Idiosincracia Espantos, aparecidos y serpientes gigantes forman parte de las leyendas urbanas de la región
¡Guayana de espanto y brinco!
***Parte de la cultura guayanesa se forjó con la creencia de la aparición de figuras fantásticas. Poco a poco, la ciudad va escribiendo su propia historia.
Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve
¡Cuidado! ¡Tenga mucho cuidado! Si usted es un mujeriego, le aconsejo que no transite cerca de Chirica cuando el sol se oculta. Por el cementerio aparece una mujer que confunde con sus encantos y hace pasar un mal rato a quien intente aprovecharse de ella.
Le sugiero también que maneje con bastante prudencia, más si pasa de noche por la Avenida Atlántico y se acerca al puentecito aledaño a las universidades. Seguro le sorprenderá el fantasma de otra mujer que aparentemente reclama la cautela de los conductores jóvenes.
Recuerde protegerse cuando camina por La Llovizna. Allí se oculta una anaconda dispuesta a llenar su barriga con el suculento sabor de algún visitante y de paso, persígnese si va por Alta Vista para contrarrestar las malas energías de una casa embrujada y de una tienda departamental donde se aparece el mismísimo hijo de Belcebú.
Bueno, tampoco se alarme. Estas creencias forman parte de la idiosincracia del guayacitano que forja su cultura a punta de tradiciones, conocimiento, ritos y mitos; leyendas urbanas que en esta sociedad semiavanzada todavía pueden erizar la piel y que también sirven de tema de conversación en un almuerzo de amigos.
Herencia mitológica
De todas los mitos urbanos que conoce, Diego Márquez recuerda con cariño el develado por una ancianita de San Félix. Contaba ella que debajo del subsuelo de la ciudad corre un río donde habita una serpiente gigantesca.
Cada vez que el animal se molesta o asusta, se mueve con tal fuerza que es capaz se hacer temblar el macizo guayanés. Nada que ver con las placas tectónicas; los movimientos telúricos tienen su explicación fantástica.
Márquez es un entusiasta del tema. Dicta la cátedra “Medios, mitos y valores” en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) y desde esa perspectiva visualiza la proliferación de leyendas urbanas como una adopción de creencias foráneas.
-La ciudad no hace a la gente, la gente hace a la ciudad y Guayana está formada por personas de otras regiones. Cada una vino con su carga mítica, las creencias de sus pueblos.
La existencia de los duendes es una de ellas, dice. El portal web Guioteca.com los define como “seres de aspecto humanoide, de muy baja estatura, piel gris o verdosa y con algún poder sobrenatural” y se caracterizan por su naturaleza malintencionada y ágil.
Se le atribuye cualquier desgracia o pérdida doméstica. Según esta creencia, si usted no encuentra las llaves, probablemente las ocultaó un duende travieso.
Tendrían que pasar cien años para que el guayacitano identifique sus rasgos verdaderos, sus raíces reales y las historias que realmente se acerquen a él. Lo que somos aún se escribe.
Con base histórica
Si de mitos se trata, en Guayana se buscó el más importante de toda América. Leopoldo Villalobos, primer cronista de la ciudad, se refiere a la leyenda de El Dorado. De cuentos y aparecidos prefiere no hablar. Se apega a la historia, a los libros, a las realidades y testimonios.
Pero si Villalobos se niega a aventurarse en las invenciones del guayacitano, Mildred Rojas sí habla de ellas con extensión. Se define como santera, palera y espiritista y chamalones en mano, asegura la existencia de la vida más allá de la muerte.
Tras ella lleva la historia de su exesposo, un camionero de cascos lisos que intentó conquistar a la muerte, literalmente. Venía en forma de mujer, una de curvas sugerentes, cabello largo y rubio y vestimenta roja. El espectro le pidió la cola cerca del cementerio de Chirica. Él no dudó en darle un puesto.
-Pensó que era muda porque él le hablaba y ella hacía puras señas.
El hombre intentó propasarse con la chica. Le decía que iría a Santa Elena, que lo acompañara. De ella solo obtuvo silencio.
-Bueno vale, tú me estás vacilando. Igualito te voy a llevar – dijo el camionero. Esta vez la mujer sí respondió.
-¡La que te voy a llevar soy yo!
