viernes, 31 de mayo de 2013

Quiero ser farandi

Cada vez que digo que quiero ser farandi, las mujeres me lanzan miradas de profundo reproche. La verdad es que no puedo evitarlo; es un sentimiento más fuerte que yo.
Me remitiré al portal TuBarranco.com para iniciar mi disertación. Allí explican que "las farandis mujeres tienen todo operado: senos, nalgas y nariz. Además usan extensiones en el cabello, uñas postizas de 3 cm de largo y sólo se quitan los tacones de 15 cm para meterse a la playa". Sé que soy defensora del poder femenino, aunque tras 26 años en un cuerpo no agraciado, la idea de estar hermosamente operada no me molesta demasiado. Es que estar buena debe ser maravilloso y si yo lo fuera una de esas mujeres explotadas, lo aprovecharía al máximo. 
Primero, tendría BlackBerry. Actualizaría el PIN con fotos sugerentes para que los hombres me recuerden y en el momento menos pensando escribiría un "Quiero sushi!!!". Con el delicioso pescadito crudo tan caro, la felicidad de que te lo regalen se sentiría en mi bolsillo. 
El rango de las finanzas es amplio: cafés, salidas al cine y cuanta actividad "cultural" se me ocurra correría por cuenta de otros, buenísimo para esta temporada de ahorro que es cada vez más difícil. 
Si estuviera buena, cumpliría una de mis más grandes fantasías: participar en el Miss Venezuela. No tiene nada que ver con la satisfacción de ser la mujer más bella del país, ni nada por el estilo. Es que hay algo que me llama en el: "¡Buenas noches, Poliedro de Caracas!". Después de decir eso, saldría corriendo a comerme una hamburguesa.
No dude nunca que ser farandi le abre muchas puertas. Una sonrisa, un escote, una cosa... Es facilito pagar sin hacer cola, entrar a lugares donde prohiben el acceso e incluso, huir de los policías matraqueadores.
Pero la realidad es que no estoy buena y dudo que algún día lo esté. Me toca vivir en este cuerpo, estos senos, estas nalgas, esta nariz; mi cabello sin extensiones, mis uñas cortísimas y mis pies planos que no aceptan tacones por más de una hora. 
Dicen por allí que debería ser súper amable, risueña y simpática para compensar mi desgracia. Por eso doy gracias por ser inteligente. Me da una media carta blanca y abierta para lanzar mis comentarios sarcásticos. Sino, mi vida sería de verdad sería triste. 



miércoles, 29 de mayo de 2013

El frustrado

Me convertí en la vívida expresión de "pajarito en rama" cuando el conductor del Metro de Caracas anunció la parada. Es que no importa cuánto se agudice el oído, quien contrata a estos señores deber hacerles una prueba para asegurarse que hablen muy rápido y que no se les entienda nada. 
-¿Padece un trastorno del habla? ¡Excelente! ¡Contratado!
Ser malhumorado seguro es el otro requisito, porque lo poquito que dicen suena golpeado; una especie de "bájate de esta mierda de una buena vez".
Reproducir las palabras en letras es complicado. Es como la voz de Kico -el personaje de El Chavo-, luego de mascar hielo toda la tarde. Una que no conoce la ciudad agradece por tener amigos que la guían o seguro pisaría cualquier barrio sin darse cuenta.
La verdad es que no tengo duda que estos hombres detestan su trabajo. De otra forma no me explico que hagan las cosas de mala gana todos los días. Deben sentir que es una tortura despertarse y saber que tendrán que recorrer la misma ruta una y otra vez.
Con estos especímenes me topé muchísimas veces cuando cubría sucesos. Los encontraba en el 1-7-1 cuando llamaba para pedir o confirmar una información. Si bien había operadores que te trataban con todo el cariño del mundo, otros seguramente acababan de recibir una patada en las pelotas.
-Ajá, anota rápido. Son ocho muertos.
Que no se le ocurra a usted pedir que le repitan algún dato, porque el tonito de "¿por qué me toca hablar con esta ladilla?" se hace más duro.
Este personaje tiene una capacidad mágica para multiplicarse. Se lo encuentra usted en la panadería, en la zapatería, en el banco y en cualquier esquina.
Entienda usted, simple mortal, que se trata de una plaga que consume a los más débiles. Sonría, finja demencia y lo más importante: evite convertirse en ellos. Como los zombies, una simple mordida puede pasarlo al lado oscuro y acabar con usted.  

