos.
El archivo era únicamente para los trabajadores de la empresa, pero pronto la idea se hizo más grande. Lo que inició como su proyecto final de carrera, se convirtió en una de las empresas más productivas del mundo.
La premisa era sencilla: ordenar los enlaces de descarga de programas de computación en una plataforma agradable y simple. Se llamó Shareware Intercom.
Bastaron tres años y un claro posicionamiento en el mercado italiano, alemán, chino y anglosajón, para que la compañía cambiara de nombre: Softonic había nacido.
La empresa de descarga gratis parecía imparable. Softonic se convirtió en el primer sitio web de su estilo en España y Europa y la publicidad aumentó, al lograr el mejor posicionamiento en los buscadores.
En 2013, Partner Group compró 30% de la compañía en una transacción de 82,5 millones de euros.
 Si todo iba bien, ¿qué falló? Aquí te expongo algunas de las posibles causas del declive.

Supuesto algoritmo malo para la descarga gratis
Primero, debo aclarar que la mayoría del dinero que produce Softonic es producto de la publicidad. Según el comunicado oficial, el cambio del algoritmo de Google afectó el posicionamiento de la página web de descarga gratis.
En sentido general, Google cambia de algoritmo cada cierto tiempo para asegurarse de que el contenido que tenga mayor exposición sea el mejor, porque antes prevalecían páginas llenas de información basura.
Sin embargo, y de acuerdo a Alexa.com (que registra la cantidad de visitas que reciben las páginas web), el 60% de tráfico de Softonic provenía de Google y aún hoy, se encuentran en los primeros lugares del buscador.

Poca adaptación al mercado móvil
Un estudio de la ABC explica que el español promedio puede tener hasta seis dispositivos de telefonía móvil y según el análisis “La Sociedad en Red”, 53,7% de los ciudadanos españoles posee un teléfono inteligente.
Softonic no supo adaptarse bien a este fenómeno. La descarga de sus programas en los móviles no era amigable ante el poderío de las aplicaciones de Android y Apple.
Además, la publicidad obtenida en los anuncios móviles no paga tan bien, como la hecha en el ordenador. ¿Influyó negativamente? Hay quienes lo dudan. Según cifras de la propia empresa, el 30% de las descargas en la página se realizan a través de dispositivos móviles.



Marketing demasiado agresivo
Si hay algo en lo que coinciden todos los usuarios de Softonic, es en que el marketing de la web de descarga gratis se volvió muy agresivo.
Desde 2012 ofrecen la posibilidad de “descargas Premium”, que se realizan vía SMS, además de la instalación de una toolbar para aquellos quienes no pagaran el servicio.
Aunque la descarga de la herramienta no es obligatoria, es natural que el usuario acepte cuando hace una instalación rápida.
Estos utensilios contienen adware (publicidad), lo cual resulta molesto para el usuario promedio.
Además, también se ha vuelto necesaria la instalación de otros programas, como juegos y aplicaciones. Tales fueron las quejas, que en 2014 finalizó la instalación de la toolbar, pero el daño ya estaba hecho.

Pilares olvidados
Con tales problemas, los valores de la empresa (rapidez y sencillez) quedaron relegados.
La instalación de un programa se volvió un dolor de cabeza, acompañado de aplicaciones inútiles y molestas.

Enfrentamiento con el grande
Pero lo que realmente golpeó a Softonic fue que su toolbar no agradaba a Google. Así ocurrió con Babylon, un software de traducción israelí muy importante, y cuyos gerentes se vieron obligados a despedir a 115 empleados. ¿El motivo? Google canceló su publicidad porque la toolbar que ofrecían no funcionaba en Google Chrome.
La Softonic Dowloader padeció el mismo problema. Google canceló su publicidad y aunque el sitio de descarga gratis negoció publicidad con Yahoo, la cifra solo representa un tercio de lo que ganaban gracias a Google.
Aunque Softonic nunca ha aseverado que esta sea la causa de sus problemas, los expertos e investigadores aseguran que es este es el origen del declive de la empresa.
Así que ya ves… Hay que adecuarse a los cambios y a las exigencias para prosperar. 

