miércoles, 12 de junio de 2013

Leprosos del periodismo

Con mis escasos años ejerciendo la loable labor de informar con licencia (valientísimo eufemismo para decir que soy una simple periodista) puedo decir que en este gremio se acepta de todo, menos el plagio. Cuando digo de todo, es de todo, porque uno está rodeado de cuentos: que si fulanito es marico y se acostó con el otro, que la otra es burda de zorra y menos mal que es alta; que este y aquella tiran; que tal no puede oler una cerveza porque se vuelve nadita; que el otro tiene un guiso y le pasa textos al medio rival; que si este escribe mal y aburre leerlo; que fulanita le mete de frente al bruto y a la marihuana también; que si yo soy del verde (a mucha honra) y ¿dónde quedó tu moral? (¡jódanse!); que si al otro lo mató la mujer y el resto son pioneros de la libertad.
En serio, hay de todo y la memoria de un periodista... digamos que es más fácil deberle a un turco que lidiar con ella, porque si usted no se sabía alguna de estas historias, yo le aseguro que en una noche de tragos (hay que echarle la culpa al alcohol) salen todas los cuentos con el "tan santica que se la da". 
Ahora, si hay algo en lo que nos volvemos un gremio unido con el "tú eres mi hermano y yo me maté cinco años porque amo escribir" es cuando escuchamos la palabra PLAGIO. Los sentidos se crispan y las miradas de odio se lanzan sobre el ladrón de propiedad intelectual. Porque sí, es un delito y lánzame los códigos y leyes que quieras para mostrármelo, pero entre nosotros sabemos que el asunto no pasará a mayores. El que plagió, plagió y la vida sigue. Si eres víctima, te toca tragarte la rabia y punto. Así, los periodistas nos convertimos en héroes (algunos con capa incluida) y hacemos a un lado a la gentuza esa que se fue temprano a casa, cuando el otro se mató buscando información y escribiéndola bien bonita.
Con o sin título, historias de estos leprosos del periodismo me sobran. Yo misma fui víctima de ello y hasta ahora no he visto que se proceda como es debido en estos casos. De hecho, veo con preocupación que en la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA) -donde doy clases y me gradué- no hay mecanismos para sancionar el plagio más allá de regalarle un hermoso 01 al alumno (y ya hasta me "regañaron" por esto).
Pero como diría mi jefe, Robinson Lizano: ¡mis cojones! El plagio tiene tolerancia cero en mi cátedra y en mi carrera. Sé que es así en la  mayoría de mis compañeros de calle. Sepa usted que podrá salir bien librado del lío, pero de la raya... esa no la perderá jamás.

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Dedicado a mis alumnos. Como le dije a algunos: prefiero leer sus ideas mal escritas 
y enseñarles a limpiarlas, que rasparlos por copiar las de alguien más.


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