martes, 28 de mayo de 2013

Imán de perdedores

-¿Te parece si te paso buscando y te llevo a tu casa? Para hablar.
Javier me escribió una vez más para vernos. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había rechazado, pero él continuaba allí, como un perrito esperando que le lancen algo. 
Lo conocí una noche en el que me reencontré con una vieja amiga, mas bien ejemplo a seguir. Melissa estaba regresaba a la ciudad por pocos días y no la había visto en unos ocho años. Necesitaba compartir con ella. Fue mi profesora en la universidad; una de las pocas que hizo la diferencia y que me dio el impulso necesario para escribir. 
Como no sé manejar y mis padres no salen de noche, tuve que optar por un taxi. Javier lo manejaba. Se puso a la orden para buscarme de regreso y me dio su número aunque no hablamos sino hasta meses después, cuando necesitaba un taxista a medianoche.
-Ya no hago taxi. Conseguí trabajo en una empresa.
A ese mensaje le siguieron decenas de preguntas sobre mí. Durante días, Javier estuvo insistente. Finalmente accedí a verlo, noventa por ciento interés para que me llevara a casa de una amiga, diez por ciento de curiosidad sobre qué quería.
El camino era corto y yo empecé mi interrogatorio. La cosa iba bien, hasta que me dijo que tenía dos hijas (primer error). Me contó que vivía en Upata y que se estaba separando. Aún vivía con la ex, por el bien de las niñas, me explicó.
-Pero no tenemos nada.
-Claro... - mi cuaima interna activó su radar y escupió un comentario para acabar con el teatro - Me imagino que va a ser difícil cuando empiecen a salir con otras personas.
-Mira, si te soy sincero, yo sería incapaz de contarle que ando con alguien más. No quiero hacerla sufrir.
¡JA!
Llegamos a la casa y casi me lancé de su camioneta, directo a contarle a mi mejor amiga que me habían visto cara de imbécil. Algo debe haber en mí que hace que los hombres piensen que están frente a una grandísima idiota.
-¿Qué te parece si nos vamos a tomar un café?
-Me parece que a tu esposa no le va a caer muy bien...
-Te cuento que acabo de meter los papeles del divorcio.
A Johnny lo tolero desde que hacía sucesos. Me caía muy bien, me pasaba datos importantes, pero cuando nos fuimos agarrando confianza, se volvió bastante interesado en pasar tiempo conmigo. Inicialmente le salía con cuentos chinos porque estaba es una especie de relación. Ahora, completamente soltera, no me quedaba otra excusa que su esposa.
-Claro, claro... Ya veremos.  
No le he vuelto a contestar.
He pasado noches enteras preguntándome qué es lo que pasa conmigo, ¿por qué soy una imán de perdedores? Hago un repaso de los ejemplares que me han echado los perros o quienes he tenido algo y me da vergüenza al notar que es gente bastante impresentable. ¿Tendré alguna feromona que llama a pura gente con pareja? o en el otro extremo, ¿por qué solo atraigo a gente fracasada? Es aún más patético si unes los dos aspectos.
Con el paso del tiempo, entendí dos cosas importantes: la primera, que atraes lo que proyectas; la segunda, que la soledad te hace jugadas patéticas.
Decidí entonces que me daría un año sabático de las relaciones. Que necesito crecer profesionalmente, que tengo metas grandes y al entregarme a alguien, pierdo la voz y el camino. También que valgo mucho para malgastar mi tiempo con cualquiera de esos elementos que se han acercado a mi vida buscando sexo o cariño.
Me han preguntado si temo quedarme sola y si soy sincera, más temo estar involucrada en una relación donde hay que morderse la lengua cuando notas que las cosas no van bien y que quien está a tu lado no comparte tus valores de vida. Eso ya lo viví. No se lo deseo a nadie. Hay que amarse. Ya aprendí a hacerlo. 

Soy una impostora

Una buena botella de vino que se evapora entre carcajadas. Así me imagino las tertulias de Leila Macor y sus amigos; ella como centro de las conversaciones llenas de sarcasmo y sin sentido. Tengo esa impresión tras leer su último libro "Nosotros los Impostores" que llegó a mis manos por cuestión de azar.
Tengo que agradecer grandemente a Qué Leer por hacerme ese regalo. Tras varias lecturas, mi cerebro estaba en una etapa de transición y no aceptaba un nuevo libro, pero el de Leila me atrapó de inmediato. Eran historias cortas, llenas de mala leche y de sinceridad. Era como hablar con tu mejor amiga.
Es que si Leila fuera mi pana, yo la llamaría a cada rato para tomarnos un café. No dudo que reiría sin parar con sus ocurrencias  y su modo particular de ver la vida.
Ella tiene el "tupé" de decirnos en la cara: eres un hipócrita y antes que te atrevas a "lanzar la primera piedra" te expone el por qué tan claramente, que te toca bajar la guardia, asentir, admitir y reír.
Se pasea por hechos tan básicos como recibir regalos que no nos gustan, atender con cariño al desgraciado que te despertó con una llamada, huir de las cucarachas y el silencio de musa en el que nos escondemos quienes nos dedicamos a escribir para sobrevivir.
"Nosotros los Impostores" cierra magistralmente con historias muy personales y metafóricas, con las que cualquiera puede relacionarse. Amé La Bomba Domesticada, una minisátira de cómo dejamos entrar en nuestra vida a personas dañinas porque pensamos que serán diferentes a nuestro lado. "Y entonces, tras una brutal risotada, detonó". Magistral.
Me toca agradecer a Leila por hacer llevadera mi espera de cinco horas en un terminal de autobuses, por sacarme tantas sonrisas y por esa narración que me hizo sentir tan cercana a ella. Te lo retribuyo recomendando tu excelente obra, sin nadita de hipocresía, creo yo.

sábado, 18 de mayo de 2013

María Isoliett Iglesias: “Escribir sucesos es un vicio”

Literatura María Isoliett Iglesias lanzó su primera novela negra en noviembre de 2012

“Escribir sucesos es un vicio”

**A tan solo cinco días del concurso, la candidata favorita al Miss Venezuela es secuestrada. Ese es el tema de la primera novela de Manoa, periodista de sucesos de El Universal, que escribió un dulce guayoyito para Ediciones B.

