lunes, 17 de febrero de 2014

Coleccionista de Besos

Soñador Ignacio Lehman va por el mundo llevando un mensaje de paz

Coleccionista de besos


**La cámara se convirtió en el elemento más preciado de un joven argentino quien en un viaje a Nueva York tuvo una idea revolucionaria: iría por el mundo de mochilero, tomando fotografías de besos. Es que un beso muestra la conexión de una pareja, de una familia... es un gesto de amor. Como él mismo asegura: Kisses are the solution: los besos son la solución a tanta violencia.

Lilihana Lara Arévalo

Seis años tenía Kyoko Katagami cuando la bomba atómica estalló en Hiroshima.
En Koi, un pueblo ubicado a tres kilómetros del epicentro del desastre, la entonces niña sintió que las piernas le temblaban. "Me impregnó una ráfaga de calor que se impregnó en mi piel. Un calor que nunca más volví a sentir", narra.
En su rostro quedan cicatrices de aquel momento. Las del alma, las que quedan intactas en la memoria y el corazón, la llevaron a rozar los más sublime de Hisao Katagami, su gran amor. Tendría él 14 años cuando ocurrió la tragedia. Era un adolescente rebelde que se escapó de clases y jugaba durante el estallido.
Hisao y Kyoko se conocieron tiempo después cuando eran voluntarios en Atomic Bomb Casualty Comission (Abcc), una organización que ayudó a levantarse a aquellos quienes perdieron la fuerza por el dolor de lo ocurrido.
Hoy Kyoko tiene 74 años. Hisao arribó a los 82. Los rostros están arrugados, el cuerpo ya no responde igual... y el amor está intacto.
Ignacio Lehman capta el sentimiento en una fotografía. La pareja sella lo más profundo de su corazón con un tímido toque de labios durante un memorial para la paz de Hiroshima, conmemorando el 68 aniversario de la explosión. Ignacio no duda en hacer click a su cámara.
La historia de amor y superación de la pareja japonesa es la favorita de este joven. Con ella selló su colección de sueños en el país oriental para lanzarse a otras fronteras, buscando paz.
Este relato es sobre él, un treintañero que abandonó su natal Argentina para recopilar pequeñas muestras de amor. Ignacio va por el mundo fotografiando besos (100 por cada ciudad que visita), y en su haber ya cuenta con más de mil gráficas.
Ha hecho escala en Ciudad de México, Ámsterdam, Tokio, Nueva York, París, Londres, Berlín, Barcelona y Buenos Aires. Ahora se encuentra en Perú. Visitaba Lima y se lanzó a la jungla, sin posibilidad de conexión con el mundo externo, buscando quién sabe qué.
Es que Ignacio es un tipo diferente. Va cazando historias de amor entre parejas, padres e hijos y hasta mascotas, haciendo volar su mente sobre los destino que le esperan, porque él representa eso: es como una imagen de jovencitos enamorados que se besan para despedirse, que se dan otro beso pequeño que los impregna de fuego, pasión y dulzura y tras una leve sonrisa, vuelven a besarse. Ignacio es el coleccionista de besos.

