martes, 28 de mayo de 2013

Imán de perdedores

-¿Te parece si te paso buscando y te llevo a tu casa? Para hablar.
Javier me escribió una vez más para vernos. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había rechazado, pero él continuaba allí, como un perrito esperando que le lancen algo. 
Lo conocí una noche en el que me reencontré con una vieja amiga, mas bien ejemplo a seguir. Melissa estaba regresaba a la ciudad por pocos días y no la había visto en unos ocho años. Necesitaba compartir con ella. Fue mi profesora en la universidad; una de las pocas que hizo la diferencia y que me dio el impulso necesario para escribir. 
Como no sé manejar y mis padres no salen de noche, tuve que optar por un taxi. Javier lo manejaba. Se puso a la orden para buscarme de regreso y me dio su número aunque no hablamos sino hasta meses después, cuando necesitaba un taxista a medianoche.
-Ya no hago taxi. Conseguí trabajo en una empresa.
A ese mensaje le siguieron decenas de preguntas sobre mí. Durante días, Javier estuvo insistente. Finalmente accedí a verlo, noventa por ciento interés para que me llevara a casa de una amiga, diez por ciento de curiosidad sobre qué quería.
El camino era corto y yo empecé mi interrogatorio. La cosa iba bien, hasta que me dijo que tenía dos hijas (primer error). Me contó que vivía en Upata y que se estaba separando. Aún vivía con la ex, por el bien de las niñas, me explicó.
-Pero no tenemos nada.
-Claro... - mi cuaima interna activó su radar y escupió un comentario para acabar con el teatro - Me imagino que va a ser difícil cuando empiecen a salir con otras personas.
-Mira, si te soy sincero, yo sería incapaz de contarle que ando con alguien más. No quiero hacerla sufrir.
¡JA!
Llegamos a la casa y casi me lancé de su camioneta, directo a contarle a mi mejor amiga que me habían visto cara de imbécil. Algo debe haber en mí que hace que los hombres piensen que están frente a una grandísima idiota.
-¿Qué te parece si nos vamos a tomar un café?
-Me parece que a tu esposa no le va a caer muy bien...
-Te cuento que acabo de meter los papeles del divorcio.
A Johnny lo tolero desde que hacía sucesos. Me caía muy bien, me pasaba datos importantes, pero cuando nos fuimos agarrando confianza, se volvió bastante interesado en pasar tiempo conmigo. Inicialmente le salía con cuentos chinos porque estaba es una especie de relación. Ahora, completamente soltera, no me quedaba otra excusa que su esposa.
-Claro, claro... Ya veremos.  
No le he vuelto a contestar.
He pasado noches enteras preguntándome qué es lo que pasa conmigo, ¿por qué soy una imán de perdedores? Hago un repaso de los ejemplares que me han echado los perros o quienes he tenido algo y me da vergüenza al notar que es gente bastante impresentable. ¿Tendré alguna feromona que llama a pura gente con pareja? o en el otro extremo, ¿por qué solo atraigo a gente fracasada? Es aún más patético si unes los dos aspectos.
Con el paso del tiempo, entendí dos cosas importantes: la primera, que atraes lo que proyectas; la segunda, que la soledad te hace jugadas patéticas.
Decidí entonces que me daría un año sabático de las relaciones. Que necesito crecer profesionalmente, que tengo metas grandes y al entregarme a alguien, pierdo la voz y el camino. También que valgo mucho para malgastar mi tiempo con cualquiera de esos elementos que se han acercado a mi vida buscando sexo o cariño.
Me han preguntado si temo quedarme sola y si soy sincera, más temo estar involucrada en una relación donde hay que morderse la lengua cuando notas que las cosas no van bien y que quien está a tu lado no comparte tus valores de vida. Eso ya lo viví. No se lo deseo a nadie. Hay que amarse. Ya aprendí a hacerlo. 

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