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve

Foto: Gustavo Bandres / Cortesía El Universal
-Debería hacerte una entrevista para mi periódico. ¿Qué dices?
-Jejeje, me da pena (...) Yo le doy, pero me da una tremenda pena.
Y sí, le dio tremenda pena. 
A María Isoliett Iglesias la seguí como la fan enamorada a Servando y Florentino. Leía (y aún leo) sus noticias de sucesos que El Universal tiene la dicha de publicar, la emulaba y la citaba cada vez que podía.
Empecé a stalkearla en Twitter y enseguida le dije cuánto había impactado mi carrera. Para mi sorpresa, esta grande de la crónica roja era una jovencita risueña, una runner consagrada, sumamente amable y con porte de Miss Venezuela.
Quizás es por eso que cuando la novelista y editora Mónica Montañés le dio la oportunidad de publicar su primera novela negra como parte de la colección Vértigo, prefirió dejar de lado el olor de la pólvora y la sangre, para mostrar un caso diferente al de sus compañeros. 
“Me tiraste la hembra pa’l piso” versaría sobre un secuestro, uno de los seis que se cometen a diario en Caracas, como bien reza en la contraportada de su hijo.
El plagio tendría una peculiaridad: la víctima es una candidata al Miss Venezuela, la favorita, a la que le falta poquito para tener la corona en la cabeza, pero que  solo desfila por complacer a su mamá.
El libro se lee de una sentada y de inmediato notas la riqueza de datos y dominio de lo ilícito, totalmente normal para quien lleva diez años en la fuente más leída de la prensa.
Nos vimos en el Festival de la Lectura de Chacao, cuando dio una conferencia sobre su sueño hecho realidad: el ansiado primer libro que llegó sin buscarlo.
-¿Cómo fue pasar de un espacio pequeñito a un montón de páginas?
-Son dos cosas totalmente distintas porque en el periódico tú tienes como la caja, tienes el tema y un solo caso. 
Con el caso de la novela había mucha más libertad para explotar el tema como yo quisiera, podía inventar, aún cuando investigué muchísimo porque necesitaba la base del reporteo. Yo no sabía trabajar desde la ficción sino desde la realidad.
Me he dado cuenta que soy más rigurosa con mis textos para que la novela no sea como una piedrita en el zapato para que digan ‘bueno, ella hace ficción, ¿cómo lo que hace en el periódico no es ficción?’
-Escribes sucesos con textos muy descriptivos. ¿Cómo explicar que no buscas burlarte de una muerte?
-No todo el mundo lo interpreta igual. Hay personas como Mónica Montañés que me llama por yo echar esos cuentos. Yo no trato al muerto como “el occiso”. 
Habrá quienes lo interpreten como una burla. El tema del periodismo es así, lo que siempre trato es ponerme en los zapatos del otro. 
-¿Llegas a sucesos por casualidad?
Sí, en paracaídas. Yo llegué a sucesos en el 2002. Necesita entrar al mercado porque lo único que había hecho era una revista.  Sale la oportunidad de hacer pasantías en El Universal. Entro en Política. A mí la fuente no me gusta. 
Se acabaron las pasantías, no había chance de quedarme y me llaman a la semana para decirme que hay un chance. Mi jefe me dice no es para hacer “Caracas”, es para hacer sucesos. 
Ya yo había firmado contrato y todo y le dije ‘yo en mi vida he hecho eso, pero yo aprendo rápido’ y me enamoré de la fuente. Escribir sucesos es un vicio.
-¿Qué es lo más duro que te ha tocado ver en sucesos?
-Yo procuro que todos los casos me conmuevan. Sabes que a veces los periodistas de sucesos nos hacemos como un caparazón, que no nos afecte y separarnos de esos casos. 
Yo trato que ese escudo sea lo más finito posible, porque creo que es la única manera de entender y de vivir esa víctima. 
No se trata de llegar a la morgue y decir ‘tú tienes un caso aquí?’. Es un ser humano. Lo entendí cuando mi papá murió. Fue en casa y con todos los contactos pensamos llevarlo a la morgue. Yo dije ‘wow, si yo estoy en la morgue y llegan a preguntarme, yo les escupo la cara’ porque es gente invadiendo mi dolor. 
-Hay un mito de que quien escribe sucesos, puede escribir lo que sea. ¿Para ti es así?
-No solo el que escribe sucesos, el que reportea sucesos puede reportear lo que sea porque para reportear sucesos en este país tienes que moverte como una anguila. 
Si logras grandes historias en sucesos, vas a lograr grandes historias en economía, en política, en cualquier cosa, porque aprendes a moverte por todos los caminos verdes.

Verdades ficcionadas
“Me tiraste la hembra pa’l piso” es una novela corta, con un trabajo durísimo tras ella. 
Uno canta ‘Todos me miran’ con la protagonista, se ríe con los apodos de los delincuentes y se indigna
con la historia que despertar desde la delicia de las letras a la realidad.
El diarismo y la dureza de la calle le han enseñado cómo se mueve la industria del crimen caraqueña a Manoa, el apodo con el que conocen a la autora en el gremio periodístico.
-Pasar de escribir realidades a crear... ¿cómo fue el proceso?
-Dificilísimo, pero es que no tuve tiempo. Tuve tres meses para escribir. Lo que hice fue hablar con Mónica esa primera vez. 
Yo reportié el libro. Si bien es cierto que nunca han secuestrado a una Miss, exactamente así tratan a las víctima.
-Me di cuenta que explicas muy bien cómo se manejan las bandas, cómo es el crimen.
-Sí, la policía se maneja así. Hablé con un comisario y le pregunté ‘¿ qué haces si a ti te llega hoy el caso del secuestro de la candidata favorita al Miss Venezuela a cinco días del concurso?’ y dijo ‘chama, mínimo dos brigadas,  40 funcionarios dedicados a eso’.
¿Te gusta la novela negra?
 Antes no leía, ahora sí, un poquito. Me leí “Rojo Express” de Marcos Tarre Briceño y la estructura de mi novela se parece mucho a la de él. 
Fue uno de los consejos que me dio Mónica. ‘Lee una novela que te guste mucho, reléetela y saca la estructura y cópiatela. Eso es válido. Después tendrás oportunidad de hacer tu propia estructura. Todos hemos pasado por allí’
-En este país, sucesos sigue siendo la fuente más leída y sus periodistas, los más criticados. ¿Escribir novela negra no es como machacar más la violencia?
La gente es morbosa. El ser humano es morboso de naturaleza y eso no es ni bueno, ni malo, pero somos morbosos. 
-¿Cómo laborar con la paz haciendo sucesos?
Presionando para que las autoridades hagan su trabajo, presionar a las autoridades a ver si logran disminuir las cifras rojas. La tribuna que tenemos es para presionar con la denuncia a ver si llega allá arriba. 
-¿Qué se ve en el futuro de María Isoliett?
 -Espero que vengan más libros. estoy trabajando en otro proyecto. La colección, esperamos que siga, ya tengo otra novela para ellos. 
No está lista, tengo que escribirla, pero ya está conversada. Antes de eso tengo otro libro de crónicas con la editorial y bueno, vamos a ver qué viene.

