domingo, 30 de junio de 2013

Los juguetes de Fidel


Creatividad El guayanés es el director de Paper Réplica Venezuela

Los juguetes de Fidel

***Duerme poco y se mueve con rapidez. Fidel Olmos Aaron tiene 27 años y dedica su tiempo a diversas actividades artísticas y manuales. Hoy es reconocido mundialmente por sus réplicas en papel.

Fotos: Eliézer López

Lilihana Lara Arévalo

Hay adultos conectados con su niño interno; que ponen picardía, inocencia y curiosidad en cada aspecto de su vida. Fidel Olmos Aaron es uno de ellos. A sus 27 años habla con pasión, con rapidez, como si el aire estuviera a punto de agotarse y con él, el tiempo de decir todo lo que tiene en el pecho. Habla también con los ojitos brillantes, así como la caricatura del gato con botas, expectante, impresionado, enamorado de cada momento, de cada pregunta, de cada situación.
Fidel es un niño; un niño grande que todos los días se demanda excelencia. Con esas cualidades, su mente brillante y su marcada habilidad para las artes manuales, este guayanés se ganó un nombre en el mundo del papercraft, una disciplina dominada por personas de origen asiático, con los que el joven se codea sin problemas.
Durmiendo poco, con disciplina y astucia, el muchacho guarda en su memoria una conversación con Akira Toriyama, el creador de Dragon Ball; otro intercambio de ideas con el gerente latinoamericano de la Lamborghini y el reconocimiento constante de fabricantes de juguetes boquiabiertos con su habilidad. Todo llegó a su vida por un golpe de suerte. Su única carta de presentación es el talento.

Juguetes para todos
Original de Indonesia, el papercraft o modelado de papel, busca reproducir figuras en folios y en tercera dimensión. Quienes se dedican a esta disciplina, “deconstruyen” las imágenes y las vuelven simples estampas, prácticamente ilógicas para quien desconoce la técnica.
Una vez unidas las piezas, se obtiene una réplica de cualquier objeto o imagen. Ponga usted la imaginación a volar, que en papel se puede hacer cualquier cosa.
En la sala de la casa de Fidel está una muestra de los “muñequitos” a los que les tiene más cariño. Además de figuras de animé, el joven hace barcos, aviones, carros y hombres de cartón, regalos para sus amigos, hermanos, su novia y su madre. Los sueños se hacen realidad con la sencillez del papel.

Benditas redes sociales
Fidel se enteró de esta disciplina por las redes sociales, en esas noches donde el sueño no llegaba y en las que prefirió dedicarse a buscar información novedosa de sus animés favoritos.
-Empecé a hablar con gente de Japón e Indonesia. En Indonesia hay genios en cuanto a los que es diseño en 3D, pero es un país tan pobre, con tanta miseria, que las multinacionales estadounidenses y europeas se van para allá, buscan a estos diseñadores y les pagan menos para que hagan los diseños.
Cuenta el muchacho que así se lograron películas taquilleras como Iron Man o Transformers. Quienes hacen se encargan del trabajo duro y creativo, pierden los derechos de las figuras. Les queda un consuelo.
-No pueden comercializar el diseño, pero sí le pueden sacar una réplica. Ellos tienen los diseños originales en su computadora y allá los juguetes son aún parte de la cultura de los adultos.
Es así como las creaciones pasan a ser parte del dominio público, aunque también hay programas de computación especializados en marcar los patrones de la figura deseada. Después se necesita muchísima paciencia y unas ganas inmensas de gozar con la satisfacción del trabajo terminado.

Eternamente curioso
Tal fue el interés de Fidel, que no le importó sacrificar sus escasas horas de sueño para aprender el
oficio. Es algo natural para un muchacho que intentó estudiar medicina y administración de forma simultánea y que ahora espera graduarse como ingeniero.
-Ellos se conectan, hacen una videoconferencia y yo aprendo. Me mandan los modelos simples y yo los modifico.
Una de estas figuras puede tomarle hasta cinco meses de trabajo. Es el caso de la réplica del Eva 01, el robot que utilizaba el protagonista de Evangelion -otro animado japonés- para pelear contra los ángeles que querían destruir el planeta. Aunque confiese que es esta su historia favorita, su amor por el animé surgió mucho antes, cuando tenía cinco años y veía las series en Colombia.
La habilidad y el ingenio le viene desde mucho antes, cuando las cajas eran sus juguetes favoritos.
-En la caja tu vuelas en la imaginación. Puedes ser un astronauta. Puedes ser un chofer. En una caja te puedes transformar en un muñeco. Puedes hacer una casita. Es tan simple y desechable que eso para mí era lo máximo.
Esta técnica le enseña a manejar su niño interno, a controlar sus energías y relajarse. Las largas horas de corte y plegado hacen al muchacho una persona más paciente y tolerante, más tranquila y relajada, encaminada a las metas. La entrega es indispensable.
-Tengo que dedicarme en cuerpo y alma a hacer algo porque sino, no lo voy a lograr. Lo aplico en mi vida.

Marcar la diferencia
La conversaciones regulares con personas en todo el mundo dan a Fidel un espectro mucho más amplio de cómo somos vistos los venezolanos en el exterior. He allí la sorpresa al enterarse que este joven sea capaz no solo de hacer los diseños, sino de aplicarles ingeniería, modificarlos y ponerlos muy cerquita de la vida.
-Allá (en Asia) hay revistas online y han salido mis piezas. Yo me impuse, hice cosas diferentes.
Su trabajo le valió otro reconocimiento: ser el representante y monitor de Paper Réplica Venezuela, el grupo para quienes impulsan el trabajo en el país. Además de mostrar sus diseños, el muchacho envía figuras y da ayuda a quien lo pida.
El pago es el buen karma. Por eso los amigos de su hermano se convirtieron en sus hormiguitas trabajadoras.
-Lo que más me fastidia es recortar. Los amigos de mi hermano vienen, hacemos una hamburguesas, echamos bromas y todos participan. Mi mamá me apoya mucho. Me dice: papi, pero hagamos el trabajo juntos, y me ayuda siempre.

