Miré de un lado a otro ese minúsculo e inmaculado espacio, seguramente esperando que la regadera me diera la respuesta. Me estaba muriendo de ganas de hacer pipí y afuera de la puerta de madera estaba mi amante, esperándome para una sesión de caricias (creo yo) después del primer round en aquella habitación de hotel. No se me ocurrió otra cosa que tocar el frío metal del grifo del lavamanos y abrirlo. El sonido disimularía el del chorrito que salía de mi cuerpo.
Si no fue la primera, fue la segunda o la tercera vez que estábamos juntos. Daba igual, la cosa iba empezando y yo tenía que demostrarle su fortuna por estar conmigo. Porque una novia perfecta se despierta con aliento a menta, el cabello perfectamente peinado, la manicure y la pedicure intactas y claro... ni mea, ni caga.
Con el pasar de la relación, te das cuenta que las cosas no eran como te las pintaron. Del inicial "elige tú la película", "comemos donde tú quieras", pasamos al "no quiero ver esa porquería de acción" y "vamos a comer en Fridays... ¡FRIDAYS, HE DICHO!".
El tipo te mira en tres y dos, preguntándose dónde quedó la mujer de las primeras citas, esa a la que no le importaba que bebiera con sus amigos los viernes en la noche y llegara tarde a la salida del sábado en la mañana.
La cosa llega hasta otros ámbitos. Lo vivo ahora mismo, en mi nuevo trabajo. Se trata de un grupo español que posiciona páginas webs y marcas. Contratan colaboradores en todo el mundo.
Me decía mi jefe en la segunda entrevista: tú decides a qué hora llegas. Claro, mis colaboradores de allá suelen empezar el trabajo a las seis de la mañana.
¿Seis? Yo a esa hora estoy teniendo mi último sueño. Pero nada, uno tiene que demostrar que está agradecido por la oportunidad y que merece el sueldo. Ya pensaba en el discurso que me lanzaría:
-Oye, si me necesitas a las seis, estoy a las seis. Que digo a las seis. ¡Mejor a las cinco!
Afortunadamente, Jesús (mi jefe) me dijo las palabras mágicas: "necesito es que estés despierta para que trabajes con ganas. Lo importante es que cumplas 160 horas mensuales".
Si no, me veía despierta desde las cuatro, café en mano o música rompe cristales, hasta que se acabara la magia y demostrara mis mañas y cuando se muestra esa cara, es cuando notas si el amor es verdadero.
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