domingo, 9 de febrero de 2014

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (y II)

Identificación Cuando se trata de poner nombres, el venezolano se caracteriza por ser demasiado original

Dime cómo te llamas y te diré quién eres (y II)

***Impronunciables e imposibles de escribir. La inventiva causa problemas en quienes tenemos un nombre “poco común” y aunque se asomó una posible legislación al respecto, la dura crítica la metió en el cajón del olvido.

Lilihana Lara Arévalo

-Grupo número dos: Yuneisi, Dugleysis, Juletzys, Geisis y Yobetzy.
No pude disimular la mueca de desagrado al mencionar los nombres en seguidilla y las aludidas lo comentaron:
-Profe, nuestros nombres son lindos.
Esbocé una media sonrisa, más disculpa que otra cosa, por mi indiscreción. Después de todo, la inventiva es muy característica del venezolano y hasta reinas de belleza forman parte de esta estadística: la última Miss Venezuela coronada se llama Migbelis Castellanos y el nombre -producto de la mezcla de Miguel e Isbelis- generó chistes y comentarios en las redes sociales por su sonido peculiar. 

Nombres por tandas
El exceso de imaginación no es exclusivo. La filóloga y periodista cubana Yoani Sánchez, nombró su blog (y posterior libro) como “Generación Y” para distinguir a quienes nacieron en su misma época -la de los años 70- cuyos padres solían utilizar la letra "Y" como inicial de la mayoría de los nombres.
Según un reportaje elaborado por la BBC Mundo, “era parte del deseo de ser diferente, de afirmar la propia autonomía en un país donde el Estado controla casi todo”.
Francisco Javier Pérez, lexicógrafo y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) asegura que el fenómeno sí se agudiza en tierras venezolanas y divide la anormalidad  en tres grupos:
1. La extraña fusión: Son los estrafalarios, los surgidos por la fusión de los nombres de los padres. Muy pocos llegan a un resultado “feliz” pues además de ser difíciles de recordar, acarrean inconvenientes lingüísticos al ser formados con grafías “divorciadas”.
“Nadie sabe cómo se escribe y resultan mal pronunciados”, analiza Pérez, porque no solo el nombre es raro, sino que los padres imponen pronunciaciones ajenas a la lengua española. Algunas invenciones adquieren una sonoridad propia de las lenguas indígenas, incluso cuando el ascendiente aborigen más cercano haya fallecido unos quinientos años atrás.
2. El gringo latino: Jefferson, Anderson… millones de venezolanos tienen antropónimos de procedencia inglesa, eso sí, con su toque latino. Suelen presentar problemas con la grafía porque cada quien lo escribe diferente. Hay quienes siguen las normas del idioma de Harry Potter y otros que lo escriben tal como suena en español.
3. ¡Chinita querida!: Es que hay que rezarle a la mismísima virgen de la Chiquinquirá cuando un maracucho va a tener un hijo. No se sabe si es por el calor, el petróleo o los patacones, pero la creatividad suele írseles de las manos y los pequeños terminan con nombres bastante interesantes. Remedan personajes o instituciones, como es el caso de "Yusnavy", nombre muy popular en las tierras zulianas y que surge de la armada estadounidense (USA Navy). Existe el caso de una chica nombrada como "Yedosca", recordando el miedo al error del milenio conocido como Y2K. 