Sin ataduras
El viaje de Ignacio inició hace más de dos años mientras recorría Nueva York. Había renunciado a su trabajo en Buenos Aires y decidió pasar una temporada en Estados Unidos.
La magia de Times Square, el Rockefeller Center y la Estatua de la Libertad iluminaron su creatividad: se dedicaría a fotografiar besos alrededor del mundo.
"Los besos son una hermosa forma de contar una historia. El beso es algo divino", dice.
Para esta ocurrencia su única compañera fiel es la cámara. El proyecto fue llamado "100 World Kisses" y se ha reseñado en medios de comunicación de todo el mundo.
El rostro de Lehman siempre ilumina las primeras planas de los periódicos más importantes de los lugares que visita. 
En televisión suele vérsele con una sencillez de mochilero envidiable: zapatos cómodos, franela, pantalones cortos... No necesita de poses, ropa cara o excesivo reconocimiento, aunque se nota que lo disfruta.
No es para menos, porque al principio nadie daba un duro por su idea. Mostrar que con simpleza se puede llegar lejos, lo llena de orgullo.
Él es un soñador que busca enviar un mensaje de paz. "Kisses are the solution" (los besos son la solución) es la leyenda de la mayoría de sus fotos.
Su ojo fotográfico ha mejorado notablemente desde el inicio de la aventura. Inicialmente se mostraba una colección de fotos con un propósito interesante aunque un poco descuidado; ahora es una muestra de are sumamente cuidada y hermosa.
Recientemente se exhibieron las gráficas en el paseo peatonal principal Jirón Gamarra y en la Casa de la Emancipación, en Perú. El cantante León Gieco pidió autorización para mostrar las fotos durante un concierto en Argentina. La emoción del muchacho se sentía en el post que escribió para contar la novedad.
Eso sí, Ignacio es cauteloso. No se atreve a marcar ninguna de sus fotografías como "favorita".
-¿Qué tiene que tener una fotografía para que te agrade?
-No hay una fórmula fija. Tiene que contar una historia. Eso es todo.

Romance sin distinción
"Un beso es un puente entre dos almas", define Ignacio, pero su sensibilidad va más allá.
Con 100 World Kisses, el joven busca transmitir un mensaje de amor, paz y esperanza. Después de todo, dar un beso se trata de eso: de conectar a dos personas a través del cariño.
A pesar de los detractores y los tropezones, Ignacio no duda de la existencia de ese sentimiento que mueve masas: "El amor existe y en definitiva, todos lo buscamos. Algunos podrán hacerse los distraídos, pero tarde o temprano el amor siempre terminará triunfando".
-¿Puede un beso ser una herramienta para la paz?
-Es un símbolo. Dos personas que se besan están contando algo sin utilizar las palabras. En un mundo donde hay tanto caos, violencia e injusticias, los besos nos recuerdan volver a las bases de los que somos y de donde venimos.
Muchos no comparten la ilusión de Ignacio. En varias oportunidades sus fotografías han sido reportadas por usuarios de Facebook, escandalizados porque también muestra parejas homosexuales. 
En esos momentos, el cazador de besos tiene un pensamiento: "No veo la necesidad de acordar una única forma de amor entre todos. Eso no es amor. Amor también es vivir con libertad".

Con los sueños por delante
Si hay algo que refleja la vida de Ignacio es que los sueños no mueren. Él se despegó del 16 y
último, de la familia y de la patria y ahora es un ciudadano del mundo, a pesar de las dificultades.
Su estadía en cada ciudad se mide en besos: una vez colectados 100, debe tomar el avión y embarcarse en una nueva aventura.
La experiencia le ha mostrado que los latinos son más amorosos, por lo que fotografiar besos en Venezuela es una idea que juega en su mente. Confiesa que le agradaría hacerlo, de ser invitado. "Creo que es un país que tiene mucho para contarle al mundo".
En el otro extremo, hasta ahora los japoneses han resultado los más reservados.
"En Japón la gente no se besa en la calle. Apenas algunos se toman de la mano. Intentar fotografiar besos allí fue el mayor desafío que me ha tocado vivir. (...) No me quería rendir aunque a veces es tentador hacerlo. Y finalmente, lo logré. De eso se trata soñar. Soñar es aprender a no rendirse".
Y sus sueños muestran historias de amor, por sobre todas las cosas. Es que, en el fondo, esta historia sobrepasa a Ignacio. Él es un simple "cazador" esperando su presa. El beso y sus autores son los protagonistas, así como Koyko e Hisai. Ellos firman con el amor más puro.

