miércoles, 27 de noviembre de 2013

En el ring con el desconsuelo

Muerte La siquiatra Elisabeth Kübler Ross divide el duelo en cinco etapas


En el ring con el desconsuelo


**En Venezuela, la principal causa de muerte son las enfermedades del corazón, mientras que la violencia se llevó a 21 mil venezolanos en 2012. Como dicen por allí, la muerte es lo único seguro que tenemos en la vida, por lo que aquí se ofrecen herramientas para acabar con la pena de perder al ser querido y seguir adelante.

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve


Ella se despierta con el corazón acelerado. Se levanta a trompicones y con desesperación toma el celular. Son las 03:00 de la mañana. Nadie ha escrito desde que hace cuatro horas el sueño la venció. La llamada que espera, nunca llegará.
Él se ha ido y ella no lo acepta. Se fue para siempre luego de que el cáncer lo consumiera de a poco.
Ella no es la única que sufre, porque la señora muerte, como la llaman con todo respeto, diariamente visita a miles vestida de traje negro y guadaña, dejando en un muro de lamentos a los seres queridos.
En Venezuela, las enfermedades del corazón corresponden la principal causa de deceso natural; número que se enfrenta a las muertes violentas. En 2012, se registraron 16 mil asesinatos en el país, según Néstor Reverol, ex Ministro de Interior y Justicia aunque en los números del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) la cifra asciende a 21 mil. De esas muertes, 585 ocurrieron en Guayana, revelan conteos extraoficiales.
A las peticiones de justicia y engorrosos trámites funerarios se enfrentan los dolientes, quienes después de haber entregado el cuerpo a la tierra –en caso de que sean enterrados- quedan en el abismo de duelo.

Más que muertes
Psicológicamente el duelo se define como un proceso natural que atraviesa el ser humano cuando se enfrenta a una pérdida, por lo que no se relaciona exclusivamente a la muerte.
Una persona también entra en tal estado cuando pierde su empleo, rompe una relación amorosa o se entera que sufre una enfermedad terminal.
“Es un dolor psicológico; la manera en que la mente lidia con lo que está pasando”, dice Giovannina Vivas, sicólogo clínico.
Se trata entonces de la tristeza y la incertidumbre de no saber qué pasará, de sentirse perdido y confundido, cuando cambian definitivamente algunas circunstancias de la vida monótona. Puede sentirse igual de devastada una mujer que acaba de perder a su madre, como una chica que hace poco rompió una larga relación amorosa.

Cinco etapas famosas
Aunque el sicólogo Evart Gurley, advierte que la manera vivir el duelo es diferente para cada individuo, la siquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler Ross dividió el proceso en cinco etapas, publicadas en el libro On death and dying del año 1969.
La explicación se popularizó rápidamente en las escuelas mundiales dedicadas a la conducta, así como en el colectivo, gracias a series de televisión y otros medios de consumo masivo, en las que se comúnmente se hace referencia a ella, aunque sin rendir tributo a su autora.
Constituye la negación la primera fase del duelo. Vivas la conceptualiza como un mecanismo de defensa; la herramienta que tiene la mente de protegerse ante la noticia fatal. “No es que se esté inconsciente de lo que pasa, sino que es una forma en la que la psique se protege”.
Se observa en la típica conversación con el amigo, quien intenta dar una palmada en la espalda con una pregunta innecesaria. El “¿cómo te sientes?” se responde con un simple “bien” o “no ha pasado nada”. También se refleja en los: “esto no puede estarme pasando”; esa idea de que estamos en una pesadilla con ganas enormes de despertarnos. “Es natural. Es una forma de no volvernos locos”, completa la sicóloga.
Se pasa entonces a la depresión, comprendida como una tristeza mayor a la común. No es lo mismo sentirse mal porque se discutió con el hermano, que caer en un estado depresivo en el que el dolor parece ser infinito y sin salida.
Esta fase está ligada con la ira en la que quien padece el duelo no se explica por qué ocurrió el hecho e incluso, puede haber un poco de culpa. Son comunes expresiones como “pude haberlo hecho distinto”, “si tan solo hubiera…”. Sentimientos de envidia y molestia suelen ser proyectados hacia quienes están alrededor.
Es la negociación la cuarta etapa, en la que la mente intenta sobrellevar la pérdida. El individuo justifica por qué no hizo algo por quien falleció y hay un análisis constante en el que, cual película, se repite lo ocurrido. Vivas lo define como un “negocio interno” en el que la persona comprende lo ocurrido y se enfrenta a sí mismo. Se pregunta: “¿qué voy a hacer con estos sentimientos?”.
Finalmente, llega la aceptación; la comprensión de que nada es para siempre y que la vida continúa. Cumplir este ciclo debería tomar de seis meses a un año.

