miércoles, 2 de octubre de 2013

El consuelo

A. escuchaba atenta mis desavenencias amorosas; esa capacidad digna de estudio que me ha hecho desperdiciar mis besos en los labios de los perdedores más grandes del siglo o peor, que el escaso arsenal de pretendientes resulte aún más risible para no llorar, salir corriendo a buscar una pistola y terminar con el sufrimiento de atraer pura gente que no sirve para nada (de acuerdo, me pasé de dramática). 
De repente, mientras estaba absorta en la historia y la necesidad de un cajero automático, escuché la frase que nunca me hubiera esperado.
-Lilihana... ¿de dónde sacas a esos hombres? Es que a mí no me cae nada.
Inserte usted el sonido de un frenazo y el olorcito de los neumáticos. Mi cabeza viró de inmediato y mis ojos se entrecerraron en clara señal de desaprobación, de "are you fucking kidding me?" y "¿estás borracha o qué te pasa?". ¿Qué no había dejado suficientemente claro que lo que levanto es pura basura y que no vale la pena pero ni aceptarles un café? 
Ella lo decía muy en serio. Ni un mensajito de "buenos días, corazón", ni un "qué bonita estás". A ella no le caía nada y "envidiaba" mi particular suerte amorosa. Caí en cuenta de algo: siempre hay alguien peor que tú, esa persona que te sube el ánimo con una vida más triste que la tuya.
No solo me ha pasado cuando se trata del corazón. Llevaba semanas quejándome del mísero sueldo que percibo, incapaz para independizarme o disfrutar de placeres frecuentes, cuando me topé con una "colega" en un autobús. Hablamos de cualquier trivialidad, hasta que me contó que daba clases en una universidad y se "resolvía" tutoreando tesis.
-Pero tú no debes tener tranquila. Donde estás te pagan muy bien.
Pensé que era una muestra de sarcasmo y le reiteré cuánto ganaba. Seguía maravillada, tal y como la community manager de una página web donde me ofrecieron trabajo semanas antes. 
-¿Vas a aceptar?
-Vamos a ver. Necesito dinero - le respondí.
-Bueno, a mí aquí me pagan buenísimo. Tengo muchos beneficios, me dieron una tablet... Estoy demasiado bien.
-Pues me alegra. Yo gano bastante mal.
Ella se ensanchó para decirme cuánto ganaba, es una muestra muy femenina de "mira lo bien que me va, perra". Su sueldo era un tanto menor que el mío y cuando se lo dije, se quedó helada.
-No chama, tú estás más que bien. Buenísimo.
Tuve una mezcla de sentimientos. Vergüenza por un gremio tan mal remunerado y conformista, aunque también alivio porque ella era mi consuelo. 
Supongo que yo represento lo mismo para alguien más; mi vida debe llenar de ánimo a muchísima gente, especialmente a esos que leen estas palabras por puro chisme. Pues mira, les regalo un "de nada". Se hace lo que se puede. 

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