***Besos bélicos
Ignacio Lehmann guarda otro anhelo: fotografiar  besos en ciudades donde haya conflictos
bélicos en un intento por demostrar que la humanidad y la pureza de corazón siempre saldrá ganando. "Mientras algunos  mueren por caprichos de vaya a saber uno quién, otro aman y desean iluminar sus vidas".
Si usted quiere colaborar con él o saber más de la iniciativa, puede contactar a Ignacio en su perfil de Facebook (/100WorldKisses), su página web (100WorldKisses.com), su perfil de Tuiter (@100WorldKisses) y su cuenta de Instagram (100WORLDKISSES),



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Publicado en Diario Primicia
Dedicado a Mr. Sunshine, por darme la sensación y el sentimiento necesarios para plasmar estas palabras.










domingo, 9 de febrero de 2014

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (y II)

Identificación Cuando se trata de poner nombres, el venezolano se caracteriza por ser demasiado original

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (y II)

***Impronunciables e imposibles de escribir. La inventiva causa problemas en quienes tenemos un nombre “poco común” y aunque se asomó una posible legislación al respecto, la dura crítica la metió en el cajón del olvido.

Lilihana Lara Arévalo

-Grupo número dos: Yuneisi, Dugleysis, Juletzys, Geisis y Yobetzy.
No pude disimular la mueca de desagrado al mencionar los nombres en seguidilla y las aludidas lo comentaron:
-Profe, nuestros nombres son lindos.
Esbocé una media sonrisa, más disculpa que otra cosa, por mi indiscreción. Después de todo, la inventiva es muy característica del venezolano y hasta reinas de belleza forman parte de esta estadística: la última Miss Venezuela coronada se llama Migbelis Castellanos y el nombre -producto de la mezcla de Miguel e Isbelis- generó chistes y comentarios en las redes sociales por su sonido peculiar. 

Nombres por tandas
El exceso de imaginación no es exclusivo. La filóloga y periodista cubana Yoani Sánchez, nombró su blog (y posterior libro) como “Generación Y” para distinguir a quienes nacieron en su misma época -la de los años 70- cuyos padres solían utilizar la letra "Y" como inicial de la mayoría de los nombres.
Según un reportaje elaborado por la BBC Mundo, “era parte del deseo de ser diferente, de afirmar la propia autonomía en un país donde el Estado controla casi todo”.
Francisco Javier Pérez, lexicógrafo y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) asegura que el fenómeno sí se agudiza en tierras venezolanas y divide la anormalidad  en tres grupos:
1. La extraña fusión: Son los estrafalarios, los surgidos por la fusión de los nombres de los padres. Muy pocos llegan a un resultado “feliz” pues además de ser difíciles de recordar, acarrean inconvenientes lingüísticos al ser formados con grafías “divorciadas”.
“Nadie sabe cómo se escribe y resultan mal pronunciados”, analiza Pérez, porque no solo el nombre es raro, sino que los padres imponen pronunciaciones ajenas a la lengua española. Algunas invenciones adquieren una sonoridad propia de las lenguas indígenas, incluso cuando el ascendiente aborigen más cercano haya fallecido unos quinientos años atrás.
2. El gringo latino: Jefferson, Anderson… millones de venezolanos tienen antropónimos de procedencia inglesa, eso sí, con su toque latino. Suelen presentar problemas con la grafía porque cada quien lo escribe diferente. Hay quienes siguen las normas del idioma de Harry Potter y otros que lo escriben tal como suena en español.
3. ¡Chinita querida!: Es que hay que rezarle a la mismísima virgen de la Chiquinquirá cuando un maracucho va a tener un hijo. No se sabe si es por el calor, el petróleo o los patacones, pero la creatividad suele írseles de las manos y los pequeños terminan con nombres bastante interesantes. Remedan personajes o instituciones, como es el caso de "Yusnavy", nombre muy popular en las tierras zulianas y que surge de la armada estadounidense (USA Navy). Existe el caso de una chica nombrada como "Yedosca", recordando el miedo al error del milenio conocido como Y2K. 