Un sueño

Regalar sueños es el norte de Fidel. En el futuro se visualiza haciendo más figuras de papel para niños de bajos recursos. Que todos puedan jugar con una pieza única y económica, es lo que más desea. Así es él.

Eva 01: Pertenece a la serie japonesa Evangelion. Era el robot de Shinji Maki, el protagonista de la historia. A Fidel le tomó cinco meses hacerlo. Contactó a los fabricantes por las redes sociales y le enviaron el diseño. Lo modificó para que abra la cápsula que da entrada al piloto.

Costa Pacífica: Es el barco hermano del Costa Concordia, el crucero que naufragó el 13 de enero de 2012 en Giglio, Toscana. Olmos pretende hacerlo mucho más grande, como parte de los elementos decorativos para la boda de su hermana, quien sueña irse en un crucero. Los invitados podrán donar dinero para ayudarla.

Liebherr 964: Réplica de la excavadora hidráulica. Fidel logró que tuviera movilidad total en sus mecanismos.

Gundam El Hazel SD: Traje movible del Universo Gundam Century. Es muy deforme y cabezón.

Danbo: Esta figura es muy famosa en Japón. Salió en un animé y se volvió ícono de la cultura geek y otaku.

Gundam Sinanju o Cometa Rojo: De acuerdo a la serie, este gundam se construyó en Venezuela. Se describe el país como una potencia petrolera, tecnológica y bélica.

Gundam Gat X105: Modelo muy detallado y con total movilidad mecánica. Tiene sistemas LEDs que encienden. La pieza está descontinuada.

Gundam Ball RB79: Apareció por primera vez en la serie Mobile Suit Gundam.

Old crow Mustang: Avión de la Segunda Guerra Mundial, es de los pocos que sigue intacto. Su piloto está vivo.

Pentax 82: Cámara descontinuada. La hizo para una amiga fotógrafa.

Lamborghini: Réplica del famoso (y costoso) automóvil. Lo replicó para su hermano menor que sueña con trabajar en la fábrica. Es un simbolismo para incentivarlo a lograr la meta.

Boba Fett: Personaje ficticio de la Guerra de las Galaxias.

Casco de Iron Man: Casco de la Iron Man 3 de la serie nacionalizado. Es una forma de que los fanáticos venezolanos se sientan más identificados con la película.

Damborun Ningen: Humanoide de cartón. Fue construido para personificar cualquier muñeco simple, pero con total movilidad. 


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Publicado en Diario Primicia
Páginas 24 y 25 del 30 de junio de 2013


viernes, 28 de junio de 2013

Tan bonita y sin novio...

El dulce flirteo siempre se estrella con el mismo comentario.
-Bueno, te escribo, si es que a tu novio no le molesta.
Pueden cambias las circunstancias, pero el fondo siempre es idéntico. Se trata del: estoy preguntando sin preguntar para ver si tienes novio, pero sin que te des cuenta que quiero saber que tienes novio, porque me han enseñado que a las mujeres hay que metérseles por debajito o me convierto en un sin chance.
El problema, queridos hombres (y algunas mujeres), es que no cambian el esquema y cada vez que salen con el mismo "tan bonita y sin novio", a una se le caen las expectativas al infierno. Cosas del estrógeno. ¿Qué se le va a hacer?

martes, 25 de junio de 2013

Malas palabras (y otras muy refinadas)

-Me siento mal. Fui al baño, hice del dos y todavía me duele el estómago.
Reí internamente. No es que la desgracia de mi amiga me hiciera sentir bien, es que era imposible evitar  la carcajada cuando mencionó un número para referirse a una necesidad fisiológica. Lo mismo me pasó más temprano con un amigo.
-Me siento mal.
-¿Y eso?
-Me vino el periodo.
-Ahmm... Demasiada información.
-Tú preguntaste - le dije. ¿Es que acaso soy la única mujer a la que le viene la regla?
La verdad es que no soy yo la indicada de hablar de los eufemismos que hacen más bonita la verdad. Mi boca se niega a pronunciar pipe, huevo (o güevo), cuchara, papo y demás expresiones para hablar de las partes íntimas.
-¿Y cómo les dices?
Armando, mi jefe, disfruta hacerme esa pregunta que no tiene respuesta. No la tiene, porque la verdad es que no sé cómo llamar al pene y la vagina más allá de las dos palabras anteriores que parecen dichas por un niño de seis años.
Este fenómeno de maquillar las palabras no es exclusivo a esas cositas que nos enseñan a no decir cuando somos niños. Ahora se extrapola a las personas que consideran que su trabajo no es suficientemente digno o que si le dan un nombrecito de caché podrán cobrarte un poquito más. 
Tenemos entonces a la gente que vende cupcakes, en lugar de ponquecitos; los community manager, que en realidad están metidos en la computadora y el teléfono; y los que preparan sandwich o emparedados en el peor de los casos.
Estas personas usan lipstick y blush al maquillarse (o es lo que le compran a sus novias, que también es válido) y se van por las noches a comer sushi y carpaccio en una cata de vinos. Una cosa sí les digo. Después de los atracones, todos terminamos en el "inodoro" para cargar y mear (¡uff, lo dije!).

lunes, 24 de junio de 2013

Sabor tachirense en Guayana



Julio González es dueño de la panadería tachirense de Alta Vista

El orgullo de Táchira en las mesas guayanesas (I)

***Abandonó Táchira al abrírsele las puertas de trabajo en Guayana. Pensó que sería por poco tiempo, pero sentó las bases de su familia en esta ciudad. Ahora es dueño de la panadería tachirense, punto de referencia de la zona.