Supermán sigue en Venezuela
-Tú le puedes poner “computadora” a tu hija y no hay rollo -, me dice una empleada del registro guayacitano cuando le pregunto si hay normas para elegir apelativos personales. Se lo creo al encontrar la partida de nacimiento de una niña llamada “Azul”, presentada entre el 16 de septiembre al 1 de octubre de 2013.
La Ley Orgánica del Registro Civil solo da las pautas para sacar un acta de nacimiento. Boleta de nacimiento, copia de la cédula y acta de matrimonio (en caso de haberlo) son los requisitos. El nombre corre completamente por cuenta de los padres.
Si usted revisa el registro electoral, encontrará que varios Súperman se sientan a su lado en el autobús, que Tarzán puede ser compañero de clases de su hijo y que su nuero podría llamarse Hitler. 
El tema fue controversial en 2007, cuando el ex presidente Hugo Chávez mostró preocupación por el caso en cadena nacional. Se habló que el Estado establecería una lista de cien nombres para que los nuevos padres eligieran. La idea causó perspicacia y molestia al considerar que se coartaba un derecho simple.
Aunque no se avanzó al respecto, Venezuela no sería el primer país que intervendría en la identificación. Por ejemplo, la BBC Mundo reporta que en Islandia hay una lista de mil 853 nombres de mujeres y mil 712 para varones, esto para cumplir con normas gramaticales, de género y “salvar al niño de un posible bochorno”. En Japón, las autoridades pueden rechazar nombres de recién nacidos si se consideran inapropiados.
Un poco más restrictivo es el caso que la periodista Elizabeth Gilbert ilustra en Comer, Rezar y Amar. En Bali (Indonesia) solo tienen cuatro nombres para bautizar a los niños, sin importa el sexo: “Los nombres son Wayan, Made, Nyoman y Ketut. La traducción de los nombres significa primero, segundo, tercero y cuarto, y hacen referencia al orden en que se nace. En caso de tener un quinto hijo, el ciclo se repite desde el principio (…) Es perfectamente posible que dos Wayan se casen y su primer hijo se llamaría… Wayan obviamente”. Las familias pudientes tienen más libertad.
-Yo sí estoy de acuerdo para que haya una ley y se cambien los nombres -, dice Monseñor Mariano Parra Sandoval, arzobispo de la ciudad.- Hay tantos nombres criollos bonitos y el venezolano inventa mucho. Aquello es horroroso.

¿Cómo se escribe eso?
Son los hijos los que sufren las consecuencias que suelen verse en documentos legales y similares. Un nombre “raro” suele llamar al error y los papeles pierden validez en organismos del Estado. Tener una grafía diferente en un certificado de participación de un foro (por nombrar una nimiedad), es igual a que carezca de autenticidad en el mercado laboral.
Como lexicógrafo, Pérez ve un problema lingüístico aún mayor: “no es un antivalor y hasta se le dan méritos lingüísticos por la creatividad, aunque se debería buscar evitar la confusión”.
Quien tiene un nombre raro sufre por la arbitrariedad de quien lo escribe en su momento, considerando que la ortografía busca la regularidad. Algunas de estos antropónimos no cumplen con los principios regulares de la pronunciación y no diferencian qué tipo de palabra es (aguda, grave o esdrújula).
Un niño con nombre que brille en creatividad seguramente será burlado en años escolares. Es así el caso de Leonervis Hernández, cuyos compañeros danzaban al ritmo de Tambor Urbano (Leolelé Leoleolá), cada vez que los profesores pasaban asistencia.
A Teodoro Jansen lo molestaron llamándolo tesoro e inodoro; Aminta Carrillo siempre lleva aliento “a-menta”; al pobre David Edesio González le decía adefesio, necio y helecho y Legna Vivas siempre debe aclarar su inexistente relación con aquella famosa lenteja que creció en el Lago de Maracaibo.
Pérez tiene una recomendación simple: pensar en la criatura y los efectos de la inventiva, aspecto que secundo pues soy una víctima.
Fue mi padre quien consideró que una “hache” intercalada haría más bonito mi nombre, así como el de mis hermanas.
He perdido la cuenta de las veces que he tenido que deletrear y explicar los motivos de una simple letra; peor considerando que la creatividad se expandió a mi segundo nombre: Karina. Les juro que mi Karina, es Kharina. Así luce mejor, dice mi padre...

**Diccionario inexistente
Parte del problema es que, además de no contar con legislación al respecto, Venezuela carece de un diccionario de nombres, lo que es una práctica común en el resto del mundo.
La única manera de acabar con el ciclo de un mal antropónimo es cambiándolo, eso si la persona demuestra que es “infamante, lo someta al escarnio pública, atente contra su integridad, moral, honor y reputación, o no se corresponda a su género, afectando así el libre desenvolvimiento de su personalidad”, según lo establece el artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil.
“No se puede hacer por capricho”, explican en la oficina del registro civil.

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