Supermán sigue en Venezuela
-Tú le puedes poner “computadora” a tu hija y no hay rollo -, me dice una empleada del registro guayacitano cuando le pregunto si hay normas para elegir apelativos personales. Se lo creo al encontrar la partida de nacimiento de una niña llamada “Azul”, presentada entre el 16 de septiembre al 1 de octubre de 2013.
La Ley Orgánica del Registro Civil solo da las pautas para sacar un acta de nacimiento. Boleta de nacimiento, copia de la cédula y acta de matrimonio (en caso de haberlo) son los requisitos. El nombre corre completamente por cuenta de los padres.
Si usted revisa el registro electoral, encontrará que varios Súperman se sientan a su lado en el autobús, que Tarzán puede ser compañero de clases de su hijo y que su nuero podría llamarse Hitler. 
El tema fue controversial en 2007, cuando el ex presidente Hugo Chávez mostró preocupación por el caso en cadena nacional. Se habló que el Estado establecería una lista de cien nombres para que los nuevos padres eligieran. La idea causó perspicacia y molestia al considerar que se coartaba un derecho simple.
Aunque no se avanzó al respecto, Venezuela no sería el primer país que intervendría en la identificación. Por ejemplo, la BBC Mundo reporta que en Islandia hay una lista de mil 853 nombres de mujeres y mil 712 para varones, esto para cumplir con normas gramaticales, de género y “salvar al niño de un posible bochorno”. En Japón, las autoridades pueden rechazar nombres de recién nacidos si se consideran inapropiados.
Un poco más restrictivo es el caso que la periodista Elizabeth Gilbert ilustra en Comer, Rezar y Amar. En Bali (Indonesia) solo tienen cuatro nombres para bautizar a los niños, sin importa el sexo: “Los nombres son Wayan, Made, Nyoman y Ketut. La traducción de los nombres significa primero, segundo, tercero y cuarto, y hacen referencia al orden en que se nace. En caso de tener un quinto hijo, el ciclo se repite desde el principio (…) Es perfectamente posible que dos Wayan se casen y su primer hijo se llamaría… Wayan obviamente”. Las familias pudientes tienen más libertad.
-Yo sí estoy de acuerdo para que haya una ley y se cambien los nombres -, dice Monseñor Mariano Parra Sandoval, arzobispo de la ciudad.- Hay tantos nombres criollos bonitos y el venezolano inventa mucho. Aquello es horroroso.

¿Cómo se escribe eso?
Son los hijos los que sufren las consecuencias que suelen verse en documentos legales y similares. Un nombre “raro” suele llamar al error y los papeles pierden validez en organismos del Estado. Tener una grafía diferente en un certificado de participación de un foro (por nombrar una nimiedad), es igual a que carezca de autenticidad en el mercado laboral.
Como lexicógrafo, Pérez ve un problema lingüístico aún mayor: “no es un antivalor y hasta se le dan méritos lingüísticos por la creatividad, aunque se debería buscar evitar la confusión”.
Quien tiene un nombre raro sufre por la arbitrariedad de quien lo escribe en su momento, considerando que la ortografía busca la regularidad. Algunas de estos antropónimos no cumplen con los principios regulares de la pronunciación y no diferencian qué tipo de palabra es (aguda, grave o esdrújula).
Un niño con nombre que brille en creatividad seguramente será burlado en años escolares. Es así el caso de Leonervis Hernández, cuyos compañeros danzaban al ritmo de Tambor Urbano (Leolelé Leoleolá), cada vez que los profesores pasaban asistencia.
A Teodoro Jansen lo molestaron llamándolo tesoro e inodoro; Aminta Carrillo siempre lleva aliento “a-menta”; al pobre David Edesio González le decía adefesio, necio y helecho y Legna Vivas siempre debe aclarar su inexistente relación con aquella famosa lenteja que creció en el Lago de Maracaibo.
Pérez tiene una recomendación simple: pensar en la criatura y los efectos de la inventiva, aspecto que secundo pues soy una víctima.
Fue mi padre quien consideró que una “hache” intercalada haría más bonito mi nombre, así como el de mis hermanas.
He perdido la cuenta de las veces que he tenido que deletrear y explicar los motivos de una simple letra; peor considerando que la creatividad se expandió a mi segundo nombre: Karina. Les juro que mi Karina, es Kharina. Así luce mejor, dice mi padre...