Entorno afectado
Atravesar dichas etapas, viene acompañado de una sensación de tristeza e irritabilidad. Vivas manifiesta que durante el duelo se está tan sensible a los estímulos externos, por lo que es frecuente que surjan problemas con quienes rodean al doliente.
“Es propio del duelo. Si se murió alguien que quieres, se ve afectado tu trabajo o tu relación de pareja. Si terminas con tu novio, puedes tener dificultades con tus amigos o en tu entorno laboral”.
Quienes acompañan a quien sufre y el propio afectado, también debe entender que el doliente tiene derecho a los sentimientos que experimenta y a conversar sobre eso. “Hablar es importante para no reprimir sentimientos. Se debe recurrir a quienes se les tiene confianza, pero no abusar. No todo el mundo está preparado para escuchar”, aconseja.

Salir adelante
Para sobrellevar la pérdida, los sicólogos hablan de herramientas conocidas por todos. Gurley, por ejemplo, comenta de la importancia de continuar la vida: siempre se debe vivir.
Recomienda estipular nuevas metas a futuro; un estilo de vida diferente. Vivas lo apoya, ahondando en la importancia de “ubicarse” en lo que aún queda por vivir. “Uno no debe anclarse en el pasado. Eventualmente te das cuenta de lo que tienes en las manos y lo que puedes hacer con eso”.
Sugiere no abandonar las actividades cotidianas, rodearse de personas y continuar acudiendo a la universidad o el trabajo.
Mantenerse activo es otro consejo que da la sicóloga. “Uno tiene derecho a no salir un día. El problema es cuando se torna algo frecuente”. Encerrarse en casa puede generar tristezas que estallan en una depresión.
“Lo más importante es apoyarse en el otro porque somos seres sociales. Algunas personas se aíslan. No es una buena opción”.

Previniendo el dolor
Cualquier persona preferiría evitar el dolor de la muerte, aunque se trate de algo inevitable. El problema radica en nuestra educación que no nos prepara a las dificultades.
Giovannina Vivas lo explica con un buen ejemplo: el primer amor. “Cuando se tiene la primera pareja, crees que es el amor de tu vida y eso pasa muy pocas veces”.
Aquí reza la importancia de ser inteligente emocionalmente: comprender lo que se está sintiendo y regular las respuestas a ello.
Ver la pérdida desde otra óptica también es fundamental, tal y como ocurre en el budismo. Arturo Sánchez, miembro del Centro Budista Camino del Diamante –una de las escuelas de este estilo de vida- advierte que para ellos la muerte está comprendida como un “cambio de estado”.
“No quiere decir que no nos afecte porque hay sentimientos que nos conectan. Es más como una despedida, como quitarse y ponerse la ropa”.
En el budismo, la creencia es que lo que es permanente es la mente (que no el cerebro), a diferencia del cuerpo. “La mente está en todas partes, es inmutable al tiempo”. Entonces, ese “cambio de estado” se considera tan natural como un cambio de residencia, de nivel y presentación.
No en balde, el budismo maneja el concepto de la reencarnación según el cual una misma mente resurge en innumerables vidas. “Nosotros somos responsables de nuestra próxima vida y de cómo vamos a reencarnar. Es la ley de la causa y efecto”.
La meditación que se practica en esta doctrina (aunque Sánchez asegura que no debe dársele tal sustantivo) forma parte del método para lidiar con la pena. “Se puede tomar distancia de las emociones. Uno decide si quiere lidiar con ellas o no”, comenta al tiempo que asegura que no se trata de reprimir: “las emociones suelen llevarnos a cometer actos de los que nos arrepentimos”.
Tal concepto es criticado por Gurley, para quien hay que vivir el duelo de una forma natural. “Uno no se puede cerrar a eso, lo que hay que hacer es dejar de ver la muerte de forma trágica”.
Y Sánchez lo hace cuando dice que no hay que temer a la muerte, pues es lo único seguro en la vida. “Lo que varían son las formas de morir”.
A los no budistas sugiere calmar la mente con ejercicios sencillos: sentarse cómodamente con la espalda derecha y despegada del espaldar de la silla y focalizar la atención en el aire que entra y sale de los pulmones. “Ayuda si estás alterado”.