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Entrevista publicada en Diario Primicia, sección Placeres, página 34
Domingo, 19 de mayo de 2013.






viernes, 17 de mayo de 2013

Frustración matemática

En el colegio siempre fui buena estudiante. Para ser sincera, siempre fui la galla del salón. Mis piernas blanco pálido fosforecente me avergonzaban, así que llevaba la falda hasta las rodillas y la acompañaba con unos lentes y una necesidad terrible por alzar la mano cada vez que el profesor preguntaba algo.
Cuando por fin me cambié a un colegio en el que usaban pantalón, pensé que podría cambiar mi destino, pero el poco conocimiento de Castellano de mis compañeros me delató.
-¿Qué es una metáfora? - Alcé la mano
-¿Qué es un epíteto? -  Miré a los lados. Nadie. Otra vez yo.
-¿Qué es el símil? - Sí... otra vez yo.
Eventualmente, los profesores empezaron a entregarme mis boletas sin necesidad que fuera mi madre al colegio y ella ni las pedía, porque sabía que tenía buenas notas.
Nada es perfecto. Mi inmaculado historial era golpeado en mis dos marías: Deportes y Matemáticas. Deportes porque desde cuarto a noveno grado no vi otra cosa que "cómo jugar kikingball" y empecé a ser remotamente decente en el último partido de mi vida.
-Aprovecha tu cuerpo. Patea con fuerza.
Nada. Eso de que te llamen gorda no sirve para ganar juegos y con una serie de fouls, mis compañeras de clases sabían que lo mío era un out seguro. Cuando me tocaba defender, el asunto no mejoraba.
-Ponte en tercera base.
Claro. La puta tercera base tenía otros dos problemas; el primero: que yo nunca agarraba las benditas pelotas en el aire y el segundo era la consecuencia, porque si no la atajabas, tenías que salir corriendo como un idiota a buscarlas, una oportunidad magnífica para que el otro equipo metiera cualquier cantidad de carreras.
Lo intenté con voleibol y me fue bien, pero cuando mi confianza y mi ego aumentaron, fui incapaz de pasar la pelota de la malla; un castigo divino por un pecado capital.
Lo único en lo que servía era basquet, pero detenido, léase, hacer canastas frente al poste, porque el drible implica caminar y mover la mano; demasiado para mí.
Mi condición física tenía un consuelo: mis habilidades matemáticas. Aquí, a mis 26 años, he de confesar que nunca me aprendí las tablas de multiplicar y que dejé de entender las funciones, vectores y otros dilemas en octavo grado.
Culpo de ello a mi profesor de octavo, un tipo aburridísimo que daba tres horas de clases desde la 1:30
de la tarde, después de estar toda la mañana en el colegio y tras haber devorado el almuerzo a las carreras.
Sus clases se convirtieron en mi lugar favorito para fingir estar despierta y una vez que mi cerebro estaba en off, era incapaz de procesar la información.
Pasé octavo remotamente bien; en noveno obtuve una fila de dieces que me traumaron y en cuarto año pensé que me quedaría la materia.
En quinto año decidí que debía inaugurar una nueva etapa: año nuevo, vida nueva, matemática nueva y me propuse a retirarme de la etapa diversificada con una nota decente. La realidad me escupió con sarcasmo en la cara cuando mi profesora explicaba una ecuación. Entendía, de verdad entendía, no era difícil, pero un momento, ¿de dónde salió ese número?.
-Profe, disculpe. No entendí. ¿Cómo hizo eso? Allí, en la mitad.
En ese momento pagué todo el karma acumulado por todas las veces que lancé miradas de asco a mis compañeros que no comprendían algo. Sentí el ojo escrutador, el "cállate bruta, por favor" lleno de suficiencia por atreverme a preguntar algo que ellos tampoco habían entendido.
Mi profesora, una mujer con fama de tragar y escupir alumnos en cada clase, me miró de arriba a abajo como si estuviera ante la persona más ignorante del planeta. Puso cara de haber probado un limón sumamente ácido, alzó una ceja y me lo lanzó:
-¿Esto? Lara, eso matemática de octavo.
No me quedó otra opción que tragarme la frustración con un "ahh, okay... siga", esconder el rostro y con él, mis ganas de las notas perfectas. Así es la vida.

domingo, 12 de mayo de 2013

“La competencia femenina nos hace el sexo débil”


Personaje Mónica Montañés habla sobre “La Víctima Perfecta”

“La competencia femenina nos hace el sexo débil”

**De niña, Mónica leía las historias de Agatha Christie. Como juego, su familia cambiaba los nombres de los personajes por los propios. Cualquiera podía morir. Así forjó la emoción del “guayoyito”, primero con “Perlas Falsas” y ahora con una nueva historia llena de suspenso y estrógeno.

Lilihana Lara Arévalo 
llara@primicia.com.ve 
Foto: Leonardo Noguera (El Universal)

Caracas. Cuando la presidente de Asocuaimas toma asiento, el grupo “expele estrógeno” hace fila, ansioso de obtener una firma y compartir alguna anécdota. 
Esa tarde, la escritora Mónica Montañés es el centro de atracción tras presentar a su nuevo bebé: “La Víctima Perfecta”, novela negra que forma parte de la colección Vértigo de Ediciones B y que ella llama cariñosamente un “guayoyito”. 
La editorial no solo le dio la oportunidad de publicar su libro, sino también de editar la serie entera que hasta ahora lleva nueve obras de distintos autores. 
-Me recuerdas la hora del evento que yo; menopausia... Si no llego, me caigo a cachetadas. 
Todos sonríen con el bombardeo de frases tan femeninas y tan venezolanas. La fila se hace menos densa y Mónica descubre a una mujer con un tono de voz que muestra cierta timidez y mucha inteligencia. 
¿De qué trata “La Víctima Perfecta”? 
Es una novela de corte policial, entre una mujer cuarentona, gordita, divorciada, sola y periodista y otra mujer que ella entrevistó digamos el viernes y aparece muerta el domingo. 
La señora estaba regando unos helechos sola en su casa, se resbaló y se mató, pero a Quica, que es la protagonista, no le cuadra y decide ponerse a investigar. Como bien le dice una amiga “tú lo que pasa es que estás sola y prefieres buscar un asesino antes que buscar un marido” y ella dice “bueno, la verdad es que como me ha ido, es menos peligroso que busque a un asesino”. 

Quica es la misma protagonista de “Perlas Falsas”, tu primer juego con la novela negra. ¿Cómo creció el personaje? 
Te acordarás que Quica era una mujer que acababa de dar a luz y tenía una sin resolver. Esta nueva Quica ya resolvió parte de su vida. Se divorció y está un poco más en paz consigo misma y tiene cuarenta y pico de años. Está ese tema de la mujer y enfrentarse a esa sociedad que la considera ya una persona mayor y está la amistad entre mujeres y lo complicado que es. 
Están las relaciones tan difíciles de familia. Todo el entorno familiar de la muerta es muy complejo, pudo haber sido cualquiera el que la mató. 