**Diccionario inexistente
Parte del problema es que, además de no contar con legislación al respecto, Venezuela carece de un diccionario de nombres, lo que es una práctica común en el resto del mundo.
La única manera de acabar con el ciclo de un mal antropónimo es cambiándolo, eso si la persona demuestra que es “infamante, lo someta al escarnio pública, atente contra su integridad, moral, honor y reputación, o no se corresponda a su género, afectando así el libre desenvolvimiento de su personalidad”, según lo establece el artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil.
“No se puede hacer por capricho”, explican en la oficina del registro civil.

viernes, 7 de febrero de 2014

Cuestión de perfección

Miré de un lado a otro ese minúsculo e inmaculado espacio, seguramente esperando que la regadera me diera la respuesta. Me estaba muriendo de ganas de hacer pipí y afuera de la puerta de madera estaba mi amante, esperándome para una sesión de caricias (creo yo) después del primer round en aquella habitación de hotel. No se me ocurrió otra cosa que tocar el frío metal del grifo del lavamanos y abrirlo. El sonido disimularía el del chorrito que salía de mi cuerpo.
Si no fue la primera, fue la segunda o la tercera vez que estábamos juntos. Daba igual, la cosa iba empezando y yo tenía que demostrarle su fortuna por estar conmigo. Porque una novia perfecta se despierta con aliento a menta, el cabello perfectamente peinado, la manicure y la pedicure intactas y claro... ni mea, ni caga.
Con el pasar de la relación, te das cuenta que las cosas no eran como te las pintaron. Del inicial "elige tú la película", "comemos donde tú quieras", pasamos al "no quiero ver esa porquería de acción" y "vamos a comer en Fridays... ¡FRIDAYS, HE DICHO!". 
El tipo te mira en tres y dos, preguntándose dónde quedó la mujer de las primeras citas, esa a la que no le importaba que bebiera con sus amigos los viernes en la noche y llegara tarde a la salida del sábado en la mañana.
La cosa llega hasta otros ámbitos. Lo vivo ahora mismo, en mi nuevo trabajo. Se trata de un grupo español que posiciona páginas webs y marcas. Contratan colaboradores en todo el mundo. 
Me decía mi jefe en la segunda entrevista: tú decides a qué hora llegas. Claro, mis colaboradores de allá suelen empezar el trabajo a las seis de la mañana.
¿Seis? Yo a esa hora estoy teniendo mi último sueño. Pero nada, uno tiene que demostrar que está agradecido por la oportunidad y que merece el sueldo. Ya pensaba en el discurso que me lanzaría:
-Oye, si me necesitas a las seis, estoy a las seis. Que digo a las seis. ¡Mejor a las cinco!
Afortunadamente, Jesús (mi  jefe) me dijo las palabras mágicas: "necesito es que estés despierta para que trabajes con ganas. Lo importante es que cumplas 160 horas mensuales".
Si no, me veía despierta desde las cuatro, café en mano o música rompe cristales, hasta que se acabara la magia y demostrara mis mañas y cuando se muestra esa cara, es cuando notas si el amor es verdadero.

martes, 4 de febrero de 2014

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (I)

Identificación Anteriormente, los niños eran llamados usando el santoral católico

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (I)

***Atrás quedaron los Ambrosios y Anacletos. Estamos en la época de Matías, Sofía, Santiago y Valentina. Descubra el porqué de la popularidad de estos nombres.

