La única vez que pisé la coordinación de mi colegio fue por mala contesta: la norma de la institución era llevar falda plisada y mi mamá me regaló una de pliegues anchos que me encantaba. Un lunes, la profesora de historia me llamó la atención por ese detalle y me pareció tan ridículo que le eché una mirada de "¿es en serio, bitch?". El horror. Un día después demandaban mi presencia en la oficina de la "Coco", como le decían a la coordinadora del Colegio Caura.
-Nosotros nos caracterizamos por un lenguaje de respeto. Con "Lula" tuvimos una experiencia maravillosa.
"Lula" (el apodo de una de mis hermanas) se había retirado del Colegio Caura dos años antes y su "legado" me perseguía. Quien haya estudiado con sus hermanos debe comprender mi frustración. Es natural que surjan las molestas comparaciones entre profesores y alumnos; también ocurre que no puedes hacer nada, porque el chisme llega de inmediato a esa persona con la que compartes genes.
"Lula" y yo nos parecemos muy poco. Ella era la artista, la amante de los bailes, noviera, cabello largo, negro y liso, simpática y adorada. Yo... yo me metía en cursos de pintura, huía de los disfraces y las coreografías, tuve un único novio al que le gustaban los chicos, y mi cabello era (y sigue siendo) poco manejable. Ah claro, y soy odiosa; esa parte deliciosa de mi encanto...
Ahora, el legado/karma de "Lula" no fue nada comparado con el de César y Dayhana, mis hermanos mayores. En el Liceo Los Olivos se encargaron de marcar la reputación de magnánimos estudiantes; los niños de 20, los quema pestañas-come libros. Los conocían como los "Larita" y eran magnificados por los profesores.
Mal la pasó Adriana, la hermana del medio. Ella entró a Los Olivos cuando mis hermanos ya se habían graduado y su recuerdo permanecía intacto.
-¡Otra Larita! ¡Qué bueno!
La emoción se les fue en la entrega de las primeras notas. Adriana es una mujer muy inteligente, habilidosa para conseguir dinero y trabajadora, aunque con un grave problema: es muy floja. Eso de estar pendiente de las clases, ecuaciones y libros nunca fue lo de ella y "pisoteaba" la imagen de César y Dayhana cada día.
Uno creería que esas historias se olvidarían con los años, que la relación directa con la familia habría acabado. Error. Los profesores recuerdan todo y lo viví casi diez años después de la salida de mis hermanos de Los Olivos, cuando por fin me tocaba a mí entrar a "La Nasa" (como le decían al liceo) y pensé que podría hacer lo que me viniera en gana.
Recuerdo la primera clase de historia, dictada por el profesor Merchán. Dijo unas cuantas palabras y pasó la lista.
-Lara Arévalo... ¿tú eres hermana de César y Dayhana?
No podía creer su buena memoria. Respondí que sí y pasé a un marcado escrutinio por su parte y el resto de los maestros de la "vieja guardia", esos que vieron graduarse a los primeros "Larita". Comprendí que no podía huir a mi destino. Tocaba ser la misma Lilihana del Caura. La galla. Como si me costara mucho...
-Nosotros nos caracterizamos por un lenguaje de respeto. Con "Lula" tuvimos una experiencia maravillosa.
"Lula" (el apodo de una de mis hermanas) se había retirado del Colegio Caura dos años antes y su "legado" me perseguía. Quien haya estudiado con sus hermanos debe comprender mi frustración. Es natural que surjan las molestas comparaciones entre profesores y alumnos; también ocurre que no puedes hacer nada, porque el chisme llega de inmediato a esa persona con la que compartes genes.
"Lula" y yo nos parecemos muy poco. Ella era la artista, la amante de los bailes, noviera, cabello largo, negro y liso, simpática y adorada. Yo... yo me metía en cursos de pintura, huía de los disfraces y las coreografías, tuve un único novio al que le gustaban los chicos, y mi cabello era (y sigue siendo) poco manejable. Ah claro, y soy odiosa; esa parte deliciosa de mi encanto...
Ahora, el legado/karma de "Lula" no fue nada comparado con el de César y Dayhana, mis hermanos mayores. En el Liceo Los Olivos se encargaron de marcar la reputación de magnánimos estudiantes; los niños de 20, los quema pestañas-come libros. Los conocían como los "Larita" y eran magnificados por los profesores.
Mal la pasó Adriana, la hermana del medio. Ella entró a Los Olivos cuando mis hermanos ya se habían graduado y su recuerdo permanecía intacto.
-¡Otra Larita! ¡Qué bueno!
La emoción se les fue en la entrega de las primeras notas. Adriana es una mujer muy inteligente, habilidosa para conseguir dinero y trabajadora, aunque con un grave problema: es muy floja. Eso de estar pendiente de las clases, ecuaciones y libros nunca fue lo de ella y "pisoteaba" la imagen de César y Dayhana cada día.
Uno creería que esas historias se olvidarían con los años, que la relación directa con la familia habría acabado. Error. Los profesores recuerdan todo y lo viví casi diez años después de la salida de mis hermanos de Los Olivos, cuando por fin me tocaba a mí entrar a "La Nasa" (como le decían al liceo) y pensé que podría hacer lo que me viniera en gana.
Recuerdo la primera clase de historia, dictada por el profesor Merchán. Dijo unas cuantas palabras y pasó la lista.
-Lara Arévalo... ¿tú eres hermana de César y Dayhana?
No podía creer su buena memoria. Respondí que sí y pasé a un marcado escrutinio por su parte y el resto de los maestros de la "vieja guardia", esos que vieron graduarse a los primeros "Larita". Comprendí que no podía huir a mi destino. Tocaba ser la misma Lilihana del Caura. La galla. Como si me costara mucho...
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