En la presentación dijiste una frase genial: “las mejores amigas pueden ser las peores enemigas” Quería meterme en ese universo tan femenino que es la amistad y cuán incómodo puede resultarnos a
las mujeres que otra amiga sea más delgada, más bonita, más exitosa, más levantadora... Hay como una suerte de competencia velada entre nosotras que creo que es lo que nos hace realmente el sexo débil.
Creo que, en todo lo demás podemos ser más fuertes, pero en esa cosa de competir entre nosotras, es uno de nuestros grandes defectos. 

¿Cómo has evolucionado tú como escritora desde “Perlas Falsas”? 
En “Perlas Falsas” yo fui muy pudorosa, no me atreví a enfrentar un asesino realmente y mi personaje lo que pasó fue que se suicidó y lo que Quica terminó investigando es por qué y no hay un asesino real. En este sí, hay una cantidad de temas que no son comunes en mi manera de escribir como el miedo, el suspenso y hay incluso sexo, temas que nunca había tocado antes y que me dio mucho gusto hacerlo. 

¿Cómo fue la experiencia de editar el trabajo de alguien más? 
¡Ay, esa fue una experiencia tan dura como bella! Dura porque la relación de un escritor con otro no es siempre es fácil. Hay un respeto enorme hacia todos ellos y a una libertad total de lo que ellos iban a escribir. Para mí fue de verdad una belleza cumplirle el sueño a muchos como María Isoliett que primera vez que escribe (Me tiraste la hembra pa’l piso), de alguna manera me siento su descubridora como autora de novelas.

De telenovelas 
Su último culebrón de éxito fue “Válgame Dios”, tras dos rotundos fracasos televisivos como “¡¿Vieja yo?! y “Harina de otro costal” de los que Montañés sacó las mejores lecciones. 

 ¿Cómo ves la situación actual de la telenovela en Venezuela? 
Me parece un momento sumamente interesante. Eso de estar compitiendo realmente con todos los canales del cable, no con un solo canal, nos permite arriesgarnos un poco más, permite que la gerencia no esté tan segura de qué es lo que hay que hacer y no haya unas reglas tan claras.

 ¿Has considerado escribir una historia sobre la situación política? 
“Harina de otro costal” pretendió ser eso y todavía no estamos listos para ver a gente que se odia. Creo que todavía todos nos creemos muy buenos y todos creemos estar totalmente en lo cierto. Creo que el país todavía está muy crudo para verse en eso y en pantalla. 

Con el fracaso de “Harina de otro costal” y “¡¿Vieja yo?!” ¿qué hace una telenovela exitosa?
¡Un milagro! (risas). Es muy difícil de presagiarlo porque tiene que coincidir lo que tú quieres contar, con lo que la gente quiere que le cuenten y no siempre estás en sintonía con el mundo. La telenovela es el trabajo más en grupo posible. 

¿Cuál fue la lección más importante que aprendiste con el fracaso de “Harina”? 
No imponer un cuento que yo quiero contar sino estar más acorde con lo que la gente quiere oir porque la telenovela no es de cómo somos, la telenovela es de cómo nos gusta que nos digan que somos. Eso lo aprendí ahí. La telenovela no es para reflejar como un espejo, sino para reflejar el lado bonito. 

¿Están cambiando los estándares de los protagonistas? 
Hemos podido ampliar un poquito el espectro. Eso de que sea muy joven o muy flaca, o muy bonita... creo que hemos demostrado que no es tan vital. Desde mi punto de vista particular, considero errado el camino que nos hace hablar como si fuéramos de otra parte. Yo creo que considerar que la universalidad es el “mexicano” o el castellano, es un error típico nuestro, además, que siempre consideramos que lo de afuera es mejor. 

Cuando le dije a mi jefe que te iba a ver, me dijo que eras una mujer fascinante 
¡Ay, preséntamelo! (risas) 

¿Consideras que eres una mujer fascinante? 
¡Ay no, ojalá! No vale, considero que soy una desfachatada y a lo mejor es eso, que me atrevo a decir cosas que otra gente no, pero la verdad es que no, ojalá. Viví conmigo pa' que veas que no.

Publicado el 12 de mayo de 2013 en Diario Primicia
Página 33, sección Placeres


Agradezco a María Isoliett por permitir en enlace con Mónica, a ella por sus geniales libros que tanto han influenciado mi escritura, a El Universal por cederme la foto, a Juan Manuel por regalarme unas preguntas y a Robinson por dejarme ver a esta mujer tan "fascinante", como tú mismo dijiste.



martes, 7 de mayo de 2013

Poetas de Calle


Acción Poética nació en México y se ha multiplicado en los países de habla hispana

Poetas de calle

**Dos amigos se emocionaron al ver las fotos de murales con frases líricas en Facebook. Coincidieron que Guayana debía engalanar sus paredes con más cultura y menos política. Desde enero salen por las noches y escriben mensajes de amor para todos.

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve
Fotos: Lesly Martínez 
@leslyadelayla

Los tres saltitos hacia atrás se acompañan del sonido de las hojas secas y el pavimento. El muchacho admira la obra por instantes, captando los detalles que debe mejorar. Con la misma ansiedad regresa al punto inicial: un paredón blanco que emana aroma a pintura fresca, a creatividad, a un suspiro enamorado y a un libro por descubrir.
Otro joven lo acompaña. Apenas bajaron del carro, buscaron en el celular la foto de la frase que ahora reproducen juntos. A ojo midieron el espacio, abrieron la lata de pintura e iniciaron la avalancha de trazos que culminan con la firma: ACCIÓN POÉTICA PZO-VEN.
Desde principios de año, este par de chicos camina por un puente construido en una cuerda flojísima. De caer, pueden ser recibidos por los brazos y la ovación de los fanáticos, o por los colmillos afilados de quienes detestan lo que hacen.
A ellos poco les importa las opiniones adversas. Su idea es hacer una ciudad diferente, una con más lectores, con más cultura, con más consciencia, con mejores ciudadanos.