Consulte a un especialista
Si hay algo en lo que concluye Sánchez es en la aseveración que el budismo no es terapéutico. “La depresión debe ser tratada por un profesional”.
Aunque Vivas preferiría que las visitas al psicólogo fueran parte de una vida cotidiana, sabe que la mayoría de sus pacientes buscan ayuda cuando están en el fondo del foso.
Aun así, comenta los momentos en los que es absolutamente necesario buscar ayuda: cuando ha transcurrido un año de la pérdida y cuando el duelo se vuelve patológico.
Ahonda sobre el segundo ítem y lo define como cuando el recuerdo continúa atacando al doliente. “Y él sigue esperando, duerme con algo de la otra persona. No lo deja ir”.
El siguiente escalón es ir con el siquiatra, en casos en los que se padezca insomnio. “Allí ya se necesita medicación”.
Eso sí, nunca dude en buscar ayuda. Recuerde que aún quedan aventuras por vivir.

Pequeños somatizan
La pérdida del padre o el abuelo, también afecta a los niños. Giovannina Vivas manifiesta que en ellos, es usual que se vuelva una afección somatizada. “Los niños presentan enfermedades estomacales y otras variantes porque no hablan lo que ocurre”.
Es la comunicación la clave para salir adelante, dice Evart Gurley: siempre hay que decirles la verdad de la mejor manera. No se les debe explicar lo ocurrido con demasiada tragedia.

Publicado en Diario Primicia
26 de noviembre de 2013

(Ideas que surgen cuando ves Lost y Shannon sufre por la muerte de Boone)


lunes, 25 de noviembre de 2013

René: un angelito en el cielo

Relato Rina cuenta la historia de su hijo, víctima de una enfermedad rara

René: un angelito en el cielo

***A René le diagnosticaron síndrome de Wiskott-Aldrich que lo mantenía con las plaquetas bajas. Junto a su madre se mudó a España donde recibió ayuda del Estado. Tras un trasplante de médula ósea, el pequeño falleció. 

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve


I. Alegría
Hay dos días que Rina Alonso recuerda como los más felices de su vida. Escribe la fecha exacta, evocando cada momento, cada sentimiento, cada sensación, cada sonrisa.
Era el 03 de junio de 2007 cuando lloró de la emoción y corrió hasta la Iglesia para dar gracias a Dios por la bendición recibida. Momentos antes se enteraba que dentro de ella crecía René, su primer hijo.
El 31 de enero de 2008, Rina lo tuvo en sus brazos. El parto se adelantó una semana y moría de miedo. Su  madre, abuela, hermano y una buena amiga estaban la acompañaban cuando los dolores empezaron a ahogarla. 
Cuando finalmente lo miró, se estableció el vínculo definitivo “madre e hijo”. Rina se convirtió en todo para René. Él era su vida.

II. Miedo
Un mes y diez días después, Rina notó algo extraño en su hijo. La piel estaba marmoleada, excretaba sangre y mostraba quebranto.
Durante casi un año, Rina y René visitaron cinco hematólogos diferentes. Todos coincidían que el bebé padecía de PTI (Púrpura Trombocitopenica Idiopática), trastorno que según la página web Medine Plus, “destruye las plaquetas”.
El costo de las medicinas y tratamientos era demasiado elevado y la madre sentía que no había mejorías en el pequeño. El pediatra le hizo una sugerencia: mudarse a España, cuyo gobierno cubriría todos los gastos, al tener Rina doble nacionalidad.
La última hematóloga estuvo de acuerdo. Rina no lo pensó demasiado y como ella misma dice, “agarró a su muchacho” en una travesía que duró cuatro años.
Inicialmente René recibió el mismo diagnóstico, hasta que Rina llevó a su hijo a otro hospital y el médico tratante tuvo una corazonada. Para confirmarla, había que hacer un prueba médica que tardaría un mes en mostrar los resultados. En sus manos tuvo la confirmación: René sufría del síndrome de Wiskott-Aldrich.