Lilihana Lara Arévalo

Cuando mi prometido me impuso cómo se llamaría nuestro hijo no nacido, le dije que el nombre de la niña correría por mi cuenta.
“Sofía” fue el que elegí, sin una motivación más sólida que un simple “suena bonito”.
No pasó mucho tiempo para que me retractara... menos de tres horas, la verdad. Iba de camino a casa y en el taxi que tomamos, relucía "Sofía" por todas partes. Supe así que era el nombre de la nieta del conductor. El mismo de muchas otras.
​​Porque en Latinoamérica, desde hace unos años este apelativo está de moda. Lo demuestra la última lista elaborada por la webBaby Center en español en la que se tomaron los nombres de los bebés nacidos entre enero y noviembre de 2012, cuyos padres ingresaron a la página.
En orden descendiente: Sofía, Isabella, Valentina, Camila, Valeria, Luciana, Ximena, Mariana, María José y Victoria son los nombres más comunes.
En los niños, la cosa no es diferente. Los próximos años las aulas de clases se llenarán de Santiagos, Matíases, Sebastiánes, Mateos, Nicoláses, Alejandros, Samueles, Diegos, Danieles y Benjamínes.
¿Se imagina usted a una maestra pasando lista y repitiendo el mismo nombre hasta cinco veces? Pues ya está ocurriendo.
-Yo llevo el carro lleno de Valentinas y Valerias-, dice una transportista escolar. 
Toca preguntarse, ¿qué hay detrás de este fenómeno de nombres calcados? ¿Cómo esos apelativos se volvieron los más famosos de la primera década del siglo XX? y ¿por qué quedaron atrás costumbres como el uso santoral?

El olvidado santoral
-Yo nací el día de San Nolasco. Casi no nací porque era cabezón y venía parado. Cuando lloré, alguien gritó: ¡Santísima Trinidad! Me pusieron: Trino Nolasco Guarisma.
El cronista de Ciudad Guayana cuenta su propia historia para introducirse en la de cómo el santoral, el calendario católico de los santos, era utilizado para distinguir a los venezolanos.
-Acuérdate del poderío de la Iglesia católica. No se movía una hoja sin que ellos lo dijeran - advierte.
Colocar estos nombres es parte de una costumbre antiquísima con la que los feligreses buscaban proteger a los recién nacidos, comenta Monseñor Mariano Parra Sandoval “Te daban un patrono, bien sea por devoción a él o por la fecha en la que naciste”.
No existían vacunas. Enfermedades como la fiebre amarilla y la tuberculosis eran muy comunes y el apego a la doctrina católica era mucho mayor.
En aquellos tiempos nacieron cientos de Isidros, Ambrosios, Anacletos y Basilios; nombres que ahora están “mal vistos” en la sociedad.
Haydeé Reyita se llama una de mis tías. Tuvo el tino de llegar al mundo el mismísimo día de los reyes magos. La cuestión siempre ha generado suspicacias y bromas en la familia.
Es que si a usted se le ocurre nombrar como “Timoteo” a su hijo, no dude que algún gracioso le preguntará por qué no lo quiere.
El poder de los medios