El movimiento
Cada mañana de domingo Armando Alanís Pulido tiene una cita con sus mejores amigas: poesía y rebeldía. Desde las siete de la mañana camina las calles de Monterrey, México, cargado con un balde de pintura, pinceles y los sentidos bien despiertos, ubicando lugares idóneos para dejar volar la imaginación con frases sencillas; cada letra llena de optimismo romántico.
La aventura inició en 1996. Aunque Armando se recibió como licenciado en administración, decidió lanzarse a los brazos de la lírica; a los de una musa palpitante que ha inspirado más de una decena de libros. Pronto entendió que si bien el papel perdura en el tiempo, el mensaje no se difundía lo suficiente. Pensó que no hay mejor forma de llegar a toda una ciudad que con palabras en un paredón. Así pasó de escribir para las masas, las de verdad, las que caminaban por las calles y se detenían deleitados con sus frases.
Fue un trabajo de ensayo y error. Originalmente regalaba líneas de autoría propia demasiado largas y confusas, pero cambió después a algo más preciso y conciso: no más de ocho palabras por mensaje e incluyó autores consagrados.
Los muchachos de Acción Poética Puerto Ordaz han leído la historia miles de veces. La narran con algunos baches en la memoria mientras recorren las calles de la ciudad y recuerdan los paredones perfectos para dejar su marca.
El trabajo es el mismo. De camino a la universidad, al trabajo, a un encuentro casual, a una salida familiar, los chicos están pendientes de los paredones blancos que puedan llenar de una literatura romántica.

Las reglas
El movimiento de Alanís se fue difundiendo. Como nunca ocultó lo que hacía, sus alumnos empezaron

a emularlo. De a poco las calles de Monterey se cubrieron de poesía que pronto germinó en el resto del país y el mundo. Los grupos de Acción Poética se fueron multiplicando y las fotos de los paredones con ellos. La red social Facebook fue fundamental para los muchachos guayaneses que, cada quien por su lado, veían emocionado la iniciativa.
Un día surgió la conversación entre ambos. Lo pensaron un poco y decidieron formar parte del movimiento. Se comunicaron con quienes manejaban el perfil oficial de Acción Poética y recibieron las instrucciones.
Se escribe en paredones blancos con pintura negra y letra de molde. Los mensajes deben ser cortos, ajenos a la religión, la política y el racismo. También les dieron una frase para empezar: Sin poesía no hay ciudad.
Fue en enero que se lanzaron en la oscuridad hasta un paredón cercano al Colegio Loyola Gumilla. Rompieron una regla y usaron una lata de spray, que era lo que se acomodaba a su bolsillo. En cuestión de minutos llenos de adrenalina, terminaron con el primer graffiti. Esa noche pintaron tres: el señalado por los chicos del perfil de Facebook, “Mi táctica es quedarme en tu recuerdo” y “Fue un amor conocerte, placer de mi vida”. De esa noche, el último aún está intacto, para suerte de ambos porque es uno de sus favoritos y el más recordado por sus seguidores.
-Al principio fue difícil. No hay que pararle a nada. Hay que darle y ya. Pasan los carros y la gente pita cuando te ve y eso, pero nadie se va a parar.
Las luces de la policía las únicas que les preocupan. Suelen llevar dinero extra por si deben “colaborar con los frescos”.
-Esta es la primera vez que los vamos a hacer con pintura. Con spray queda muy chimbo. Ya ahorita no cargamos tanto dinero para la policía. No nos sobró.

Amor al arte, de verdad
Ocho paredones es su marca. Esa noche graffitearon hasta que exprimieron las latas de pintura y las dejaron llenas de aire. Publicaron su trabajo en ACCIÓN POÉTICA PZO, la cuenta de Facebook que abrieron para difundir su trabajo. La bandeja de mensajes se llenó enseguida.
Descubrieron que no eran los únicos entusiastas por el movimiento, pero sí los únicos aguerridos.
-Desde que lo hacemos, todo el mundo nos ha dicho que quieren participar. Escribimos en el “estado” que vamos a rayar y nos dan uno que otro “me gusta”, pero nadie se anima. Cuando subimos las fotos, le dan mil “me gusta”.
Se valen de amigos, de la ayuda de algún pana que ofrezca el carro sin miedo. Cuando ocurre, dan vueltas por toda la ciudad con algunos lugares ya ubicados, pero los ojos bien abiertos por si surge otro.
-Sería beneficioso que se uniera gente por la cuestión del dinero para comprar la pintura. Es muy difícil conseguir quien nos lleve. Ni él ni yo tenemos carro.
A sus amigos les extraña un punto en particular: que tomen tales riesgos sin provecho aparente. No ganan dinero, ni fama. Tampoco hay una novia a quien dedicarles los mensajes. Todo es por amor al arte, literalmente.
-¿No han surgido chicas que queden enamoradas con su trabajo?- les pregunto.
-No y ya sé para dónde vas. No nos hemos cogido a nadie por esto.

Calidad cultural
-La poesía es un acto muy íntimo. Es una capacidad de sincerar muchas cosas en la vida.
Los años no pasan en vano para el poeta guayanés Francisco Arévalo. El cansancio no han tocado sus letras, ni su corazón, pero sí su vista, por lo que no está al tanto del trabajo de Acción Poética. Al saber de ellos, discurre entre lo que realmente es poesía y vale la pena ser publicado.
-El problema es la forma y el fondo (...) La poesía es arte y arte es rebelarse. Por eso cuando escuchas a Mozart y Beethoven, que todavía levantan suspiros, es porque rompen con la cotidianidad. Cuando una persona canta y rompe con el ruido de la calle, es porque llega a la exaltación. Tiene que ser con calidad.
Los muchachos de Acción Poética tienen esto en cuenta. Aunque bien podrían escribir mensajes de su autoría, prefieren duplicar frases de libros famosos en un intento de difundir la cultura.
-Contéstale que sí es de Gabriel García Márquez de El Amor en Los Tiempos de Cólera. Lo escribimos una vez. Hay mucha gente que nada más que lee la broma y lo identifica. Hay otros que no y lo que buscamos es eso, que leas algo, lo googlees, te guste y te intereses por el libro.
Con cada mensaje intentan que la gente deje de lado el teléfono y la televisión para tomar un libro y aventurarse a un mundo diferente que los dejará con buen sabor de boca.
-Tú sabes que en todos los libros hay una frase contundente, que el autor hace un análisis. Esas son las que buscamos.
Alba Scotto, socióloga y profesora de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), duda que el mensaje tenga tanto efecto como el que los muchachos quisieran. Explica que los graffitis se emplean como una manera de tomar los espacios urbanos con algo diferente y llamar la atención.
-Pero tanto como para meterse en Internet a buscar, no lo estimo, pero sí sirven para hacer una reflexión. Son una manera de distracción cuando vas en una cola, cuando va un peatón. El impacto no es tan trascendente, pero la frase se graba y se puede conectar con un video.
Francisco Arévalo comparte la idea desde una visión distinta. Si bien considera que la poesía estimula, consagra el amor y ayuda a vivir, cree que quien es socorrido es el autor y nadie más.
-Con poesía tú no logras transformar la sociedad. Tú puedes recrear a un lector de un momento determinado y eso contribuye con niveles de civilidad.
Igualmente piensa que cualquier intento para difundir la cultura es bienvenido.
-Estamos en tiempos difíciles donde el arte puede lograr estados de felicidad transitorio. Lo importante es que plasmen en esas paredes buena poesía.