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve
Fotos: Wilfredo Álvarez

Julio González podría pasar la entrevista entera sin decir nada. El olor a pan recién horneado y el ir y venir de los clientes ya dice bastante. Gorra del Deportivo Táchira encima, el hombre relata su historia, esa que lo hace amar tanto a Guayana, una tierra que le dio la mejor de las oportunidades: unir a su familia con orgullo andino.
Tengo 57 años y soy de profesión ingeniero electrónico. Yo me gradué en Estados Unidos por el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho.
En el 82 conseguí trabajo en Sidor, en la época en que Sidor lo buscaba a uno por periódicos y le mandaban hasta los pasajes. Sí, todo fue por correo, me mandaron los pasajes, me entrevisté, regresé y luego me mandaron a venir a trabajar.
Sidor fue privatizada en el 96, yo sigo trabajando con los argentinos, trabajé dos años con ellos en la parte de ingeniería y luego de ese tiempo logré salir de Sidor porque quería otros proyectos, no sabía qué era, pero quería algo independiente.
En una visita a Mérida hablé con un primo y el pan es muy famoso a nivel nacional.
Los turistas de Táchira lo conocen mucho, siempre regresan con las bolsas cargadas de pan y esta es una zona donde habemos bastantes tachirenses, habemos bastantes merideños, habemos bastantes andinos.
El secreto mejor guardado
Con la visita a su tierra andina, nació la idea. Ejecutarla no era tan sencillo. La preparación del pan tachirense es uno de los secretos mejores guardados de la cultura de su pueblo, al tratarse de un producto de orgullo y exportación.
Un primo de Mérida estaba vendiendo unos equipos: un horno, una máquina y una regis- tradora, con la plata que tenía ahorrada se los compré y empecé a buscar lugar.
Esta es una calle -la Milán de Alta Vista- es muy concurrida. La gente de Puerto Ordaz siempre tiene que pasar por aquí y este es un pan muy sabroso, no es un pan normal como el que se vende en cualquier panadería. Es un secreto que ha pasado de generación en generación.
Al principio teníamos nexos con la Panadería Independencia en Táchira. La madrina de mi hermana era dueña de la panadería.
Eso permitió de que nos abrieran las puertas para estar allá. Lo hacen con muy poca gente. Pero como ellos sabían que vivíamos lejos y eso, nos enseñaron. La gente es muy respetuosa de lo que lleva el pan.
Inicio optimista
Julio vio en el pan, la idea perfecta para el retiro de las empresas. Pasaría del calor de los hornos de Sidor a las altas temperaturas de cocción del pan.
La diferencia era el dulce olor que irradiaba, ese gustico delicioso que vendió el producto sin necesidad de mucha promoción.
Pensé que se iba a vender y ciertamente, desde el primer día vendimos bastante. Empezamos pequeñitos, no tenía vitrina y se veía el horno atrás.
Yo trabajé con unos panaderos allá que me enseñaron y son familia también y yo estuve un mes aprendiendo las técnicas.
Luego me traje un panadero de Rubio muy bueno, empecé con él también y yo tenía una máquina pequeña, un horno pequeño y una nevera de esas caseras y le pregunté: ¿qué podemos hacer?.
Bueno, lo que usted quiera”. Esa respuesta te demuestra que es una persona que sabe lo que hace. Él me enseñó sus técnicas.
La gente hacía cola para comprar el pan porque nos veían que lo sacábamos. La gente esperaba pegadita a la pared, esperando que sacáramos el pan. Y uno sacaba la bandeja, sirviendo.
La publicidad ha sido el mismo producto, la gente que viene. De repente tú le llevas un pancito a tu mamá, tu mamá le da un poquito a la vecina con cafecito “¿y dónde compraron ese pan?”. “En Alta Vista”. La gente pregunta. Esos vienen. Esa ha sido la manera. Uno habla del pan este y la gente lo conoce y el aroma del pan
es muy importante. Cuando uno está horneando, viene gente caminando, buscando la panadería.
Por allá, en el Paseo Caroní olían y empezaban, como en las comiquitas, a olfatear.
Empezamos con poquitico, con medio saquito. El hijo mío se iba con la Vitara, metíamos el pan en la Vitara y se iba al Santo Tomé.
Este pan huele muchísimo y la gente empezaba a preguntar. A veces ponían el cartel al revés. Poco a poco... vendíamos también con mi cuñada. Mi esposa se los llevaba a la CVG.
Aprender del error ajeno
Tener un negocio se divide en varias etapas: crearlo, darlo a conocer, lograr el éxito y mantenerlo. Esta última etapa es la más complicada, porque los clientes tienen un paladar exigente y notan algún cambio de inmediato. 
Julio es astuto. Con su hablar “cantaíto” recuerda el caso de una panadería en su tierra que perdió clientela por bajar la calidad de su producto. 
En Capacho había una panadería muy importante. Era una familia que venía de dos o tres generaciones con esa panadería.
El panadero, el señor Maldonado, era el que estaba ahí pero la gente se fue poniendo viejita y a los nuevos no les fue gustando el negocio.
La compraron unos comerciantes, una gente que no sabe de pan y no le quisieron pagar al señor panadero, al maestro, lo que él estaba pidiendo.
Empezaron a quitarle ingredientes al pan porque llevaba muchos productos. La gente dejó de ir.
Es un pan que si uno no le respeta sus propiedades... lo básico es conservar la tradición del pan. No le puedes quitar leche, no le puedes quitar huevos. No le puedes quitar nada de lo que lleva. Hay que hacer y siempre repetir, todo pesaíto, calibraíto. No te puedes salir de allí. Si lo haces, pierdes la confianza.
Tachirense y no andino
Julio González hace una aclaratoria importante: no se trata de pan “andino”, sino de tachirense.
El error cotidiano es parte de una generalización sobre la tierra donde nació el sabor del pan, pero fue Táchira el primer lugar donde se elaboró.
Nosotros los andinos nos sentimos orgullosos de este producto. La gente lo llama pan andino y es pan tachirense.
Ese es un pan que nació en esa zona.