III. Confusión

También se le llama síndrome de inmunodeficiencia, trombocitopenia y eczema. Según la web de la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), se trata de una “inmunosupresión crónica hereditaria, ligada al cromosoma X de tipo recesiva”.
Efectivamente, todo coincidía con la vida que había llevado el pequeño. Cuadros diarréicos y hematomas eran algunos de los síntomas, como destaca la página de la Universitat do Valencia. “Durante el primer año de vida los pacientes afectos desarrollan lesiones cutáneas a tipo dermatitis atópica así como infecciones recidivantes producidas por el s.pneumoniae. En casos más avanzados son frecuentes las infecciones oportunísticas por P.carinii y por herpes virus”, dice.
Este padecimiento está contemplado entre las siete mil patologías definidas como “enfermedades raras”. Estas afecciones atacan a una de cada dos mil personas; una de mil 500, si se trata de Estados Unidos. En el caso de Venezuela, se estima que hay medio millón de pacientes.
Para Rina, todo esto significaba una cosa: René no podía recibir golpes porque siempre tenía las plaquetas muy bajas. Una caída se podía transformar en una hemorragia y con ella, podría llegar la muerte.

IV. Soledad
Dicen por allí que en los momentos más duros se conocen a los amigos y Rina se llevó una decepción muy dura. El padre de René dio un paso atrás cuando empezaron a buscar soluciones. La única manera de que René llevara una vida “normal” era con una trasplante de médula ósea.
Rina rememora el momento del diagnóstico. “Sentía que se me acababa el mundo”, recuerda, aún más sentido porque estaba en un país que aunque era suyo, también se sentía ajeno. Sus familiares y sus amigos estaban en Venezuela. Allá, en España, René y ella estaban solos y cada uno se apoyó en la sonrisa del otro.

V. Amor
La vida en España no era sencilla. Cuando se fue, Rina solo contaba con el dinero para el pasaje y el cupo de Cadivi, que pronto se agotó. Se valió de amigos, familiares y conocidos para vender rifas y tener dinero para sus gastos básicos. Su madre recolectaba el dinero y se lo enviaba cada tanto. El Estado español seguía corriendo con la renta médica de René.
Él nunca fue un niño normal. Para no ponerlo en riesgo, Rina lo cuidaba muchísimo. No lo dejaba correr, saltar o brincar, por miedo a que se cayera y sufriera una hemorragia.
El crecimiento psicológico era regular. De hecho, sobresalía por su inteligencia.
El amor entre ambos aminoraba las penas. René era especial e inteligente y llenaba de cariño a su madre con frases que todavía le llegan al alma. "Eres la mejor madre del mundo que puedes hacer a un niño feliz...", decía. "Mami, eres lo único que me importa para ser feliz".

VI. Dolor
René cumplió los dos años. A esa edad, recibió el trasplante de médula ósea en Barcelona, España. Todo pintaba bien. El diagnóstico médico era favorable y se recuperaba poco a poco.
Rina se mantuvo en España para continuar con el tratamiento de su hijo. Cuando estaba próximo a celebrarse el quinto cumpleaños del niño, el pequeño sufrió un derrame cerebral por complicaciones.
"Aun con todo lo que viví no me arrepiento y si volviera a nacer volviera a elegir a ese hermoso ángel como mi hijo", comenta Rina para poner punto, no final, a la historia de su primer hijo. 

**Ayudar
La historia de Rina Alonso continúa. Mucho antes de la muerte de René, ella pensó que podría brindar ayuda a las madres de niños en situaciones similares: con una enfermedad rara y sin dinero suficiente o las posibilidades de ella para contar con el financiamiento del gobierno español.
Más allá de dar fondos, Rina quiere que su fundación de información y apoyo moral a quienes sufren con situaciones como la suya. 

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Publicado en Diario PRIMICIA
Ciudad - Página 11
25-11-2013 

sábado, 2 de noviembre de 2013

Luz y alegría a quienes se fueron

Festejo El Día de los Fieles Difuntos es una celebración católica


Luz y alegría a quienes se fueron


***Hoy, miles de creyentes acuden a los cementerios para rendir honores a sus seres queridos. Descubra el origen de la celebración y la diferencia entre esta fiesta y Halloween o el Día de los Muertos. 

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve


¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé, pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.
(Gustavo Adolfo Becquer)