No gusta a todos
Mientras los chicos pintan, el conductor de un vehículo se detiene a mirar. Está lejos, vidrios oscuros arriba, sin ganas de moverse. Ellos continúan rayando la pared con habilidad. No les importa que se trate de algún detractor de su trabajo, molesto por lo que consideran un acto vandálico.
-Rayar espacios públicos sin permiso, así sea poesía, será siempre vandalismo. Ojalá fuese penado con cárcel.
Vittorio Di Bonaventura es uno de ellos. Cada vez que escucha de los movimientos de Acción Poética, frunce el ceño y alza la voz para que su opinión quede plasmada. Para quienes piensan como él, los muchachos tienen una respuesta inmediata.
-Yo no los escucho diciendo diciendo algo cuando escriben “El Cotu lo mama rico”; “Te amo patita por siempre”; “Punkesita te adoro”; mensajes de política y de sindicatos. Es cuestión de cultura.
Quien me acompaña en el recorrido y hace las fotografías, encara a los chicos:
-A mí lo que no me parece es que rayen el paredón de alguien. Que agarren una pared blanca y la ensucien.
-Si reunimos un poquito más, compramos pintura blanca y la rayamos, como debería ser. Cuando son casas y broma, lugares privados no rayamos. Eso lo respetamos.
El conductor baja la ventanilla y empieza a hacer fotografías. Preocupada me acerco a ella para conversar sobre su intención. Resulta ser una chica muy joven y arreglada.
-¡Yo los sigo y me encanta lo que hacen!
Los chicos admiran su obra ya terminada. Se alejan un poco y con las luces del auto divisan bien la frase: Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Pertenece a El Amenazado de Jorge Luis Borges. Concluyen que sí, el mural queda mejor con pintura que con spray.
-Ella es su fan – les comento y señalo a la muchacha.
El par se acerca emocionado y conversa unos segundos con la chica. Meten la pintura y los pinceles en el auto que usan esa noche y se despiden. Más paredones los esperan. Más cultura debe ser difundida.

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Reproduzco el texto de mis trabajo publicado en las páginas centrales de Diario Primicia hoy. Allí no me dejaron dar el nombre de los "vándalos". Se trata de Mario Díaz y su primo, Rafael (cuyo apellido se me escapa). Un abrazo a ambos y mil gracias por dejarme entrar en su mundo de pintura. ¡Sigan llenándonos de literatura!





domingo, 5 de mayo de 2013

La magia de Dralion


Impresionante El espectáculo de Cirque Du Soleil no tiene  desperdicio

La magia de Dralion

**La cola, la demora, el sol y los precios exagerados se olvidan con la entrada de Giovanni, el payaso que presenta la esperadísima función en Venezuela

Lilihana Lara Arévalo
Fotos: Google Images

Caracas. La música vibra en todo el cuerpo. Los artistas salen, bordean el escenario, se toman de las manos y hacen una reverencia. Hay gritos, aplausos y ovaciones; las únicas nimiedades que puedes ofrecer ante el espectáculo que acabas de presenciar. Una fuerza te impulsa desde adentro; no lo piensas, te levantas y te desgarras las manos a aplauso limpio. Ese es el final de Dralion, el acto que Cirque Du Soleil presenta ahora mismo en el Poliedro de Caracas.
El inicio de esta historia se remonta a julio de 2012, cuando Emporio Group hizo un anuncio escueto de la llegada de la compañía canadiense a nuestro país. “CIRQUE DU SOLEIL, VENEZUELA 2013” decía la comunicación, acompañada del logo del grupo fundado en 1984.
Desde entonces estuve al pendiente de cada detalle, de los rumores de posibles espectáculos a presentar y por supuesto, el precio de la entrada. Es que si esa maravilla que tantas veces vi en la televisión llegaba a Venezuela, seguramente costaría un ojo de la cara.
En diciembre se develó la duda: Dralion, una obra sobre la confluencia de los cuatro elementos sería la presentada. La entrada más económica costaba 350 bolívares y venía con un estigma: mala visibilidad. Si quería disfrutar del circo, tenía que pagar un poco más.
-¿Cuántos años tienes?
-25
-En ese tiempo, ¿cuántas veces ha venido ese circo a Venezuela?
Gabriel –mi doctor y gran amigo- nombró el punto clave y me dio el empujoncito que necesitaba para ir por mi boleto. Fue mi autoregalo de Navidad.

Timada
La cita estaba pautada: Domingo, 28 de abril. 2:00 de la tarde. Llegué a Caracas esa mañana, me di un
baño y corrí al Poliedro de Caracas. Si quería entrar, tenía que estar como relojito inglés, dos horas antes de la función.
A las afueras del Poliedro puedes comprar camisas, llaveros, gorras, bufandas y cuide usted sino el sudor de alguno de los artistas. Los vendedores más astutos se colocan en la puerta principal.
-Chama, los binoculares pa’ que veas bien.
¡Perfecto! Entre el astigmatismo, la miopía, una ayuda a mi vista no me venía mal.
-¿En cuánto?
-Cincuenta, mami.
Saqué el dinero enseguida aunque me pareció que era demasiado barato, demasiado perfecto. Inspeccioné el artefacto e intenté chequearlo en mis ojos.
-Tienes que graduarlos, chama. En la rosquita del medio. Están graduados a mi vista, pero eso sirve.
El mentía y yo lo sabía, pero no quería discutir. Frente a mí se alzaban unas escaleras tipo Rocky para ir a retirar la entrada y alrededor, un montón de filas indias larguísimas en cada una de las puertas del Poliedro. Era tarde. No tenía tiempo que perder.