Segunda parte

La panadería tachirense llena de satisfacciones a los González

El pan a la mesa y en familia (y II)

***Los andinos se acercan a la panadería con regularidad. Con el sabor de los manjares evocan la vida en sus pueblitos de origen; incluyendo una hermana perdida de Julio que llegó por mera sorpresa.

Lilihana Lara Arévalo

Guayana conoce el sabor de sus manjares, no la historia detrás de la familia. Padres trabajadores y creativos dieron vida a Julio, quien enseñó a sus muchachos la importancia del trabajo.
Somos cinco hermanos. Mi papá era músico y compositor y tocaba en la banda de Capacho. Tocaba el clarinete. Yo toco guitarra.
Mi mamá fue enfermera en un pueblito, El Hato de la Virgen. Cuando uno lee “Cien años de Soledad”, el pueblito Macondo, es muy parecido a esos pueblitos. Como decía García Márquez es esa área de Táchira y Santander.
Estuve un tiempo en México para estudiar. Por problemas políticos cerraron la universidad y allí me tocó Estados Unidos.
Mi esposa también es de Capacho. Casi que está conmigo desde siempre. Era un pueblo pequeño y se conoce todo el mundo, uno queda flechado.
Ella estaba estudiando enfermería en Maracaibo y lo dejó para irse conmigo. Nos casamos jovencitos, de 18 años. El matrimonio, yo veo las fotos de ella cuando se estaban casando y parece que estuviera haciendo la primera comunión.
Trabajo familiar
Además de respetar las propiedades del pan, Julio revela la herramienta principal para la celebridad de su negocio: el trabajo en familia.
Tal como el pan que crece con la levadura, sus ventas mejoran teniendo al lado a la mujer de su vida; empezando el día con el sudor de su hijo amansando pan.
También se ha cruzado con las personas precisas: una vez empleados que ahora son considerados hijos y hermanos; gente responsable e interesada en colaborar con la prosperidad de la panadería.
Todos mis muchachos se graduaron y toditos trabajan acá. Gracias a eso existe esta panadería. Para mantener un negocio es necesario el trabajo en equipo.
El pan tachirense es un pan de crecimiento lento. Tiene aproximadamente 24 horas para crecer. Por ejemplo, hoy se hizo el pan de mañana. Uno llega en la mañana a preparar los saladitos y esas cosas.
A las 6:00, 6:30, empiezan a llegar los otros empleados y empiezan a preparar el pan normal: las quesadillas y eso. A las 8:00 es que abren y hacemos el pan del día.
A las 5:00 de la tarde vamos cerrando. Ya está un poco oscuro y uno se pone como pajarito. Se queda uno a hacer la limpieza. A las 7:00, 7:30 cerramos.
La hora fuerte es al mediodía, cuando la gente sale de trabajar. Antes a las 4:00 era bastante fuerte, pero no conseguían pan. Ahora vienen graneaditos.
Tengo que darle las gracias a los empleados que tenemos porque los empleados tienen bastante tiempo con nosotros. Con el personal hemos corrido con bastante suerte, muchachos buenos, responsables.
La sorpresa
La satisfacción de un negocio próspero llega a puntos inesperados de su vida. Además de los guayaneses, decenas de andinos acuden a la panadería para sentir en el paladar el sabor de su tierra. Fue así como Julio se encontró con un pariente perdido.
Un día estábamos aquí, recién comenzando, como a las 7:00 de la noche, uno abría un poquito más
tarde y cerraba más tarde. Llega un muchacho y me dice “mira, mi abuela es de Capacho”. Al otro día llega un carro, una camioneta roja, se bajó un señor con una señora mayor que yo. Empezamos a hablar allí y dice la señora “bueno, anoche estuvo el hijo mío por acá, me dijo de una panadería de Capacho. Yo soy de Capacho también. Mi mamá es de Capacho”, yo le digo: mucho gusto, soy hijo
de Ernesto Pérez. Cuando le digo eso, la señora se puso blanquita, sentí que se puso a temblar, a temblar... mi papá por ser músico es picaflor y dije “ajá, esta es hermana mía” y le aclaro, “es Ernesto, el que toca clarinete”.
La muchacha empezó a llorar y a llorar y el señor me dijo “señor, ¿ya sabe qué es lo que pasa? Ella es su hermana”. Conseguí una hermana gracias a la panadería.
Fama inesperada
A pesar del ir y venir constante de la clientela, no todo es sencillo
para Julio. Recuerda los inicios, cuando debió encontrar el punto exacto del pan normalmente preparado en un clima diferente.
También es un trabajo satisfactorio. Quizá no conozcan su cara, pero Guayana entera sabe de su trabajo.
Aquí nos ha constado mantener la calidad del pan porque es clima caliente y parece que se desarrolla mejor en climas templados. Se comporta mejor en esa región. Crece bien, se desarrolla bien. Uno ya ha aprendido a manipularlo.
Yo creo que los hijos tienen que llevar esto a otro nivel. Hacer la pa- nadería un poquito más grande. Necesitamos espacio para tener todo el pan.
El pan para mí ha sido un producto de orgullo porque gracias al pan nos conoce mucha gente, una ciudad, que sin esto sería un trabajador más.
Antes cuando viajaban en San Cristóbal, pedían que les trajeran pan. Ahora no pasa. Este pan ha llegado hasta Europa. Se lo han llevado hasta Suecia, hasta Italia. A Estados Unidos lo llevan todo el rato. El pancito se ha dado a conocer.
Más que pan
Si bien es el pan tachirense el producto principal de los González, en la panadería ofrecen otros alimentos igual de deliciosos y altamente buscados.
Quesadillas, donas, pan de coco, sema de bocadillo. Todos son llevados a las casas de quienes deseen disfrutar un poquito de sabor, amor y calor tachirense. Julio tiene sus productos favoritos también: A mí me gusta mucho la sema de bocadillo.
Es una pan con bocadillo por dentro. Las quesadillas se hicieron muy famosas. Por allí dicen que las quesadillas son parte de los guayaneses. Es bueno escuchar eso.

