El hombre se metió la mano derecha en el bolsillo del pantalón. Quienes estábamos alrededor dimos varios pasos atrás, abriendo paso al coliseo romano que estaba por formarse.
-¡Aquí fue! - gritó mi voz interior, acostumbrada a las tánganas por tantos años de cubrir sucesos. La diferencia es que estos contrincantes no eran gladiadores menores; esta vez era gente de "alcurnia".
La mañana de ese sábado se celebraban las elecciones regionales de Fedecámaras; un conglomerado económico que parece importarle mucho a la "gente bien", pero que al ciudadano común le vale un demonio. Estaba allí por pura cuestión de azar; una cartucho de último momento de alguno de mis jefes, que me lanzó a mi fuente más temida; la que no leo demasiado porque apenas entiendo los títulos.
La noticia más importante de ese día, la de abrir, la del llamado y la foto en primera, eran las fulanas elecciones. El lugar de encuentro era un edificio bastante viejo, lleno de gente encopetada y bien vestida que lanzaba improperios en jerga de abogados para mostrar su educación y la inconstitucionalidad de la votación.
Un grito, otro grito, la respuesta y más palabras. Quienes no tenían verdadera vela en el entierro (más allá de algunos intereses nada ocultos), también empezaron a emitir opiniones a viva voz.
-¡Pero déjalo hablar! ¡Cállate, vale! Por eso nadie te soporta, siempre te metes.
Error. El personaje atacado se levantó de la silla, gritó cuatro cosas más a quien estaba cerca y me puso a temblar con su movimiento "malandrístico". Yo pensé, estaba segura y juraba que el tipo iba a sacar una pistola. Al descubrir su mano había algo mucho más pequeño: un teléfono celular.
-¡Yo hago una llamada y te destruyo!
¿De pana? Mi yo interno pasó el resto de la mañana riéndose con tal tontería. "Una llamada y te destruyo". ¿De pana? Ojo, yo no dudo que sea totalmente cierto, que una llamada sea suficiente para que alguien se enfrente a sus karmas pasados y futuros, pero insisto, después de dos años haciendo sucesos, escuchar eso fue tener material para el chiste de la semana.
-¿Y entonces? ¿Qué te pareció hacer economía? - me pregunto la titular de la fuente días después.
-Prefiero hacer sucesos. La gente es más sincera...
-¡Aquí fue! - gritó mi voz interior, acostumbrada a las tánganas por tantos años de cubrir sucesos. La diferencia es que estos contrincantes no eran gladiadores menores; esta vez era gente de "alcurnia".
La mañana de ese sábado se celebraban las elecciones regionales de Fedecámaras; un conglomerado económico que parece importarle mucho a la "gente bien", pero que al ciudadano común le vale un demonio. Estaba allí por pura cuestión de azar; una cartucho de último momento de alguno de mis jefes, que me lanzó a mi fuente más temida; la que no leo demasiado porque apenas entiendo los títulos.
La noticia más importante de ese día, la de abrir, la del llamado y la foto en primera, eran las fulanas elecciones. El lugar de encuentro era un edificio bastante viejo, lleno de gente encopetada y bien vestida que lanzaba improperios en jerga de abogados para mostrar su educación y la inconstitucionalidad de la votación.
Un grito, otro grito, la respuesta y más palabras. Quienes no tenían verdadera vela en el entierro (más allá de algunos intereses nada ocultos), también empezaron a emitir opiniones a viva voz.
-¡Pero déjalo hablar! ¡Cállate, vale! Por eso nadie te soporta, siempre te metes.
Error. El personaje atacado se levantó de la silla, gritó cuatro cosas más a quien estaba cerca y me puso a temblar con su movimiento "malandrístico". Yo pensé, estaba segura y juraba que el tipo iba a sacar una pistola. Al descubrir su mano había algo mucho más pequeño: un teléfono celular.
-¡Yo hago una llamada y te destruyo!
¿De pana? Mi yo interno pasó el resto de la mañana riéndose con tal tontería. "Una llamada y te destruyo". ¿De pana? Ojo, yo no dudo que sea totalmente cierto, que una llamada sea suficiente para que alguien se enfrente a sus karmas pasados y futuros, pero insisto, después de dos años haciendo sucesos, escuchar eso fue tener material para el chiste de la semana.
-¿Y entonces? ¿Qué te pareció hacer economía? - me pregunto la titular de la fuente días después.
-Prefiero hacer sucesos. La gente es más sincera...
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