La cola
Emporio Group es una empresa muy astuta. Perdí la cuenta de la cantidad de personas contratadas para indicarte hacia dónde debías dirigirte. No acabas de dar dos pasos, cuando otro joven con camisa negra te sonríe y te dirige.
Cuando compras la entrada a Dralion, lo que te queda es un comprobante: un papel impreso en casa que ruega a Dios que no se te pierda, o te toca llorar.
Días antes de las presentaciones, hubo una jornada para retirar las entradas en el Sambil de Caracas y los del interior teníamos una segunda opción: canjearla por el boleto verdadero el mismo día del evento.
Debía ir hasta la taquilla 14 para obtener mi entrada verdadera. Antes que yo, y frente a otro montón de ventanillas, había decenas de personas haciendo lo propio; en realidad intentando.
-Señores, les rogamos paciencia. No hay sistema.
El horror. Las reglas eran claras: si son las dos y no estás adentro, te lo perdiste y la empresa tampoco contaba con un plan B.
Frente a mí había dos señores y detrás, un grupo de jóvenes dicharacheros.
-¿Y ustedes de dónde vienen?
-De aquí, de Caracas.
Así me di cuenta que la línea que suponía ser para “los de afuera”, era la cola de los “no tuve tiempo” y los “me dio ladilla ir para allá”.
Pasaba el tiempo y el sol golpeaba con más fuerza. Cada rayo en la piel incidía en la “calentura” de los que esperaban. Empezaron los típicos chistes y comentarios: “en este país se hace cola para todo”, “ni que estuvieran dando leche”, “esta gente se tarda más que Tibi”, “pero que no venga Tibi, que la última vez nos jodió”.
El sarcasmo se escondió para dar paso a una creciente protesta de gritos y “cacerolazos” (o golpear las barandas de metal con lo que sea que tenga a la mano) y después a actos violentos: insultos a las chicas de las cajas y hasta golpes a la estructura de plástico que separaba a los trabajadores de la empresa de los compradores.
-¡Ya se reestableció el sistema!
Con él, llegó el vitoreo y el paseo tipo Miss de los primeros que salieron con sus entradas. Fila J, puesto 15, grada superior lateral, era mi puesto. En media hora empezaba la función.

Timada, parte II
Si hay algo que nunca pensé fue comprar chucherías o algo para picar. Sabía que la función duraba más
de dos horas y que había un break de veinte minutos, pero comer no estaba en mi cabeza.
Me sorprendí al encontrarme con tantos tarantínes. Donas, tequeños, cotufas, refrescos, dulces, dulces y más dulces ofrecían en cada uno de los puestecitos.
-Me das un refresco y unos tostones, por favor. ¿Cuánto es?
-Cincuenta.
-¿Perdón?
Lo tomas o lo dejas. No crea usted que se va a encontrar con una mejor oferta en el puesto de al lado, al contrario, corre el riesgo que sea más caro.
Nuevamente colaboré con el robo a mano desarmada, hice la cola en la puerta que me indicaron -para que después me dijeran que era otra-, esperé y esperé hasta que por fin llegué a mi asiento, bastante desmoralizada.
A mi lado se sentaron tres hermanos: unos chilenos residenciados en Caracas que ya habían visto otros espectáculos de Cirque Du Soleil. El mayor tenía en sus manos unas cotufas tamaño mini mini (las únicas que ofrecen) y las engulló en unos segundos.
-Señor, ¿cuánto pagó por esas cotufas?
-Sesenta, hija – dijo, mientras deshacía la cajita de cartón y la metía en la cartera de su hermana.
-¡No me eches la basura! – saltó ella.
-¡No es basura, es un recuerdo! Del circo y de las cotufas más caras que me he comido en mi vida.

Color, lágrimas y risas
-Apaguen los celulares, por favor. Señorita, ¡que apague su teléfono!
Los chicos de Emporio Group iban de aquí para allá asegurando que se cumpliera la petición y al seguirlos con la mirada, te das cuenta de la cantidad de locaciones que quedaron vacías. Los “privilegiados” (los de la entrada más cara para ver cada ínfimo detalle de los actores), eran menos de diez personas. Hileras enteras vacías generaron un micro debate antes de empezar:
-Es que es muy caro. ¿Y las funciones que abrieron después? Esas entradas llegaron a cinco mil.
-¡Valdrá la pena!
Mi “vecino” tenía razón. En el momento que las luces se apagaron y Giovanni, el payaso, empezó a hacer travesuras con sus amigos Alberti y Vincenti, a uno se le olvida todo: la cola, los precios, el sol, el despelote, el que no quiere apagar el celular…
Desde ese momento, usted ruega por ser Pedro, el chico del público del que se mofan los payasos (y que termina siendo un actor más), usted vibra con los colores, con la música asiática, las figuras, el maquillaje y los dragones, se deslumbra con la innegable disciplina de los chicos en escena, ahoga gritos con cada acrobacia y entrecierra los ojos con los saltos de los muchachos del trampolín que se trepan por las paredes, rogando que no se maten pero con el morbo de que se caigan.
Contorsionistas, equilibristas y acróbatas te mantienen con el corazón palpitando con toda fuerza. La emoción te toma de tal manera que eres capaz de dejar salir un par de lágrimas de felicidad que pronto serán borradas por las risas provocadas por los payasos, en un nuevo acto gracioso que hila el espectáculo.
La única forma de apagar los aplausos, es con la retirada de las figuras. En ese momento te das cuenta que las casi tres horas se fueron volando y que si pudieras, volverías a pagar lo que fuera por sumergirte en el espectáculo. La gente sale del poliedro rozagante, entre abrazos y energía.
-¡Chama! ¿Esos binoculares funcionan?
El grupo de chicas va a la próxima función y ya se dispone a entrar.
-Dale, cómpralos – les sugiero. Después de todo, es parte de la magia y la experiencia de Cirque Du Soleil en Caracas. Hay que vivirlo completo.

Texto publicado en la página 33 de Diario Primicia (Puerto Ordaz)
 05 de mayo de 2013