Publicado en Diario Primicia
Página 15 del 23 de junio de 2013

Página 16 del 24 de junio de 2013

viernes, 21 de junio de 2013

Peleas de ricos

El hombre se metió la mano derecha en el bolsillo del pantalón. Quienes estábamos alrededor dimos varios pasos atrás, abriendo paso al coliseo romano que estaba por formarse.
-¡Aquí fue! - gritó mi voz interior, acostumbrada a las tánganas por tantos años de cubrir sucesos. La diferencia es que estos contrincantes no eran gladiadores menores; esta vez era gente de "alcurnia".
La mañana de ese sábado se celebraban las elecciones regionales de Fedecámaras; un conglomerado económico que parece importarle mucho a la "gente bien", pero que al ciudadano común le vale un demonio. Estaba allí por pura cuestión de azar; una cartucho de último momento de alguno de mis jefes, que me lanzó a mi fuente más temida; la que no leo demasiado porque apenas entiendo los títulos.
La noticia más importante de ese día, la de abrir, la del llamado y la foto en primera, eran las fulanas elecciones. El lugar de encuentro era un edificio bastante viejo, lleno de gente encopetada y bien vestida que lanzaba improperios en jerga de abogados para mostrar su educación y la inconstitucionalidad de la votación.
Un grito, otro grito, la respuesta y más palabras. Quienes no tenían verdadera vela en el entierro (más allá de algunos intereses nada ocultos), también empezaron a emitir opiniones a viva voz.
-¡Pero déjalo hablar! ¡Cállate, vale! Por eso nadie te soporta, siempre te metes.
Error. El personaje atacado se levantó de la silla, gritó cuatro cosas más a quien estaba cerca y me puso a temblar con su movimiento "malandrístico". Yo pensé, estaba segura y juraba que el tipo iba a sacar una pistola. Al descubrir su mano había algo mucho más pequeño: un teléfono celular.
-¡Yo hago una llamada y te destruyo!
¿De pana? Mi yo interno pasó el resto de la mañana riéndose con tal tontería. "Una llamada y te destruyo". ¿De pana? Ojo, yo no dudo que sea totalmente cierto, que una llamada sea suficiente para que alguien se enfrente a sus karmas pasados y futuros, pero insisto, después de dos años haciendo sucesos, escuchar eso fue tener material para el chiste de la semana.
-¿Y entonces? ¿Qué te pareció hacer economía? - me pregunto la titular de la fuente días después.
-Prefiero hacer sucesos. La gente es más sincera...




lunes, 17 de junio de 2013

Leila Macor: El humor es un trabajo de quitar disfraces y máscaras


Literatura Leila Macor es autora de “Nosotros los impostores” y corresponsal de la AFP

“El humor es un trabajo de quitar disfraces y máscaras”

***Venezolana e hija de italianos, estudió “la carrera más inútil del mundo” y decidió dedicarse a la peor pagada. Ahora vive en Los Ángeles, disfrutando del mundo con su visión particular y sarcástica de la vida. 

Lilihana Lara Arévalo
llara@primicia.com.ve

Foto cortesía

Leila Macor se oculta tras la fuerza de las palabras. Su prosa es mordaz, inteligente y temeraria, pero ella se desvanece en persona, o así se siente a través de la magia del Skype
La rubia gesticula cada pensamiento, juega con sus manos y  medita cada respuesta que expone con voz ligera. No en vano, revela que sería incapaz de presentar un monólogo aún y cuando sus dos libros “Lamentablemente estamos bien” (2008) y “Nosotros los impostores” (2010) están escritos en tono humorístico. 
Es su última obra la que la mantiene en las estanterías de las librerías venezolanas; una de las cartas de presentación de la Editorial PuntoCero, especializada en literatura de No Ficción. 
Se trata de una compilación de historias, cuentos y reflexiones previamente publicadas por la autora en su blog www.escribirparaque.com que mantuvieron a la expectativa a sus lectores por casi tres años. 
-¿Cómo surge la idea?
-No fue que me propuse a escribir un libro, ni nada. “Nosotros los impostores”  tiene más o menos dos o tres años de trabajo, lo que escribí en mi blog. 
Tenía todo ese material allí. Lo junté, hice un filtro, después escribí otras cosas para ofrecer algo más, algo que fuese inédito y lo organicé. 
Creo que funcionó porque el avance de la tecnología ha venido modificando nuestra manera de pensar y en general tenemos menos capacidad de concentración.
-La premisa del libro es que todos somos impostores, todos somos hipócritas. Se requiere fuerza para desnudar eso.
-El humor siempre es un trabajo como de quitar los disfraces y las máscaras, qué es lo que es fácil y ridículo, el esqueleto, como desnudar y creo que por eso fue el título. Hay un patrón que es una consecuencia lógica del humor. 
-¿Has pensado en hacer stand up?
-No me atrevo. Me lo han ofrecido y en realidad si yo hiciera un curso y armara algo... me daría terror. Cuando tengo que hablar en la radio me dan ataques de tos nerviosa... no, no, no. 
-Tienes una manera deliciosa de llevar el sarcasmo ¿Cómo la maduraste?
-Tienes que ser un poquito cruel para ser sarcástica. No te tiene que importar demasiado la reacción del otro. 
Por ejemplo, el primer libro, el título es una frase que dijo una señora que era amiga. Dijo en ese momento: “sí, lamentablemente estamos bien”, una frase tan ridícula que la usé como título. La señora ya no me habla. Son decisiones crueles. Si no haces ese tipo de sacrificios sociales, no puedes ser sarcástico. 
El sarcasmo viene de mi padre que es italiano y ser hija de inmigrantes te hace tener una visión crítica de tu entorno. Nunca perteneces totalmente a un lugar.
-De las publicadas, ¿cuál es tu historia favorita?
-La que más me gusta es “La guerra de las semillas”. Esa es más por todo lo que me imaginé que porque lo que logré plasmar. Quedó corto porque daba para una novela. Imaginarme cómo iba a ser en un futuro si hay una crisis... es que fue tan ridículo enterarme que en Noruega hay un lugar para resguardar semillas. Y yo “¿resguardarlas de qué? Cómo voy a hacer yo para ir a sembrar unas margaritas cuando haya una crisis?” Es absurdo.
Hay otro que me gusta muchísimo que se llama “La bomba domesticada”. Ese fue un desamor, un tipo que me prometió de todo y luego nada. Yo sabía que no iba a poder cumplir, pero me imaginé que podía cambiar la cosa. 
-Las mujeres siempre queremos ser quienes los cambien. Creemos que van a ser diferentes con nosotras.
-Exacto y no lo vas a lograr, estás invitando a una bomba a tu casa. Entonces, cuando se terminó la relación, yo quedé devastada por haberle puesto tanto a eso. Sentía que me había explotado una bomba por dentro. 
-¿Cómo mejoró tu estilo desde el primer libro?
-Si leo el primero lo veo un poquito más ingenuo. En el primero acusaba mucho al otro, en el segundo me incluyo más, me burlo más de mí misma. 
Yo me burlo de mí y la gente se identifica conmigo y me conoce, pero la que está quedando en ridículo soy yo. Si tú te sientes identificada, es problema tuyo, yo no dije nada. 