Sonrisas y lágrimas
La comida está lista. El colorido traje típico, perfectamente planchado. La casa destila aroma a flores y cera caliente, que poco a poco cae de las velas. Claudia lo preparó con somero cuidado y las botellas de tequila no faltan para la celebración en su natal México.
Festeja por los que se han ido, porque según la leyenda que escucha desde niña, hoy en la madrugada los espíritus de su familia regresan a casa a degustar sus platos favoritos.
Pero en Venezuela el jolgorio público no se asemeja al mexicano. En este país del sur, el Día de los Fieles Difuntos se celebra con solemnidad: una visita al cementerio y mucha oración, tal y como indica Monseñor Mariano Parra Sandoval, obispo de la Diócesis de Ciudad Guayana. 
Cada 2 de noviembre, la Iglesia católica pide a sus feligreses elevar plegarias por aquellos que murieron, incluso los olvidados por sus propios familiares, con la esperanza de que las palabras santificadas guíen las almas hacia la vida eterna.
La fiesta es mucho más intensa en los monanzos de palo -donde se integran las familias mayumberas-. Se reza mucho y se canta todavía más, a la espera que el ancestro que está en el plano espiritual, "baje" y se manifiesta en el plano de los vivos, al ritmo de los tambores, el ron y el tabaco.
Sea entre tequila y flores; oraciones ceremoniales o cantos, tambor y ron, hoy es un día especial para recordar a quienes todavía se lloran, a quienes se fueron para siempre... hoy es un día para celebrar su vida.

Cero trucos
No es Halloween y que quede claro. La transculturización y el continuo bombardeo de
imágenes de pequeños disfrazados pidiendo dulces al son del trick or treat, ha ocasionado una confusión continua sobre las fiesta latinoamericana.
No debe confundirse tampoco el Día de los Muertos con el Día de los Fieles Difuntos, pues la primera es una fiesta netamente mexicana de origen prehispánico, que adoptaron los españoles en la época de la conquista.
Las calaveritas dulces, los altares y demás ofrendas a los ancestros mexicanos, corresponde a una tradición diferente, pues como recuerda Parra, el Día de los Fieles Difuntos es puramente católico.
Tanto es así, que la Iglesia cristiana evangélica suele rechazar estas actividades. El pastor Edgar Rondón lo explica según el Nuevo Testamento. "En vida se decide dónde uno quiere pasar la eternidad", siendo este último concepto, lo que ocurre después de la muerte.
"Si se reconoce a Jesucristo como salvador, se sabe dónde está el alma. Nosotros no estamos en contra de la visita a los cementerios, pero los que conocen la escritura, conocen el descanso eterno".
Con tal concepción, son innecesarios los novenarios. "A veces ves en la prensa que alguien murió hace años y los familiares les siguen haciendo misas por su descanso eterno. Si alguien murió en Cristo, está entre paz y regocijo".

Fuera del catolicismo
Lo que sí es cierto, es que el Día de los Fieles Difuntos es una celebración "con muchos años de tradición", como la denomina Parra.
De acuerdo la página web de la Agencia Católica de Informaciones (ACI), ya se habla de esta tradición en el libro Segundo de los Macabeos del Antiguo Testamento, "y siguiendo esta tradición, la Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos".
Las costumbres venezolanas, producto de una mixtura de creencias e idiosincrasias, provocan que se salga de la simple eucaristía. "Nosotros alentamos a los católicos a no caer en la tentación, porque hay manifestaciones que van en contra de la fe católica", dice Monseñor.
Por esas tradiciones, se refiere a las prácticas indígenas y africanas que devengan en la conocida "brujería", término mal empleado de acuerdo a sus practicantes.
Mildred Rojas, quien se define como quimbicera, dibuja el ritual a los muertos como reuniones llenas de luces, cantos y comida. "Hacemos ajiacos. Cocinamos cabezas de cochino al horno para ofrecerlos". La creencia divide la lírica a cantos africanos, si se trata del ritual de esa región, o canciones folclóricas de Un Solo Pueblo, si lo que se busca es rendir tributo a las "tres potencias", es decir, los caciques, militares y figuras que lucharon por la independencia de Venezuela.
"En la noche nos reunimos en la casa con la Yaya (mamá), el Tata (padre) y los seguidores para hacer una gran ceremonia. Un día antes o durante la mañana, hacemos un sacrificio de plumas", revela.
Más allá de la creencia católica, evangélica o palera, lo cierto es que las tres vertientes conciben la muerte como el cierre de un ciclo. Mientras el Obispo Parra lo asimila como "un cambio de estilo de vida", Rojas lo describe como el final de una misión. Para el cristianismo se trata de entrar a la vida eterna, preferiblemente al lado de Cristo.
Cada vertiente celebra y eleva plegarias para que los deseos se cumplan, a su manera.

***Despiece

En toda Latinoamérica

Cual gran familia católica, el resto de Latinoamérica rinde tributo a sus difuntos. 
Por ejemplo, en Ecuador se estila la preparación de “guaguas de pan” y “colada morada” días antes del 2 de noviembre.
La comida que Claudia degustará en México, es colocada en los altares días antes de la celebración.


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Publicado en Diario Primicia
Página 11 
02/11/2013