Su rostro se había transformado en una calavera y el pánico lo hizo perder el control del volante. Entró a una zona enmontada y volcó. Su compañera había desaparecido.
Mildred explica el episodio desde su punto de vista mágico religioso.
-Yo creo en los egun, que son nuestros ancestros. Son personas fallecidas con algún rango; santeros o paleros. También creo en esas almas que fallecen en algún sitio y por la manera que mueren, se quedan en este plano porque no están cumplidas.
Con ello se refiere a la “misión divina” que cada uno posee; el por qué naces y qué estás destinado a hacer.
Los justicieros
La experiencia de su exesposo no es la única en el haber de Mildred. Recuerda los tiempos donde trabajaba en una clínica de la ciudad y las veces en que pacientes y trabajadores salían disparados, sudando del miedo.
-Allí salía una enfermera. Cuando vivía, peleaba por la esterilización de las herramientas quirúrgicas y cuando trabajas en ese lugar, te das cuenta que no lo hacen como es debido. Ella aparece porque no va a descansar hasta que alguien ponga orden. Los que aparecen son almas que murieron de cierta forma y vienen a castigar.
Asegura la mujer que tanto centros hospitalarios como Iglesias están plagados de almas en pena. Intentan ayudar a familiares y conocidos con las herramientas que tienen.
-Yo los siento como justicieros. Si ellos no quieren que tú hagas algo, te van a dar por donde más te duele. Te gritan al oído, te mueven cosas. Lo que quieren es poner orden, pero como están descarriadas lo hacen de mala manera.
Es necesario “fundamentarlos”.
-Hay que hacer negocio con ellos. Los ayudas a ver qué es lo que quieren, que entiendan y que escuchen.
-¿A quién le saldrías tú? - inquiero.
-A los desobedientes.
Un mito y un egun
Mildred desconoce las leyendas urbanas que rondan en Guayana. Al serle reveladas, simplemente responde que es necesario examinar el lugar donde se ubica la manifestación para determinar si realmente hay una presencia.
“Todo va a depender de lo que se repita y qué tantas veces se repita. Si vas como medium y no pasa nada, ya es jodedera de la gente. De paso juegan con eso... si supieran qué escogieron para jugar. ¡Con eso no se juega!”, dice.
Mitos famosos en Guayana
•La anaconda de La Llovizna: Realmente no es una leyenda urbana, lo que es falso es lo que se dice sobre ella. Los cuidadores del lugar aseguran que hay serpientes ocultas en la vegetación, pero no se ha reportado ataques a los visitantes.
•De enfermeras: Se dice que se aparecen enfermeras fallecidas en varios centros hospitalarios. Quizás la más famosa es la del Hospital Uyapar; justo en la curva que da hacia Alta Vista. Lo más interesante es que es necesario hacer un cambio de luces para que aparezca. Una vez lo hice... no pasó nada.
•La casa embrujada: En Alta Vista hay una casa vieja, semiabandonada. Cuenta la leyenda que los inquilinos no duran más de seis meses allí. Algunos comentan que ocurrió una gran desgracia: la familia propietaria murió en un accidente de tránsito. Otras personas aseguran que quienes alquilan la vivienda, se retiran cuando empieza a subir la renta.
•El fantasma del puente: Cuentan que el puentecito de la Avenida Atlántico -cerca de las universidades- ocurre otra manifestación. De acuerdo a la versión, puede ser una mujer o un hombre e incluso dos monjas, que se “montan” en el carro de quien va ebrio y lo hace chocar.
•Misterio en la tienda departamental: El gerente de una famosa tienda departamental tiene un pacto con el Diablo, o eso dicen los guayacitanos. Explican así sus altas ventas y también sus desgracias. Aseguran que han visto la cola de Lucifer rondar por los pasillos.
•La mujer del cementerio: Los mujeriegos encuentran su otra mitad en el cementerio de Chirica. Una hermosa mujer les pide la cola allí y que cuando los astutos intentan propasarse con ella, se transforma en una calavera.
•El mecánico del cementerio: Al otro lado de la ciudad; en las calles cercanas a Jardines del Orinoco, aparece otra figura, cuentan algunos testigos. Es el espíritu de un mecánico que ayuda a los conductores de automóviles con desperfectos mecánicos. Después de hacer andar el carro, vuelve al camposanto.
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