El salto increíble
Cuando no escribe sátiras de la vida, Leila se dedica a trabajar como corresponsal de la Agence France-Presse (AFP). 
Originalmente licenciada en letras, Macor dio el salto al periodismo a los 32 años. Ahora labora en Los Ángeles, la ciudad de las luces, el glamour y el cine que inspira a su mente activa.
-Eres licenciada en letras
Sí, soy venezolana y estudié letras en la central (Universidad Central de Venezuela). Nunca pensé en emigrar y me casé con un uruguayo y en esa época que era el 96 empezó a haber mucha inseguridad en el país y me pareció terrible. Te reirás ahora. 
De ahí trabajé aquí en cosas relacionadas con publicidad, pero estaba recién graduada en letras que es la carrera más inútil del planeta. 
A mí me encantaba, la hice con mucho placer, pero uno sale de la universidad y a no ser que vayas a ser maestra de literatura o te vas a trabajar en un instituto de investigación literaria, no puedes hacer gran cosa.
-Y te vas a estudiar periodismo que es la carrera peor pagada. ¿Qué pasa en tu cabeza?
-Lo que pasa es que uno tiene sus problemas. Uno es masoquista (risas). Tenía 32 años, me metí en la Católica de Uruguay y todos mis compañeritos tenían 18 años. 
Yo era mucho más ambiciosa porque yo no quería hacer todo el proceso de periodista que arranca cubriendo calle. A mi edad ya yo debía estar más allá. Se me metió entre ceja y ceja que quería entrar en AFP para saltarme muchos pasos. Lo logré.
-¿Cuál es el reto que tienes como corresponsal en una agencia tan importante?
- Te das cuenta qué es lo que realmente interesa. Yo tengo una señora italiana en la sala de su casa en la cabeza. Si me parece que a la doña no le va a interesar la noticia, no sale. Eso te genera una idea de qué es lo que se considera noticia. 
No puedes demorar cuatro horas en mandar una nota. Una aprende a sacrificar el estilo y después lo arreglas. Esa velocidad te ayuda mucho en la escritura personal. Mis textos son cortos, no sobran palabras. 
-¿Prefieres ser la Leila que escribe libros o la periodista? 
La diferencia es el manejo de las fuentes, pero es lo mismo. Cuando el texto es mío, me invento las fuentes, juego mucho con el periodismo. No lo siento como algo distinto. 

El próximo libro
Como quien acaba de casarse y le preguntan cuándo tendrá un bebé, Leila se enfrenta a la misma interrogante: el nuevo libro. Revela que sí tiene planes para ello.
“Creo que no va a ser tan humorístico. Va a ser un poco más serio, de periodismo de investigación. Y ya que estoy en Los Ángeles, me gustaría escribir sobre eso. Estados Unidos es contradictorio. Creo que va ir un poco por ese lado”.

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Publicado el 17 de junio de 2013 en Diario Primicia 
Página 36, sección Placeres
Puerto Ordaz - Venezuela
Puedes ver mi reseña de "Nosotros los impostores" aquí.





viernes, 14 de junio de 2013

La mosca

El zumbido de la mosca interrumpió mi sueño. Revoloteaba de aquí para allá; exigía mi atención molestando en mi oreja, asomándose en la entrada de mi cavidad nasal, prohibiéndome cerrar los ojos por más de treinta segundos.

La esquivé como pude, con movimientos inútiles de mi mano inconsciente, de mi mente dormida ante la agilidad de sus alas. La mosca era insistente; se alejaba por instantes y volvía al ataque.

Entendí que era una batalla que nunca ganaría y resolví compartir mi sueño con ella. Me volví esclava de sus manías, amante de su movimiento desordenado. Me prometí dejarla revolotear y darle la atención que buscaba. Quizá, poco a poco, sería menos anárquica.

Cuando desperté de mi delirio, la mosca ya se había ido, aunque su zumbido aún retumbaba en mi oído con dos preguntas: ¿quién te dijo que una mosca deja de ser mosca? y la más importante, ¿por qué atrajiste a semejante insecto? 