"El fracaso derrota a los perdedores, e inspira a los ganadores”. Robert Kiyosaki"



He aquí la historia de un grande que voló demasiado alto. Recuerda siempre pensar en tus clientes y en tu público. Escúchalos, al igual que a los expertos. Allí está la respuesta del éxito de tu empresa.



¡Ya conoces la historia de Softonic, una empresa que ahora lucha para recuperarse! 

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Bodegas Torres, indaga el pasado y prevén el futuro




¿El negocio que tienes en mente requiere un contacto continuo con la naturaleza? Si es así, seguramente se te rompe el coco cada vez que miras en la tele cómo cambia el clima por la propia acción humana. No te preocupes más. Te presentamos la historia de Bodegas Torres, cuyos gerentes se dedicaron a analizar el pasado, para ir un paso adelante al futuro y asegurar su marca.

¡Bienvenido emprendedor!
En los últimos 25 años, todas las vendimias de Bodegas Torres se adelantaron. Miguel Torres, su representante, notó la importancia de prestar atención a los cambios climáticos, y realizó ajustes en la empresa pensando en las venideras generaciones.
Hoy te explicaremos cómo lo hizo




¿Quieres saber cómo funciona Bodegas Torres? ¡Este vídeo lo explica muy bien!



Atentos a los inminentes cambios
Presta atención a las estrategias empleadas por Bodegas Torres para adaptarse a las venideras variaciones climáticas y perdurar para las próximas generaciones.

Bodegas Torres respeta el medio ambiente
Regresando a lo clásico, Bodegas Torres procura la eliminación de pesticidas, la protección de los bosques y especies en peligro de extinción, así como el saneamiento de aguas residuales.
Es parte del plan que tienen para reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 30%. El proyecto inició en 2008 y finaliza en 2020. Hasta ahora, la reducción ha sido de 10%.



Alianzas de acuerdo a las necesidades
A veces no es posible cubrir todos los mercados posibles. Sin embargo, en Bodegas Torres conocen la relevancia de establecer lazos para llegar tan lejos como sea posible.
Un buen ejemplo de esta acción es la alianza con la viña Château Lafite Rothschild situada en Burdeos, para establecer un mercado de vinos en China, donde prefieren los vinos franceses.
Adiestramiento por segmento
En Bodegas Torres comprendieron que es mejor entrenar a los empleados por segmento y no por sectores.
Es a través de las degustaciones que consiguen más clientes y los empleados de cada segmento necesitan una formación distinta. No es igual dirigirse a un restaurante importante a uno más pequeño.
Ajustarse a las tendencias
En la actualidad, la tendencia de los amantes del vino es decantarse por los más orgánicos y naturales.
Bodegas Torres procura demostrar que el producto que ofrecen está muy bien hecho. Su centro de visitas, denominado Pacs de Penedès recibe 120 mil personas al año.
Pensar en el futuro
Si hay algo que sabe Miguel Torres, es que la viticultura es una actividad en la que hay que prestar atención al futuro. Según los últimos estudios, para el año 2100 la temperatura se habrá elevado de dos a cuatro grados.
Al notar que las vendimias  se adelantaron los últimos 25 años, Torres se dedicó a estudiar variaciones de la vid, determinando cuáles se adaptarán mejor al eventual aumento de temperatura. Es una manera de prepararse para lo que está por venir.


El 70% de la producción de #BodegasTorres se exporta a más de 150 países

Busca tu copa de vino para celebrar que puedes prevenir los vestigios del futuro, planificando y rodeándote de expertos.
Bodegas Torres es una empresa con más de 300 años en el mercado, claro ejemplo de constancia y trabajo duro. ¿Sabes lo mejor? ¡Empezó con un simple emprendimiento!



¡Ya sabes qué hacer para adelantarte al futuro!

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La palabra clave es: Bodegas Torres