Hechos como la inquisición y medidas como el celibato de los sacerdotes o la prohibición de la píldora anticonceptiva, despertaron una mirada crítica en los católicos, analiza Guarisma. La pérdida de terreno se nota en el escenario político, la vida cotidiana e incluso, en el olvido del santoral.
“Ahora nos mueven los medios de comunicación. Esos son los que influyen en todo”.
El cuarto poder tiene un efecto cíclico en la población: ciertos nombres se ponen “de moda” dependiendo de quién cubra más páginas en los diarios.
El tan repetido Santiago podría tener sus raíces en el salsero Eddie Santiago y las madres de las Sofías, podrían buscar que sus pequeñas tengan la elegancia de la reina de España, la belleza inagotable de Sofía Loren, combinadas con la inteligencia de la periodista Sofía Imber.
Este fenómeno es descrito como circunstancial por el lexicógrafo y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua (AVL), Francisco Javier Pérez. “Cuando hay un personaje famoso, sea un futbolista, un cantante o una actriz, empezarán a nacer niños con esos nombres”. Se incluyen aquellos pequeños llamados a partir de “culebrones”. “Son nombres compuestos que suenan a telenovela: Luis Fernando, Leonardo Alfonso (...)”.
El hábito ha logrado expandirse hasta nuestra ciudad. De 134 niños presentados en el Registro Civil entre el 16 de septiembre y el 1 de octubre de 2013, ocho se llaman Santiago. Se dieron actas de nacimiento a cinco Matías, algunos con diferentes grafías a las regulares para distinguirlos como Mathías y Mattía.
En el caso de las niñas, los padres de nueve Valentinas se acercaron a la oficina del registro, aunque la mayoría de ellos lo usó como segundo nombre. Seis Isabellas (Ysabella o Isabel), seis Sofías (se admite Sophia) y cuatro Camilas (Kamila también es usado), conforman el cuadro de las 113 pequeñas. 
Influencia cristiano-vampiresca
-La mamá de una amiga me dijo que le pusiera un nombre cristiano al niño, porque según los volvía más tranquilos.
Así fue como mi hermana se decantó por “Samuel” como apelativo de su primer hijo. Repetido constantemente en la biblia, el nombre significa “Dios escucha”.
Matías (Dios da), Mateo (hombre de Dios), Benjamín (hijo predilecto), Sebastián (venerable, majestuoso) y Daniel (justicia de Dios) también forman parte del grupo, quizás mostrando que la religión vuelve a tener potestad en este asunto.
Para nadie es un secreto el auge de la Iglesia cristiano-evangélica en los últimos tiempos. Su influencia ha llegado a Latinoamérica.
El portal Baby Center se aventura a acarrear a Isabella Swan (la protagonista de Crepúsculo, la serie de libros de vampiros escritos por Stephanie Mayer también  llevada al cine), la “responsabilidad” en la popularidad de dicho nombre. La fama de “Victoria” también podría deberse a esas historias, pues corresponde al nombre de una de las criaturas enemigas.
Ambas teorías son discutibles, más la primera en la que la credulidad juega un papel tan importante.
-¿Funcionó? ¿Te parece que Samuel escucha y es un niño tranquilo? -, pregunto a mi hermana.
-Para nada. Es un terremoto.

Los que perduran
A pesar de las modas, en Guayana siguen imperando nombres más comunes, o por lo menos eso revela la estadística del Registro Civil.
Alejandro Magno sigue teniendo influencia compartiendo nombre con 29 pequeños. Se aceptan variaciones como Alexander -Alejandro en inglés-. Otros 21 niños fueron presentados como José.
En el caso de las niñas, los ángeles acompañan a muchas de ellas pues en el conteo, 12 padres tomaron "de los Ángeles" como segundo nombre de sus hijas. Ocho Marías demuestran el poderío de la madre de Jesús y otras ocho Alejandras (Alexandras e incluso Aléx Sandra) incluyen el conteo. 
Supongo que el nombre de mi hija necesitará una chispa de creatividad, aunque no demasiada. 

¡De terror!
No es para que se aterre, pero entre los doctores y enfermeras también corren historias de ultratumba sobre algunos nombres.
En el área pediátrica del Hospital de Carabobo (en Valencia), por ejemplo, los empleados "intentan" evitar que los niños sean bautizados como "Dengenber", "Engerbert" o similares. 
Es un mito urbano del hospital. La experiencia les dice a los trabajadores que esos niños suelen presentar complicaciones médicas.
-Es increíble, pero suele ser así. La otra vez un doctor le dijo a una señora: ¿no le quiere poner otro nombre? - confiesa una enfermera.
Recuerde que se trata de una simple superstición. Ningún estudio ha demostrado que un nombre de la fórmula mágica de la excelencia...