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Inspirado en "La bomba domesticada" de Leila Macor 
publicado en su libro "Nosotros los Impostores"

miércoles, 12 de junio de 2013

Leprosos del periodismo

Con mis escasos años ejerciendo la loable labor de informar con licencia (valientísimo eufemismo para decir que soy una simple periodista) puedo decir que en este gremio se acepta de todo, menos el plagio. Cuando digo de todo, es de todo, porque uno está rodeado de cuentos: que si fulanito es marico y se acostó con el otro, que la otra es burda de zorra y menos mal que es alta; que este y aquella tiran; que tal no puede oler una cerveza porque se vuelve nadita; que el otro tiene un guiso y le pasa textos al medio rival; que si este escribe mal y aburre leerlo; que fulanita le mete de frente al bruto y a la marihuana también; que si yo soy del verde (a mucha honra) y ¿dónde quedó tu moral? (¡jódanse!); que si al otro lo mató la mujer y el resto son pioneros de la libertad.
En serio, hay de todo y la memoria de un periodista... digamos que es más fácil deberle a un turco que lidiar con ella, porque si usted no se sabía alguna de estas historias, yo le aseguro que en una noche de tragos (hay que echarle la culpa al alcohol) salen todas los cuentos con el "tan santica que se la da". 
Ahora, si hay algo en lo que nos volvemos un gremio unido con el "tú eres mi hermano y yo me maté cinco años porque amo escribir" es cuando escuchamos la palabra PLAGIO. Los sentidos se crispan y las miradas de odio se lanzan sobre el ladrón de propiedad intelectual. Porque sí, es un delito y lánzame los códigos y leyes que quieras para mostrármelo, pero entre nosotros sabemos que el asunto no pasará a mayores. El que plagió, plagió y la vida sigue. Si eres víctima, te toca tragarte la rabia y punto. Así, los periodistas nos convertimos en héroes (algunos con capa incluida) y hacemos a un lado a la gentuza esa que se fue temprano a casa, cuando el otro se mató buscando información y escribiéndola bien bonita.
Con o sin título, historias de estos leprosos del periodismo me sobran. Yo misma fui víctima de ello y hasta ahora no he visto que se proceda como es debido en estos casos. De hecho, veo con preocupación que en la Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA) -donde doy clases y me gradué- no hay mecanismos para sancionar el plagio más allá de regalarle un hermoso 01 al alumno (y ya hasta me "regañaron" por esto).
Pero como diría mi jefe, Robinson Lizano: ¡mis cojones! El plagio tiene tolerancia cero en mi cátedra y en mi carrera. Sé que es así en la  mayoría de mis compañeros de calle. Sepa usted que podrá salir bien librado del lío, pero de la raya... esa no la perderá jamás.

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Dedicado a mis alumnos. Como le dije a algunos: prefiero leer sus ideas mal escritas 
y enseñarles a limpiarlas, que rasparlos por copiar las de alguien más.


miércoles, 5 de junio de 2013

Una Biblia de buena escritura

Una enfermera psicópata que secuestra y tortura a un famoso autor de libros para que éste escriba una
última obra; un payaso de otro planeta que siembra terror en niños y adultos; una adolescente con poderes telequinéticos que los emplea contra quienes le hacen daño; una niebla extraña que oculta insectos enormes, capaces de matar a cualquiera con un simple piquete. Uno se pregunta de dónde Stephen King saca tantos universos y él pretende responderlo en su libro "Mientras Escribo".
Le adelanto la respuesta y es que no hay respuesta. No hay fórmula secreta para que las ideas caigan en la cabeza más allá que tener los ojos completamente abiertos a la calle, a lo que sucede y a lo que podría ocurrir sí... Igual debo sugerirle a usted, pichoncito de escritor (rango en el que me incluyo) que lea "Mientras Escribo", porque lo que sí expone King es la forma de hacer un jugoso y atractivo relato. 
El escritor de continuos bestsellers comparte su caja de herramientas: la importancia de leer, escribir, seguir escribiendo y los detalles que hay que tener en cuenta. Cuando lo lees, estás ante una clase magistral de escritura que te golpea cada tanto cuando te ves reflejado y ubicas tus fallas. Con esa información usted puede hacer dos cosas: prestar atención y mejorar su escritura, o hacerse el loco y continuar golpeándose contra la pared, en el mar de la pobre escritura.
King también es muy mordaz y muy directo: muchos se creen escritores, pocos lo son. ¿Buenos escritores? Esos sí que no sobran. Lo que sí se puede hacer es mejorar el movimiento de los textos, volverlos más "sabrosos", más digeribles.
Al terminarlo, ubiqué un texto viejo mío y aún no publicado. Me dediqué a editarlo completamente. No más adverbios, no más voz pasiva. Es que King me lo mostró así en una clase de un amigo que primero te cuenta sus miserias con el alcohol y las drogas y cómo la escritura le salvó la vida una y otra vez. Así termina.
Quienes amamos este oficio, quienes nos desgarramos las venas y dejamos el alma y el corazón en cada escrito, vemos en la escritura una catarsis hermosa, perfecta y maravillosa, aunque debemos aprender a desprendernos de nuestros pequeños bebés. Escribir, desapegarse, alejarse, releer, editar con objetividad. He allí algunas claves el éxito.
Escribir es una tarea de Dioses. Algunos intentamos hacerlo. Otros locos nos permiten mostrarlo al mundo. Si usted lo hace o pretende hacerlo, al menos tómese la molestia de leer este libro. Respete un poquito a su lector y empéñese en hacerlo regularmente bien. Las generaciones futuras lo agradecerán.

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Gracias a Robinson Lizano, Ángel Gutiérrez y Alba Perdomo por la recomendación. 
Intentaré poner en práctica todos los consejos. 

martes, 4 de junio de 2013

Del día que descubrí que no sirvo para nada

Por casi seis meses tuve la misma biografía en mi perfil de Twitter: a los veinte días de graduarme, me fracturé el brazo derecho. Con la mano que me queda, escribo locuras. 
La súper cicatriz de mi vida, esa que adorna unos 25 centímetros de mi brazo derecho, es una herida de guerra. Me la hice cubriendo sucesos hace casi tres años, justo cuando iba a la casa del Padre Esteban Wood. En la clínica determinaron que mi húmero se fraccionó en dos. Era necesario operarme y remendarme con una placa y clavos quirúrgicos.
El golpe tuvo otra consecuencia, la que me llevó a un profundo estado de tristeza: me golpeé el nervio radial y no podía controlar los movimientos de la muñeca y los dedos. Mi mano era de goma; un ornamento inútil en mi cuerpo, así como yo era una inútil era en la vida. Y sí, era inútil, inservible y un desperdicio de consumo de oxígeno porque en ese momento me di cuenta que lo único que sabía hacer más o menos bien, era escribir.
Hay quienes nacen con grandes dones y talentos. Yo carezco de eso. No pinto, no canto, no toco ningún instrumento. No soy graciosa, no soy modelo. Ni cocino, ni saco el percudido de la ropa; mucho menos soy capaz de dejar las camisas bien planchaditas. ¡Qué va! Soy una inútil.
Las dolorosas sesiones de terapia funcionaban a cuentagotas. Mi brazo recuperaba su forma natural, no así los movimientos de mi muñeca. Cambié de traumatólogo en un intento desesperado por acelerar el proceso de recuperación.
Ese día caí al foso de la desesperación. El doctor sentenció la pérdida del movimiento: dijo que había pasado suficiente tiempo para la rehabilitación y que era necesario operar nuevamente. Ahora "jugarían" con mis ligamentos. Al final quedaría una mano rígida; una persona dispuesta a "chocarla" las 24 horas del día.
No importa cuán hábil pude volverme con la mano izquierda, perder la mitad de mí era asesinarme. Estaba muerta, definitivamente derrotada. En mi futuro ya no había letras y la verdad es que no se veía nada más.
Debía descubrir una nueva pasión y un nuevo talento. Salí con mis amigos a intentar ahogarme en alcohol y risas para olvidar la pena. El tema salió. Una amiga preguntó cómo iba mi recuperación y yo le contaba lo que estaba pasando.
-Es que no puedo alzar la muñeca. Mira. No puedo hacer un simple movimiento.
Mi cerebro mandó la orden a mi cuerpo, como tantas otras veces atrás, con una simple diferencia. Esta vez hubo respuesta. Mínima, pero la hubo.
No sé qué hubiera sido de mi vida si el camino fuera el retiro del periodismo, aunque a veces me arrepiento un poco de no haber vivido esa historia. A veces siento que no cuento con un Plan B, un "rompa el vidrio en caso de emergencia". Creo que por eso estoy tan enamorada de dar clases. Aunque mis niños me sacan canas verdes y me frustran por momentos, es algo que adoro. Siento que paso la antorcha. Enseño lo único que sé hacer; lo único que quiero hacer y lo único para que sirvo.
Supongo que vine a esta vida para esto: para narrar y seguir narrando. Para seguir imaginando, para seguir tecleando realidades y fantasías. Para seguir soñando alto. Para descubrir lo que ocultan las miserias y las grandezas del mundo con cada historia. 

lunes, 3 de junio de 2013

Información innecesaria

La etapa estudiantil está llena de información innecesaria. Que no vengan a joderme, en esos años a los alumnos se les enseña un montón de cosas que no volverán a utilizar en su vida. Que sí, que hay que saber cómo funciona el mundo tipo: las plantas hacen fotosíntesis y nos facilitan la respiración y la lluvia es producto de agua de ríos, mares y lagos que se condensan en las nubes y no cae por la magia de los Dioses. Hasta allí nos entendemos, pero ¿qué hay de el montón de ecuaciones matemáticas que no sirven para nada? ¿qué tal las explicaciones de química que no se vuelven a emplear?
-Tú estudiaste comunicación. A ti te interesaba Castellano. A los ingenieros les sirven esos datos.
Falso. De inmediato le refuté el argumento a mi amiga y lo hice con una base sólida: los números de oxidación.
Porque sí, quienes se dedican a los números pueden emplear ese montón de operaciones que yo jamás entendí y que cuando le ponían letricas, lejos de hacerme sentir en casa me complicaban más (¿qué locura es esa de dividir a entre b?), pero yo nunca he escuchado de alguien que utilice los benditos números de oxidación de la tabla periódica.
Para quienes hayan olvidado estas combinaciones mal habidas, los números de oxidación son lo primeritos que te dan en clase de química: Química es; estos son los elementos químicos, estas son sus letras y estos son sus números de oxidación. Ahora, yo profesor no tengo nada más que hacer y le ordeno que se aprenda todo este montón de tonterías para un examen.
-¡Gran vaina, Lilihana! Igual que todos nos copiamos eso.
ERROR. Yo me los aprendí. Yo, que era la galla del salón, me dediqué toda una noche y parte de una mañana a repetir mentalmente los fulanitos números del demonio; a tatuármelos en la cabeza y hasta, de paso, sacarles una cancioncita (y no, no exagero).
Sí, saqué 20 en ese examen, pero ¿qué pasó con eso? Después vimos fórmulas, óxidos, radicales libres, positivo, negativo y no sé que más y llegamos a la hermosa Química Orgánica de quinto año para darnos cuenta que los numeritos no servían para nada. Nunca los volvimos a utilizar.
Esa información no hace más que cubrir un espacio en el disco duro cerebral, que bien podría estar liberado o amalgamado con detalles más importantes del estilo: ¿cómo preparo el aderezo de la ensalada César?
Pero nada, acabo de cumplir 26 años con esos recuerdos allí, sin servir para nada. Esa información debería ser eliminada del plan de estudios escolar o venir con la nota: ÍTEM PARA JODER A LOS ALUMNOS, y avisarles a ellos que no les servirá de nada. Así ellos ven si se los quieren aprender o por el contrario, tendrán una excusa más sólida para explicar el cero a los padres. En dado caso, se puede armar un plan macabro para que sea información importante al abrir una cuenta bancaria o que sirva de contraseña para entrar a una sociedad secreta. ¿Será que la hay y todavía no me han avisado?

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Dedicado a Alesthea, porque estoy contigo. 
¡No a los castigos por raspar química!
PD: ¡Ponte a estudiar!